Versos ¡®encontrados¡¯ en la calle
La obra tan accesible como chocante del norteamericano Charles Simic vuelven a hacer memorable un Festival Internacional que cierra la Setmana de Poesia de Barcelona
Charles Simic, hoy poeta laureado (2007) y antes premio Pulitzer (1990, El mundo no se acaba), venerable profesor em¨¦rito de literatura en la Universidad de New Hampshire (tiene el aspecto: americana oscura con camisa y pantalones informales, libro bien abierto cabeza abajo mientras ¨¦l habla mirando al infinito; re¨ªrse frente a lo que va a decir...) era ¡°casi un delincuente juvenil¡± en las calles de la Belgrado en plena Segunda Guerra Mundial en la que naci¨® en 1938, hasta el extremo de que ¡°las madres le dec¨ªan a sus hijos que no fueran conmigo: rondaba siempre por las calles con unos que ya eran delincuentes¡±; pero dibujaba bien, para sorpresa de todos, aunque lo dej¨® hacia los treinta a?os porque, cree, ¡°no ten¨ªa el talento ni la capacidad para plasmar lo que quer¨ªa decir¡±. Quiz¨¢ por eso en su extensa obra, unos 60 libros, un tercio de los cuales de poes¨ªa, muchos de sus versos pasan en la calle: un guante negro de mujer abandonado (¡°debe haber significado algo¡±, escribe), una hombre ensangrentado tras una ri?a suburbial (¡°la lluvia limpi¨¢ndole la sangre de la cara¡±); un mendigo ciego¡ Ese mundo se reflej¨®, claro, en la intervenci¨®n que ayer realiz¨® en el Palau de la M¨²sica Catalana en el 31? Festival de Poes¨ªa con el que se cerraba la Setmana de la Poesia de Barcelona.
Dura verdad po¨¦tica, a euro por bardo
La poes¨ªa tambi¨¦n conmueve con espinas.
Un paseo con su padre, una lectura de diarios de domingo que a la media hora ¡°env¨ªan a la mierda un d¨ªa soleado¡± o un poema sobre 1938 tras expurgar durante dos a?os los 90 folios que resum¨ªan en Google todo lo que aconteci¨® ese a?o en el que naci¨® estaban en la base de las composiciones que escogi¨® alguien bien marcado por la infancia y la calle. ¡°En la guerra, los padres no pueden ocuparse de uno: est¨¢n en el ej¨¦rcito o en prisi¨®n; no saben d¨®nde est¨¢s¡ A espaldas de la madre o la abuela, ampliabas el c¨ªrculo, doblabas la esquina y pasaban las cosas; mis recuerdos han estado siempre en las calles¡±. El a?o que estuvo en Par¨ªs con su madre y su hermano antes de ir a EEUU a reencontrarse con su padre en 1954, recuerda hoy, ¡°siempre pase¨¢bamos, costumbre que mantuvimos en Nueva York¡ Hace tres semanas, que estuve ah¨ª, lo hice; lo prefiero a quedar con amigos¡±, resume el autor de Hotel Insomnia.
Esos paseos y los sentimientos que generan se suelen traducir en poemas de pocos versos, a su vez de apenas un par de palabras en muchos casos (¡°La idea m¨¢s profunda de cada poema es que menos es m¨¢s; poema corto: s¨¦ breve y dinos todo¡±, suele decir), que se condensan en im¨¢genes que parecen simples, por realistas o dom¨¦sticas, pero que sacuden. ¡°Soy un realista puro y duro; es imposible dar la espalda a la realidad cuando has vivido la Segunda Guerra Mundial¡ Hoy paseas por una Nueva York con cada vez m¨¢s indigentes y ves c¨®mo rompen diarios para forrarse la ropa y protegerse del fr¨ªo; entrev¨¦s un rostro, un ojo apenas y ya est¨¢ la empat¨ªa, el primer destello, pero notas que falta algo: es la imaginaci¨®n lo que acaba completando eso que miras y explic¨¢ndolo en toda su dimensi¨®n¡±.
En un ingl¨¦s que aprendi¨® con apenas 15 a?os, escuchando la radio, leyendo revistas o yendo al cine, las explicaciones est¨¢n pespunteadas por un humor seco, que uno dir¨ªa que oculta sus espantos de cuando era peque?o. ¡°El humor est¨¢ integrado en la vida, luego tambi¨¦n lo ha de estar en la poes¨ªa; desde la ocupaci¨®n por los alemanes en 1941 hasta la liberaci¨®n por los rusos en 1944 vivimos adem¨¢s una guerra civil con seis facciones distintas y bombardeos indiscriminados que ya no sab¨ªas bien qui¨¦n lo hac¨ªa; casi cada d¨ªa estabas en el s¨®tano y no se paraba de contar chistes; hasta mi adusta madre se re¨ªa¡ Pero ese ruido de las bombas no se olvida jam¨¢s ese temblor de la tierra de que va a pasar algo¡±.
Es Simic, admite, ¡°un hijo o un hu¨¦rfano de la historia; mis padres no ten¨ªan intenci¨®n de marcharse de Yugoslavia; Hitler y Stalin fueron una especie de promotores de agencia de viaje: nos obligaron a ver mundo y a viajar; la historia es un monstruo que se interesa por los seres humanos porque en el centro de esa experiencia siempre est¨¢ el individuo¡±. Un individuo con una tristemente ¡°notable capacidad de una demencia colectiva¡±, como demostraron en su opini¨®n los diversos nacionalistas que llevaron a Yugoslavia a su desintegraci¨®n. En esa l¨ªnea, la guerra de Bosnia fue para ¨¦l ¡°como un d¨¦j¨¤ vu; la infancia volvi¨® a pasar por mi cabeza: rese?¨¦ un par de libros con fotograf¨ªas de Sarajevo y entre muertos y caras de infelices y de gente que hab¨ªa envejecido de golpe los ¨²nicos felices eran soldados muy j¨®venes, de apenas 17 a?os, bien armados, fumando¡ ni?os de ciudad¡±.
Obsesionado con el ajedrez desde los seis a?os, cree el autor de The lunatic (su ¨²ltimo poemario, de abril, que lleva bajo el brazo) que los versos ¡°han de generar palabra e imagen en un orden perfecto, como las jugadas de ajedrez¡± y los finales han de tener ¡°la inevitabilidad y sorpresa del jaque mate elegantemente ejecutado¡±. En el ensayo recientemente traducido en Espa?a, El monstruo ama su laberinto (Vaso roto), afirma: ¡°La poes¨ªa y la filosof¨ªa producen lectores lentos y solitarios¡±. Y a pesar de que los tiempos parecen empujar en sentido contrario, sigue teniendo Simic la necesidad de escribir poes¨ªa. ¡°No s¨¦ de d¨®nde me viene pero no s¨¦ imaginar mi vida sin ella¡±. Quiz¨¢ de la calle.
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