?Hossana Xavier Albert¨ª! ?Hossana Narc¨ªs Comadira!

?Era esto! Casi dos d¨¦cadas elucubrando sobre la utilidad del Teatre Nacional de Catalunya y una noche nos llega la epifan¨ªa desde el escenario de la sala principal con un escenario volcado sobre el p¨²blico. Rota la distancia que parec¨ªa insalvable, sempiterna, condenatoria. L'hort de les oliveres no es el montaje m¨¢s perfecto que ha pasado por el TNC. El espectador ha disfrutado de espect¨¢culos con m¨¢s relieve art¨ªstico en cualquiera de sus tres salas, unos cuantos tambi¨¦n firmados por los pasados directores art¨ªsticos. M¨¢s deslumbrantes pero no m¨¢s memorables. Funciones que repart¨ªan placer y gloria sin aportar casi nada a la identidad de la instituci¨®n. Un ¨¦xito de hielo bajo el sol canicular.

La producci¨®n dirigida por Xavier Albert¨ª y escrita por Narc¨ªs Comadira es imperfecta. El brillante texto a veces flaquea, con escenas que rozan la intrascendencia. Los que saben de este arte y oficio se?alan adem¨¢s ¡ªcon raz¨®n¡ª los pasajes que se escudan en la eternidad de Shakespeare y Hamlet, su criatura; que apuntan que la afilada daga cr¨ªtica del autor pincha, corta, pero no aprovecha la herida abierta para destripar el cuerpo y leer a fondo el destino de la patria en las podridas entra?as, como los ar¨²spices romanos. Tampoco el reparto es equilibrado, con una clara divisi¨®n entre la madurez y la juventud. Ganan los primeros; pierden los segundos, con el agravante que la figura crucial del conflicto (el "hereu" interpretado por Rub¨¦n de Eguia) forma parte de esta ¨²ltima facci¨®n.

?Entonces, por qu¨¦ el aleluya? Por todo lo dem¨¢s. Por contar con un autor nacional vivo sin pedirle que renuncie a su ¨¦tica y su est¨¦tica. Por un texto que desprecia con franca alegr¨ªa las convenciones que separan lo sublime de lo vulgar, el verbo seco del desgarro po¨¦tico. Un delicado h¨ªbrido dram¨¢tico que s¨®lo prospera en el invernadero de un teatro p¨²blico.

Por la valent¨ªa del autoflagelo, por morder la mano que te da de comer. La trascendencia de la traici¨®n intencionada. Regodearse del dardo de la cr¨ªtica como si Thomas Bernhard ¡ªsombra protectora de este montaje¡ª hubiera tomado al asalto el TNC pensando, en el delirio de su misantrop¨ªa patria, que es el Burgtheater de Viena. Por el talento de Albert¨ª de integrar el universo del autor en el propio, por reivindicar su trayectoria m¨¢s iconoclasta en el escenario principal del teatro de la Generalitat, y que le sigan firmes Carles Canut, Oriol Gen¨ªs, Merc¨¨ Ar¨¤nega y Mont Plans. Por la belleza de un tel¨®n pintado de rojo bermell¨®n, la composici¨®n de una santa cena, un Agnus Dei de peluche o la ba?era ensangrentada de un Jean-Louis David contempor¨¢neo.

Por la imparable sensaci¨®n la noche del estreno de que ahora s¨ª; ahora el TNC hab¨ªa entrado en la edad adulta. ?Hossana Albert¨ª-Comadira!