Unas elecciones ilegibles

Esta vez no cuela. Nadie se traga las bolas de unos y otros sobre los resultados electorales. Casi todos repiten el habitual y tedioso ejercicio tergiversador, pero nadie se lo cree. Las elecciones del 27 de septiembre han dejado un paisaje desolador, principalmente en el espacio central de la pol¨ªtica catalana. El podio esta vez es para los perdedores.

Ha perdido Artur Mas con sus pretensiones plebiscitarias, para s¨ª mismo y para la independencia expr¨¦s en 18 meses, doblemente rechazadas por los electores catalanes: no al presidente, no a la independencia. Recordemos sus palabras y las de sus amigos, sin margen de ambig¨¹edad. Quien no votara a las formaciones independentistas ¡ªJunts pel S¨ª y CUP¡ª iba a sumar sus votos a los del PP contra la soberan¨ªa. No habr¨ªa medias tintas: o se arriesgaban a votar independencia para luego conseguir el refer¨¦ndum o se resignaban a apoyar el status quo, es decir, al gobierno de Rajoy y al PP. La lectura de las elecciones como plebiscito conduc¨ªa a contar solo s¨ªes y solo noes.

El ¨²nico resultado que val¨ªa para una apuesta tan alta era superar el 50% de los votos, esa cifra m¨¢gica que TV-3 en la noche electoral situaba ilusionadamente a dos escasas d¨¦cimas en el sondeo a pie de urna en el que daba de 63 a 66 diputados a JpS. Las explicaciones posteriores, prodigadas incluso en art¨ªculos en la prensa internacional, son verdaderamente sonrojantes.

Tras proponer una lectura plebiscitaria antes de ir a las urnas, entre otras cosas para movilizar a su electorado, Artur Mas y los medios amigos se sacan de la manga una lectura en clave estrictamente de elecciones representativas para el parlamento auton¨®mico, que les permite incluso proclamar su inexistente victoria. Adjudican a Catalunya S¨ª que es Pot un 11% de indecisos o indefinidos e invierten as¨ª el sentido del voto: el No pierde con el 38,5% frente a la curiosa victoria del S¨ª con el 47,8%. Una burda trampa que no cuela, lo siento. Quienes no votaron S¨ª, el 52,2%, rechazaron el plebiscito planteado por Mas para s¨ª mismo y para su independencia con prisas. Haberlo dicho antes.

Recordemos que la l¨®gica de JpS, anunciada en varias ocasiones por el propio Mas, era que su lista ¨²nica presidencial deb¨ªa obtener la mayor¨ªa absoluta de diputados y a ser posible de votos para que se produjera la lectura internacional favorable a la independencia. No ha conseguido ni la una ¡ª62 diputados a 6 de la mayor¨ªa absoluta¡ª, ni la otra ¡ª39,5%, a m¨¢s de 10 puntos del 50%¡ª. La mayor¨ªa independentista que pretende exhibir exige ahora que los diez diputados de la CUP se sumen a su investidura y probablemente a su mayor¨ªa, en una f¨®rmula que pretende sentar juntos a neoliberales atlantistas y europe¨ªstas con chavistas antieuropeos y antiamericanos. La lectura internacional se aventura ciertamente comprometida.

En clave presidencial, las cosas todav¨ªa pintan peor. Para conseguir este resultado, ha tenido que esconderse en la cuarta plaza, evitar todo balance de gobierno, esquivar las responsabilidades por la corrupci¨®n de su partido y situar en cabeza de la candidatura a un pol¨ªtico como Ra¨¹l Romeva con abiertas afinidades con la CUP. Aunque exhiba como proeza los 72 diputados independentistas que se sentar¨¢n en el Parlament, la cifra m¨¢s alta de toda la historia parlamentaria catalana, todos sabemos que se debe al sencillo trasvase o conversi¨®n de Converg¨¨ncia ya sin Uni¨® al campo independentista, con la consiguiente sangr¨ªa desde los 62 diputados de CiU que recibi¨® Mas en 2010, a los 50 de 2012 y a los 29 de CDC ahora.

Cuando se juega al todo o nada, las victorias se trocan en derrotas, y en este caso doble, personal y de partido. Si hay vencedores, est¨¢n agazapados, como es el caso de Oriol Junqueras y Esquerra Republicana, o lo son desde posiciones minoritarias pero ascendentes que les permite convertir su debilidad en fortaleza, como es el caso de la CUP y de Ciutadans.

La mayor paradoja de estas elecciones es que la clave plebiscitaria tan reivindicada se ha convertido en un castigo auto infligido por quien la propuso. Los 62 diputados de que dispone Artur Mas compondr¨ªan un grupo magn¨ªfico en cualquier parlamento en condiciones normales, puesto que no ser¨ªa especialmente dif¨ªcil hilvanar un programa que atrajera los seis diputados que le faltan para la investidura y para gobernar. En las actuales condiciones excepcionales, esta vez es Artur Mas quien se encuentra ante un dilema sin matices: o la CUP se le entrega a cambio de nada o de muy poco o es ¨¦l quien se entrega a la CUP con todas las consecuencias. A menos que quiera convocar de nuevo a los electores, y ya van tres, para que emitan otra vez el voto de su vida.