La ilusi¨®n puede con todo
Los soberanistas ya no pueden argumentar que ni la UE ni sus principales l¨ªderes se han pronunciado sobre Catalu?a. Y ahora que lo han hecho, tratan de ignorar lo que han dicho
Se lamentaba el otro d¨ªa Ernesto Ayala Dip (Entre dos fuegos) en estas mismas p¨¢ginas de que desde las filas del independentismo se le tipificara como unionista. ¡°Si, como tantos en Catalu?a, creemos en una Espa?a plurinacional y pluriling¨¹¨ªstica, no atino a comprender c¨®mo se nos puede etiquetar de unionistas¡±, escrib¨ªa, perplejo por la tosca simplificaci¨®n de la que era objeto. La verdad es que, en el caso de que alguien se tomara la molestia de elaborar un cat¨¢logo de las inconsistencias y contradicciones del discurso soberanista, el material que podr¨ªa recoger le dar¨ªa para una enciclopedia (voluminosa). Pero eso no es ahora lo relevante. Lo relevante es la constataci¨®n de la cuestionable utilidad de se?alar tantas inconsistencias y contradicciones. Una sensaci¨®n se extiende en las ¨²ltimas semanas por nuestra sociedad casi como una mancha de aceite, y es la de que, como dir¨ªa un castizo, todo el pescado est¨¢ vendido, y empieza a parecer m¨¢s que dudoso que, entre en la campa?a el elemento que entre (por escandaloso que pudiera llegar a ser), el signo que marcan los sondeos vaya a cambiar.
No es una buena noticia. Pero no lo digo porque valore negativamente uno u otro resultado, sino porque me parece preocupante, de ser fundada dicha sensaci¨®n, la escasa disposici¨®n de muchos catalanes a tomar en consideraci¨®n argumentos y datos que vengan a cuestionar sus convencimientos previos. Sobran ejemplos, como dec¨ªa, pero tal vez unos resulten m¨¢s reveladores que otros. Pongamos el de la situaci¨®n en la que quedar¨ªa respecto a la UE una Catalu?a independiente. Cuando, hace apenas un par de a?os, empezaron a proliferar las encuestas que se interesaban por conocer la opini¨®n de los catalanes en relaci¨®n con tal escenario, a menudo resultaba que, cuando se les preguntaba a simpatizantes del independentismo acerca de si el sentido de su voto cambiar¨ªa en el caso de que la independencia comportara la salida de la UE, el n¨²mero de los que prefer¨ªan no pasar una temporada en las tinieblas exteriores de Europa y declinaba la invitaci¨®n independentista aumentaba considerablemente.
A diferencia de lo que ocurr¨ªa entonces, ya no cabe seguir sosteniendo, como hac¨ªan los soberanistas en aquel momento, que ni la UE como organismo ni sus principales l¨ªderes hab¨ªan manifestado opini¨®n alguna al respecto. La enumeraci¨®n de las personalidades europeas que ya han anunciado las inequ¨ªvocas consecuencias de la independencia de Catalu?a en relaci¨®n con Europa es suficientemente elocuente por s¨ª sola: Durao Barroso, Schultz, Jean Claude Piris, Angela Merkel, David Cameron... por no mencionar el documento de la comisi¨®n de las regiones de la UE, absolutamente inequ¨ªvoco sobre este asunto.
?Recuerdan ustedes los exagerados elogios que recibi¨® Cameron durante una temporada, a ra¨ªz de la convocatoria del refer¨¦ndum en Escocia?
Pues bien, lo digno de resaltar es el tipo de respuestas a que han dado lugar las rotundas declaraciones de tan importantes personalidades pol¨ªticas. Repasen las hemerotecas y se encontrar¨¢n con este tenor de reacciones: ¡°Estoy convencido/a de que no ser¨¢ as¨ª¡±, ¡°Europa no se lo puede permitir¡±, ¡°?C¨®mo van a expulsar a siete millones de catalanes?¡±, ¡°Ahora dicen eso, pero luego, ante la contundencia de nuestra victoria electoral, se ver¨¢n obligados a aceptarnos¡±, etc¨¦tera. (Un compendio resumido de todas ellas, as¨ª como una buena prueba del estupor que provocan en los observadores extranjeros, se encuentra en la entrevista de Ra¨¹l Romeva para la BBC (http://www.bbc.com/news/world-europe-34197413).
Probablemente nos encontremos ante uno de los efectos perversos de considerar la ilusi¨®n, o las emociones en general, como criterio ¨²ltimo e incontrovertible por encima de cualquier consideraci¨®n racional o incluso por encima de los hechos mismos. Como es natural, para quien se coloca en ese lugar, blindado a cualquier cuestionamiento, las cr¨ªticas que pueda recibir por sus incoherencias y contradicciones argumentativas es cosa que le trae perfectamente sin cuidado.
Un ¨²ltimo ejemplo al respecto: ?recuerdan ustedes los exagerados elogios que recibi¨® Cameron durante una temporada, a ra¨ªz de la convocatoria del refer¨¦ndum en Escocia? Era tratado por nuestros independentistas como un aut¨¦ntico estadista, un dem¨®crata de verdad, un pol¨ªtico a la altura de su responsabilidad hist¨®rica, etc¨¦tera. Pues bien, ya pueden ir olvidando tales elogios porque ahora resulta que los mismos/as que los vert¨ªan, en el preciso instante en que el premier ingl¨¦s tuvo la ocurrencia de declarar que una Catalu?a independiente ocupar¨ªa el ¨²ltimo lugar en la cola de quienes solicitan el ingreso en Europa, pasaron a considerarlo un fr¨ªvolo sin sustancia al que no merece la pena prestar la menor atenci¨®n. Y no pesta?earon.
Manuel Cruz es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa Contempor¨¢nea en la UB
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.