El silencio de los tesoreros
Con sintom¨¢tica coincidencia, todos se aferran a la t¨¢ctica de la negaci¨®n de la evidencia a toda costa, como el c¨®nyuge del cuento, sorprendido en flagrante infidelidad
La corrupci¨®n pol¨ªtica no es un acontecimiento ocasional y extraordinario que ocurri¨® hace tiempo, del que ahora nos llega la noticia a remolque de la tard¨ªa intervenci¨®n judicial. Es una pr¨¢ctica antigua, pero permanente. No es localizable solamente en un lugar ni ¨¢mbito administrativo. Aunque la mayor¨ªa de los gestores y funcionarios p¨²blicos son honestos, la corrupci¨®n puede brotar, como las setas, en cuanto haya espacios de decisi¨®n pol¨ªtica con trascendencia econ¨®mica relevante. Y brota, de hecho, en ¨¢reas de decisi¨®n internacionales, estatales, auton¨®micas y municipales.
Las pr¨¢cticas de corrupci¨®n pol¨ªtica son pr¨¢cticas delictivas, como las de los dem¨¢s delitos contra el patrimonio, como las estafas, defraudaciones, encubrimientos, falsedades o blanqueos de capitales. Como en todos estos delitos econ¨®micos, en los de la corrupci¨®n pol¨ªtica hay delincuencia a gran escala y peque?os delincuentes, de escasa complejidad operativa y moderado alcance econ¨®mico. La corrupci¨®n pol¨ªtica a gran escala tiene todos los caracteres criminol¨®gicos de cualquier otra organizaci¨®n criminal: Proyecto delictivo de lucro ilegal permanente o duradero; estructura compleja y jerarquizada con divisi¨®n de funciones; utilizaci¨®n de las estructuras e instituciones legales para mantener apariencia de licitud; para¨ªsos fiscales; aseguramiento y distribuci¨®n del bot¨ªn. En la c¨²spide hay altos responsables de la Administraci¨®n p¨²blica y de la gesti¨®n financiera privada, concertados en su prop¨®sito delictivo, y amparados en la coartada de su privilegiado estatus pol¨ªtico o social, que siempre consideran inexpugnable e inagotable. En la estructura del organigrama est¨¢n los empleados p¨²blicos y privados, tesoreros, expertos de ¨¦lite, testaferros, oficinistas, e incluso v¨ªctimas c¨®mplices, siempre conocedores de la trama, atrapados por su mayor o menor participaci¨®n en los beneficios, o por su simple permanencia en el negocio o empleo. Todos comprometidos en la prosecuci¨®n de las actividades corruptas, en mantener la apariencia de normalidad legal y, sobre todo, en el imprescindible silencio. Porque las organizaciones criminales duran lo que dura ese silencio. En cuanto alguien de la estructura se decide a romper el silencio, a cantar, se desmorona el negocio. Y no est¨¢ claro si se desmorona cuando empiezan a cantar o si, m¨¢s bien, cantan cuando empieza a desmoronarse.
Se premia la confesi¨®n, aunque sea una confesi¨®n sin arrepentimiento, para obtener una rebaja penal, y tard¨ªa, hecha cuando el proceso ya est¨¢ en marcha
Sin embargo, no existe experiencia de que ning¨²n capo o alto responsable de una organizaci¨®n criminal, o de una trama de corrupci¨®n a gran escala, hayan cantado confesando sinceramente la totalidad de sus fechor¨ªas. Cuando parece que confiesan parte de lo que saben, aunque sea para eludir mayores responsabilidades, est¨¢n intentando distraer, ocultar, tergiversar o encubrir. Esto es, probablemente, lo que hizo el viejo Pujol, que ahora hemos sabido que siempre minti¨®, incluso a su Parlament. Solo cuando no son altos responsables, sino subalternos, pueden llegar a traicionar a sus jefes para no hundirse con ellos. O sea, o cantan poco porque lo saben todo, o cantan todo porque saben poco.
Las leyes fomentan la ruptura del silencio. Hasta 1995 la confesi¨®n antes de empezar el proceso, movida por arrepentimiento espont¨¢neo, atenuaba la pena. Desde el siglo XIX era un premio penal basado en razones morales. Pero desde 1995 lo moral importa menos que el pragmatismo. Se premia la confesi¨®n, aunque sea una confesi¨®n sin arrepentimiento, para obtener una rebaja penal, y tard¨ªa, hecha cuando el proceso ya est¨¢ en marcha, cuando el montaje de la corrupci¨®n ya ha empezado a desmoronarse.
Ser¨ªa razonable que los tesoreros se acogieran a esa ventaja de la atenuante por confesi¨®n tard¨ªa cuando la Guardia Civil ya est¨¢ a la puerta de sus casas o de sus sedes pol¨ªticas o financieras. No obstante, nunca cantan. No cantaron Naseiro ni Lapuerta. Ni siquiera cant¨® B¨¢rcenas que, seg¨²n las hemerotecas, durante cinco meses neg¨® la autenticidad de ¡°los papeles de B¨¢rcenas¡±, aparecidos sin su voluntad ni colaboraci¨®n. Tampoco han cantado Os¨¢car ni Viloca. Todos ellos, con sintom¨¢tica coincidencia, se aferran a la t¨¢ctica de la negaci¨®n de la evidencia a toda costa, como el c¨®nyuge del cuento, sorprendido en flagrante infidelidad, formulando la in¨²til frase de ¡°puedo explicarlo, no es lo que parece¡±.
Pero s¨ª es lo que parece. Los tesoreros son los administradores de las finanzas de los partidos. Cuando hay corrupci¨®n son los gestores de los negocios il¨ªcitos, intermediarios de sus financiaciones ilegales, recaudadores irregulares o coactivos, engranaje central del capo. Lo saben todo de propia mano. Por eso, como el c¨®nyuge infiel del cuento, no pueden dar explicaciones. Por eso no pueden acogerse a la atenuante de confesi¨®n. Por eso, como sus capos, callan.
Josep Maria Mena fue fiscal jefe del Tribunal Superior de Justicia de Catalu?a
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