Las caras de la juventud confusa
Adolescentes y veintea?eros an¨®nimos se suceden en ¡®Subculturcide¡®, un conjunto de im¨¢genes, tomadas entre 2012 y 2014, que retrata a los personajes en las calles de Madrid
Tras leer Subculturcide. Amar y vivir en el Madrid de los 2010, ¡ªbasta una hora porque aunque tiene la voluntad de ser libro, el formato es el de una revista y el grueso son fotograf¨ªas¡ª, cabe preguntarse si es posible extraer alguna conclusi¨®n de esa sucesi¨®n de retratos. Los requisitos m¨ªnimos deber¨ªan ayudar: los fotografiados son todos menores de 25 a?os y todas las instant¨¢neas se hicieron en Madrid entre 2012 y 2014, pero el resultado, aunque fascinante, dista mucho de ser un estudio sociol¨®gico de la juventud madrile?a.
No hay discusi¨®n en que todos los que est¨¢n son j¨®venes, pero desde luego que no est¨¢n todos los que son. ¡°Subculturcide representa el final de una ¨¦poca y el principio de otra. No soy soci¨®loga, pero, despu¨¦s de casi dos a?os de estudio, opino que nos encontramos en un momento donde lo que predomina en los j¨®venes es la cultura de la performance, el ver y ser vistos. El sentimiento de pertenencia al grupo est¨¢ cada vez m¨¢s difuso. La cultura global nos ha sumido en una confusi¨®n de valores. Quiz¨¢s haya que empezar a interpretar a las subculturas ya no como algo contracultural sino como una construcci¨®n est¨¦tica de la cultura popular y mainstream¡±. La que habla es Andrea Ferrer, editora del proyecto. Madrile?a de 29 a?os, que en 2011 viv¨ªa de noche; era relaciones p¨²blicas de los Zombie Kids, un colectivo que hab¨ªa conseguido que sus fiestas semanales se convirtiesen en un fen¨®meno. Si habitualmente los DJ utilizan la cabina para demostrar su exquisita t¨¦cnica y su refinado gusto para escoger m¨²sica, ellos se jactaban de no tener ni idea de c¨®mo cuadrar un bombo y de pinchar cualquier cosa que les apeteciese, sin importar si era vulgar y trillada.
En muchas ocasiones sus excesos resultaban rid¨ªculos ¡ªcomo cuando, para celebrar su primer aniversario, unas chicas arrojaron, sobre la abarrotada pista de la sala Arena, 6.000 d¨®lares en billetes de uno¡ª, pero es cierto que aquellos desmadres, que ahora han exportado a medio mundo, convocaban a adolescentes de todo tipo y procedencia en busca de diversi¨®n. A veces parec¨ªa un circo, pero all¨ª se romp¨ªan las barreras de clase entre peones de barrio y universitarios. All¨ª, mundos paralelos ligaban mientras bailaban Nirvana y reggaet¨®n indistintamente. Y en una ciudad como Madrid, cuya noche tiende a compartimentarse demasiado, eso es de lo m¨¢s extravagante. Y refrescante. ¡°El proyecto surge durante la ¨¦poca en la que trabajaba de noche. La escena de clubes de Madrid siempre ha sido muy activa y estaba tan fascinada por todo lo que estaba pasando a mi alrededor que quer¨ªa plasmar toda esa efervescencia de alguna manera. Fue la ¨²ltima ¨¦poca en la que Madrid molaba".
¡°Los clubes eran nuestro punto de encuentro, sal¨ªas un fin de semana y ya eras amigo de todo el mundo. Las drogas y el buen rollo eran el pan de cada d¨ªa¡±, cuenta Ferrer. De esa ¨¦poca son los personajes que, en apariencia, menos encajan en el contexto de Subculturcide. Porque, entre completos an¨®nimos, se cuelan en el libro retratos de it girls como Miranda Makaroff o Mar¨ªa Rosenfeldt, hija de la fot¨®grafa Ouka Lele. Son amigas de Ferrer. En 2012, las tres estuvieron entre las protagonistas de aquel famoso anuncio de Loewe que sublev¨® a media Espa?a interna¨²tica. Twitter bull¨ªa de indignaci¨®n y parodias contra una campa?a en la que muchos pensaron que se retrataba a la juventud espa?ola como si fuese, con perd¨®n, una panda de gilipollas.
¡°Volver¨ªa a hacerlo sin pensarlo. Fue divertid¨ªsimo y me parece una de las cosas m¨¢s guays que he hecho. Se rieron de nosotros, pero sin m¨¢s. Adem¨¢s, estaba todo muy pensado. Cualquiera hubiera parecido gilipollas en ese contexto. Si Mar¨ªa y Miranda salen en el libro es porque son la generaci¨®n de ahora¡±. M¨¢s o menos por aquellas fechas, Andrea Ferrer pon¨ªa en marcha Ponytale, una revista femenina de tendencias que ha tenido un m¨¢s que destacable ¨¦xito internacional. Y tambi¨¦n Subculturcide. El libro se recrea en los j¨®venes de las barriadas, y parece renegar de la visi¨®n oficial de la juventud. De los veintea?eros como seres de ojos brillantes y mejillas sonrosadas que miran al futuro con esperanza. Muchos parecen derrotados ya, otros recelosos, y algunos directamente intoxicados. Hay poca alegr¨ªa. Y es doblemente extra?o, teniendo en cuenta que el Injuve es uno de los pagadores del volumen, junto con la Uni¨®n Europea. ¡°Los j¨®venes de este pa¨ªs nos sentimos muy derrotados. Somos la generaci¨®n m¨¢s mimada y mejor preparada, pero con menos oportunidades. Se nos prometi¨® desde la cuna que ¨ªbamos a ser los mejores y de repente llega la crisis y se truncan todas esas promesas¡ La falta de oportunidades hace mella, si no puedes vivir con dignidad ni prosperar, al final lo ¨²nico que te queda es emborracharte el fin de semana y salir para no pensar en la mierda de vida que tienes¡±, asegura Ferrer.
Todos los retratados aparecen de forma an¨®nima, no hay en el libro datos de los modelos. Ni edad, ni nombre, ni procedencia, ni historia. ¡°Personalmente creo que los datos son irrelevantes en este libro, lo importante es el sujeto y su entorno. Ya queda claro que las fotograf¨ªas son de Madrid y que est¨¢n tomadas en la d¨¦cada del 2010¡±. Lanz¨® a los fot¨®grafos a la calle por distintas zonas de Madrid: Vallecas, Carabanchel, Cuatro Caminos, Getafe, Legan¨¦s, Sol, Lavapi¨¦s, Madrid R¨ªo... a la b¨²squeda de j¨®venes de aspecto distinto. ¡°La est¨¦tica era lo primordial para la selecci¨®n. Lo raro era lo atractivo. Cada personaje ten¨ªa siempre un elemento que le caracterizaba: un ch¨¢ndal rosa de Espa?a, un tatuaje de ¡®Odio¡¯ en el pecho. Creo que la verdadera conciencia de las subculturas reside en los suburbios de las ciudades, donde los inmigrantes y los chicos de clase baja luchan por una supervivencia social y est¨¦tica, convirti¨¦ndose sin saberlo en verdaderos creadores de las nuevas subculturas¡±.
La cobertura te¨®rica del trabajo queda para la primera parte del libro. Textos que van de la historia de las raves en Madrid, al consumo de drogas entre los j¨®venes, pasando por el graffiti, pero lo que queda es esa sensaci¨®n de sorpresa que se ve en las caras de los modelos. ¡°La foto se tomaba en el mismo instante en que abord¨¢bamos a los chavales; eran posados. Al principio se quedaban un poco cortados, pero en el momento de disparar se ven¨ªan arriba y daban lo mejor de cada uno, de esta manera consegu¨ªamos que ellos se presentaran ante el p¨²blico a su manera. Ya no solo las calles sino tambi¨¦n los centros comerciales se han convertido en catedrales de la contracultura¡±.
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