Almas gemelas
El que haya sectores de la ciudadan¨ªa renuentes a ser subsumidos en uno u otro de los dos nacionalismos enfrentados indica que hay una pluralidad pol¨ªtica que desborda el marco del ¡®contigo o contra m¨ª¡¯
Durante muchos a?os, la respuesta que quienes formulaban cr¨ªticas al nacionalismo catal¨¢n recib¨ªan de los aludidos era la de que, en realidad, estaban hechas, por definici¨®n, desde otro nacionalismo, el espa?ol, del que los propios cr¨ªticos no alcanzaban a ser conscientes. En todo caso, la respuesta descartaba por completo la posibilidad de que cupiera ubicarse en un lugar al margen del ocupado por los nacionalistas de alguna naci¨®n. Quede claro que, si se reconoce la posibilidad descartada (la de que haya ciudadanos que se sustraen a la disputa inmanente entre nacionalismos), no tengo el menor inconveniente en aceptar la simetr¨ªa entre nacionalistas. Es m¨¢s, incluso estoy dispuesto a asumir las consecuencias que de ella se siguen: no habr¨ªa, de acuerdo con la misma, diferencias sustantivas entre Pujol y Aznar, o entre Mariano Rajoy y Artur Mas (la lista podr¨ªa continuar, claro est¨¢, y alargarse casi hasta el infinito: Homs ser¨ªa intercambiable con Acebes, Rull con Zaplana, y as¨ª sucesivamente).
A favor de la tesis de la intercambiabilidad entre nacionalismos de distinto signo jugar¨ªa tambi¨¦n el paralelismo entre las estrategias que ambos vienen siguiendo desde hace un tiempo. Que los dos sectores se necesitan porque se retroalimentan constituye una evidencia casi incontrovertible. El par de argumentos, uno de pasado y otro de futuro, que, a buen seguro, el PP utilizar¨¢ contra el PSOE en la pr¨®xima campa?a electoral a las generales ser¨¢n el desastre de la herencia recibida y, sobre todo, la cobarde ambig¨¹edad socialista a la hora de defender la unidad de Espa?a. Por parte nacionalista-independentista, est¨¢ claro que toda la estrategia del tenim pressa lo que persegu¨ªa era no desaprovechar la oportunidad de oro que le proporcionaba la mayor¨ªa absoluta del PP para poder reiterar hasta la saciedad que Espa?a (los unos identifican al partido de Rajoy con el pa¨ªs entero, al igual que los otros identifican a toda Catalu?a con ellos mismos) es un muro contra el que se hab¨ªan estrellado sus reiteradas tentativas de di¨¢logo.
Se observar¨¢, continuando con el paralelismo, que este ¨²ltimo argumento tambi¨¦n se repite por las dos partes. El rechazo de los sectores m¨¢s refractarios a cualquier reforma constitucional acostumbra a venir justificado con el argumento de que no tiene sentido intentar contentar a los independentistas. De la premisa seg¨²n la cual ¡°no hemos hecho otra cosa durante toda la democracia que ir concedi¨¦ndoles cosas y nunca han tenido suficiente¡±, extraen una conclusi¨®n id¨¦ntica a la de aqu¨¦llos: no hay di¨¢logo posible. Con lo que regresar¨ªamos al punto de partida, que ahora podr¨ªamos puntualizar.
Que los dos sectores se necesitan porque se retroalimentan constituye una evidencia casi incontrovertible
El que puedan existir sectores de la ciudadan¨ªa renuentes a ser subsumidos en ese enfrentamiento no debe ser le¨ªdo como una apolog¨ªa de la equidistancia, ni en clave de elogio del t¨¦rmino medio como punto en el que siempre y necesariamente se situar¨ªa la virtud (es obvio que hay situaciones en la vida en las que las cosas se plantean en t¨¦rminos de disyuntiva). Se trata m¨¢s bien de aceptar la existencia de una pluralidad de perspectivas pol¨ªticas, pluralidad que desborda el contigo o contra m¨ª al que es tan proclive el nacionalismo, particularmente en estos momentos.
As¨ª, no deja de ser curioso constatar el empe?o de los independentistas en denominar ¡°unionistas¡± a todos los que no comparten su posici¨®n pol¨ªtica. Las ventajas que les reporta tama?a simplificaci¨®n son notorias: el otro d¨ªa, un vecino de tertulia radiof¨®nica intentaba justificar su independentismo refiri¨¦ndose al ¡°patr¨®n unionista¡±, y en dicho patr¨®n inclu¨ªa, sin el menor matiz, la advertencia de suspensi¨®n de la autonom¨ªa, la amenaza de los tanques, la atemorizaci¨®n de la ciudadan¨ªa catalana con la expulsi¨®n de la UE y el empobrecimiento generalizado, etc¨¦tera. Para que se advierta la magnitud de la simplificaci¨®n hay que decir que, seg¨²n el tertuliano, no hab¨ªa diferencia alguna al respecto entre Podemos, PSC, Ciudadanos o el PP. La an¨¦cdota podr¨ªa elevarse, sin dificultad, al estatuto de categor¨ªa: pr¨¢cticamente el mismo lenguaje (¡°o Junts pel S¨ª o extrema derecha¡±) fue utilizado por el propio Artur Mas en la pasada campa?a electoral.
Por descontado que podr¨ªamos seguir perseverando en los paralelismos y mostrar actitudes y argumentos muy parecidos en el otro lado (precisamente de eso va el presente art¨ªculo). Los optimistas deducir¨¢n de tama?a simetr¨ªa que los que tanto se parecen est¨¢n condenados a entenderse. Los menos optimistas (entre los que he de confesar que a ratos me cuento) pensar¨¢n que no hay peor cu?a que la de la misma madera.
Manuel Cruz es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa Contempor¨¢nea en la Universidad de Barcelona
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.