Prefieren ser inmorales
Mart¨ªnez Pujalte se apresur¨® a asumir la inmoralidad de su conducta tal vez en la creencia de que no supone coste alguno
Dos buenas teor¨ªas, una de la moral y otra del derecho, deber¨ªan distinguir precisamente entre lo que es moral y lo que es jur¨ªdico. Si esta distinci¨®n se acepta habr¨ªa cuatro posibilidades l¨®gicas de vinculaci¨®n entre ambos sistemas normativos. Una acci¨®n puede ser moral y jur¨ªdicamente aceptable, puede ser jur¨ªdica pero moralmente inaceptable, puede ser moral pero jur¨ªdicamente inaceptable y, por ¨²ltimo, puede ser tanto moral como jur¨ªdicamente inaceptable.
La primera posibilidad de actuaci¨®n no ofrece dudas. Nada me impide, y en alg¨²n caso me obliga, hacer aquello que est¨¢ justificado desde un punto de vista moral y desde una perspectiva jur¨ªdica. No habr¨ªa objeci¨®n alguna a esta conducta. Este ser¨ªa el comportamiento ideal. Su contracara supone que una acci¨®n es a la vez inmoral e ilegal. Ning¨²n argumento puede usarse a favor de esa conducta. Ning¨²n sistema ideal lo justificar¨ªa.
Estos dos primeros casos son claros y se?alan con rotundidad qu¨¦ se puede o debe hacer, y qu¨¦ no se debe hacer. Las otras dos alternativas, en cambio, pueden generar alguna discusi¨®n. Hay quienes dan primac¨ªa a lo moral sobre lo jur¨ªdico. La historia nos muestra numerosos ejemplos de quienes han decidido desobedecer leyes por razones morales. Ant¨ªgona es uno de ellos. Y Henry David Thoreau, quien gustaba decir que el lugar de las personas justas en un sistema injusto es la prisi¨®n, es otro. Se prefiere ser moral a riesgo de ser considerado un delincuente.
Hay quienes, en cambio, asignan prevalencia a lo jur¨ªdico sobre lo moral. Se prefiere cumplir con la ley aunque sea ¨¦ticamente injustificable. Se evita ser tildado de delincuente a cambio de asumirse como inmoral. No hace falta ser positivista para sustentar esta posici¨®n. Incluso una persona como el diputado del Partido Popular Vicente Mart¨ªnez Pujalte, que estudi¨® Religi¨®n en su escuela puede abrazarla sin rubor alguno, como as¨ª lo manifest¨®, qui¨¦n sabe si con un deje de cinismo.
Mart¨ªnez Pujalte se apresur¨® a aceptar su propia inmoralidad, es decir, la no aceptabilidad ¨¦tica de sus comportamientos
El diputado Mart¨ªnez Pujalte cobr¨® una asignaci¨®n mensual de 5.000 euros por asesorar a un empresario cuyos negocios est¨¢n dirigidos fundamentalmente hacia el sector p¨²blico. Seg¨²n sus propios dichos, tal asesoramiento fue autorizado por el Parlamento por una parte y, al mismo tiempo, convino que tal asesoramiento era ¨¦ticamente inaceptable, esto es, inmoral.
No discutir¨¦ aqu¨ª si la autorizaci¨®n parlamentaria puede cubrir el asesoramiento de diputados a empresas que contratan con el Estado, aunque tenga mis dudas. Si as¨ª lo hiciera, el dise?o institucional deja mucho que desear, dado la posibilidad de colusi¨®n, por esa v¨ªa, entre intereses p¨²blicos y privados.
La idea del PP de ampliar la compatibilidad de los legisladores para desarrollar actividades privadas al margen de su funci¨®n p¨²blica no hace sino aumentar el riesgo de comportamientos corruptos.
El propio Mart¨ªnez Pujalte se apresur¨® a aceptar su propia inmoralidad, es decir, la no aceptabilidad ¨¦tica de sus comportamientos. Prefiere asumir, y que le se?alen, como inmoral tal vez en la creencia ¡ª?equivocada?¡ª de que tal calificativo no supone coste alguno. Que el comportamiento inmoral es una cuesti¨®n secundaria sin mayor importancia. Que lo importante es ganar dinero sin detenerse a considerar si los medios son ¨¦ticamente justificados o si afecta al cargo p¨²blico que ostenta.
Mientras tanto, el atribulado ciudadano asiste al espect¨¢culo pensando si vale la pena imitar a estos exitosos y autorreconocidos inmorales. El impacto catastr¨®fico que ello tendr¨ªa sobre el comportamiento ciudadano y sobre la democracia no ser¨ªan dif¨ªciles de prever.
El PP ha cerrado filas en torno a Vicente Mart¨ªnez Pujalte y a otros cargos. No puede permitirse observar el pase¨ªllo por los tribunales de justicia de m¨¢s representantes pol¨ªticos de su formaci¨®n. A otros, en cambio, no les sirve de escudo protector. Los dirigentes populares sabr¨¢n la raz¨®n.
Comportamientos inmorales como los de Vicente Mart¨ªnez Pujalte deber¨ªan quedar erradicados de la vida pol¨ªtica espa?ola. Ni el PP, ni cualquier otra fuerza pol¨ªtica, deber¨ªan sostener, apoyar y defender a quienes as¨ª se comportan. La democracia y la desafecci¨®n ciudadana tambi¨¦n est¨¢n en juego mientras haya quienes desde el poder prefieran ser inmorales.
Jorge F. Malem Se?a es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa del Derecho de la Universidad Pompeu Fabra
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