Encuentros con un triple asesino
"?Conoce usted a este hombre?", me pregunt¨® el magistrado Fernando Valle. Al mirarle, Cuartero sonri¨® y asinti¨®. Fue condenado a 59 a?os de prisi¨®n.
Seg¨²n el libro de estilo de este diario, tus problemas como periodista son tuyos. A usted, lector, le da igual si el alcalde ha decidido no coger tus llamadas, si tu polic¨ªa de confianza sigue enfadado o si esa madrugada el jefe de prensa tiene el m¨®vil apagado. En la noticia le servimos la informaci¨®n que sabemos, no le contamos cu¨¢nto nos ha costado ni c¨®mo la hemos conseguido... ?Pero en la cr¨®nica? ?Qu¨¦ no est¨¢ permitido en la cr¨®nica?
La cita lleg¨® r¨¢pido, mucho m¨¢s de lo que hubiese pensado. Para entonces a¨²n no sab¨ªa que se trataba de un triple asesino. Solo hab¨ªa recibido un mail desde una cuenta desconocida que dec¨ªa: mira el perfil de Facebook de Alejandro Cuartero. Al hacerlo, descubr¨ª varias fotos de la t¨ªa de la adolescente de 16 a?os y la pareja de ancianos, de 87 y 88 a?os, que hab¨ªan muerto a golpes en un piso, al lado de la Sagrada Familia, un d¨ªa antes. Por los comentarios de las fotos, se deduc¨ªa que Cuartero hab¨ªa mantenido una relaci¨®n sentimental con esa mujer, M¨®nica, que ella le hab¨ªa dejado, y que ¨¦l viv¨ªa en el desconsuelo desde entonces.
Mi mensaje era escueto, le propon¨ªa hablar con ¨¦l sobre los asesinatos, y le dejaba mi tel¨¦fono. Hice lo mismo con M¨®nica. Normalmente, los afectados no suelen contestar, pero ?lex llam¨®, y me cit¨® en una cafeter¨ªa en la Avenida de Tibidabo. Yo me llev¨¦ a una periodista y amiga, que se sent¨® a dos mesas de nosotros. Ya entonces nos parec¨ªa todo raro.
?lex lleg¨® puntual, con su sombrero de cowboy, unos pantalones de cuero negros y unas botas de piel de serpiente. Ten¨ªa una leve cojera. Amable, y aparentemente sereno, se pidi¨® un Cacaolat, que se bebi¨® con pajita y empez¨® a hablar, durante m¨¢s de una hora.
"Estoy deshecho, llevo ya un a?o deshecho...". Es el tiempo que hac¨ªa que M¨®nica hab¨ªa roto con ¨¦l. Se hab¨ªan conocido hac¨ªa unos 10 a?os, a trav¨¦s de un anuncio en un diario. "La vi y pens¨¦, me voy a enamorar y voy a sufrir". Juntos empezaron una relaci¨®n, hasta que en San Juan de 2011 ella le dej¨®. "Con una carta", enfatizaba, y justo despu¨¦s de que le operasen de un tumor cerebral. Pero siguieron vi¨¦ndose.
Tanto es as¨ª que a la primera persona a la que llam¨® M¨®nica cuando encontr¨® los cad¨¢veres de sus padres y su sobrina fue a ¨¦l. "Vente corriendo a casa, que est¨¢n todos muertos, me dijo. Y primero dices: ?he o¨ªdo bien? ?qu¨¦ dices? ?Que venga corriendo a casa porque est¨¢n todos muertos?". Pero al llegar al piso, la frialdad de M¨®nica, insist¨ªa, le descoloc¨®. "Conoci¨¦ndola, que pasaba una mosca y se desmayaba, cojones. ?Y has encontrado a toda tu familia muerta y te quedas tan pancha?".
Y as¨ª empez¨® a desgranar su teor¨ªa: las muertes beneficiaban a M¨®nica, porque se quitaba la carga de cuidarles, y cobraba un supuesto seguro. "Ahora se ha sacado la m¨¢scara y veo c¨®mo es", dec¨ªa, se?al¨¢ndola. Pero al segundo se desdec¨ªa: "Te vas a re¨ªr, pero la echo mucho de menos. No quiero cre¨¦rmelo, lo he puesto aparte, para m¨ª eso es una pel¨ªcula".
A los pocos d¨ªas, ?lex me volvi¨® a llamar, ten¨ªa algo que ense?arme. Nos citamos en la misma zona, rodeados de polic¨ªas de paisano que segu¨ªan sus pasos. ?lex me mostr¨® tres mensajes manuscritos. Asegur¨® que los hab¨ªa apuntado del m¨®vil de M¨®nica, que le hab¨ªa cogido en un descuido. "Rubia, el bonus era por dos y salieron tres. Nos debes guita. P¨¢sate por donde sabes y cerramos business. Hazlo y te damos llave del piso". Intentaba convencerme de que ella hab¨ªa encargado el crimen a unos sicarios sudamericanos. Tambi¨¦n intent¨® que el juez y los Mossos, a los que envi¨® notas an¨®nimas, creyesen esa versi¨®n.
A¨²n ver¨ªa dos veces m¨¢s a ?lex. Una fue el 24 de febrero, pasadas las diez de la noche, cuando el equipo de homicidios le detuvo en su casa, donde viv¨ªa con su anciana madre, por los tres asesinatos. Al d¨ªa siguiente, desde prisi¨®n, me llam¨®: "He encontrado tu tarjeta con tu tel¨¦fono, es lo ¨²nico que ten¨ªa al entrar aqu¨ª. Yo no he sido".
La siguiente ocasi¨®n fue el 13 de marzo, en el juicio, donde tuve que declarar como testigo. "?Conoce usted a este hombre?", me pregunt¨® el magistrado Fernando Valle. Al mirarle, Cuartero sonri¨® y asinti¨®. Fue condenado a 59 a?os de prisi¨®n. Desde su ruptura con M¨®nica, la espi¨®, le puso un GPS en el coche, la amenaz¨® con suicidarse, e incluso le dijo que la vigilaba desde una c¨¢mara cercana. La tesis policial es que mat¨® a su familia, con una brutalidad estremecedora, para vengarse.
Hace cuatro a?os de los cr¨ªmenes. En noviembre del 2014, Cuartero muri¨® de c¨¢ncer en prisi¨®n. Un mes antes intent¨®, una vez m¨¢s, comunicarse con M¨®nica. Le escribi¨® una carta, donde la insultaba, pero tambi¨¦n le ped¨ªa un mech¨®n de cabellos para recordarla.
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