Deudas de gratitud
V¨ªctor Pablo P¨¦rez regresa al podio de la Sinf¨®nica de Galicia vitoreado por sus admiradores
V¨ªctor Pablo P¨¦rez (Burgos, 1954) volvi¨® el pasado viernes en A Coru?a al podio de la Orquesta Sinf¨®nica de Galicia (OSG) arropado por una gran ovaci¨®n y alg¨²n que otro grito de ?bravo! La labor de formaci¨®n casi desde cero de la que es considerada la mejor orquesta de Espa?a es acreedora de gratitud, que los aficionados manifiestan siempre; con toda l¨®gica. Veinte a?os de titularidad dan tambi¨¦n para crear toda una red de incondicionales. En programa, Balc¨¢nicas, de Juan Manuel Ruiz (Las Palmas, 1968), el Concierto para piano en la menor, op 16 de Edvard Grieg, con Alice Sara Ott (M¨²nich, 1988) como solista, y la Sinfon¨ªa n? 1, op. 10 de Shostak¨®vich.
En las tres obras tambi¨¦n hay una deuda, en este caso por la influencia que muestran de sus escuelas o antecedentes m¨¢s o menos inmediatos. Grieg estudi¨® piano en el conservatorio de Leipzig a partir de 1858 con 15 a?os, pero su gran sensibilidad se rebelaba contra la f¨¦rrea disciplina t¨¦cnica impartida. Pese a ello, esta t¨¦cnica se transluce en su obra pian¨ªstica. Pero el mayor y m¨¢s directo antecedente de la obra programada por la OSG es el Concierto para piano, op 54 de Robert Schumann, escrito en la misma tonalidad, especialmente por lo que se refiere a sus secciones m¨¢s l¨ªricas.
Alice Sara Ott tiene una admirable t¨¦cnica, con buenas octavas, digitaci¨®n de gran fluidez, un brillo sedoso en sus perlados y unos sobreagudos muy ¡°l¨ªquidos¡± que hacen desaparecer a voluntad el t¨ªpico tableteo de esa zona del piano. El inicio algo lento y alg¨²n leve rubato marcaron la l¨ªnea del primer movimiento. Ya en este, un precioso equilibrio en su di¨¢logo con el fagot mostr¨® la concentrada atenci¨®n a las intervenciones de la orquesta que mantuvo a lo largo de todo el concierto. La cadenza tuvo un buen equilibrio de fuerza y sensibilidad y el Adagio tuvo un suave lirismo.
En el movimiento final su atenci¨®n a la orquesta tuvo una mayor intensidad y frecuencia, pareciendo tirar de ella con la cabeza en varias ocasiones. Tanto en este movimiento como en el Allegro inicial, las intervenciones de los tutti, especialmente en los metales, lucieron una cierta brusquedad. En todo momento la orquesta mostr¨® su gran ductilidad para adaptarse a los requerimientos de cada batuta.
La de V¨ªctor Pablo es especialmente propicia a obras con grandes efectivos, por lo que las dos obras orquestales programadas son especialmente adecuadas a su forma de hacer. En palabras de su autor, Balc¨¢nicas contiene ¡°recursos como la expansi¨®n constante de los materiales, incisivas disonancias en las cadencias, contrastes din¨¢micos y r¨ªtmicos abruptos y momentos clim¨¢ticos por acumulaci¨®n progresiva de la densidad orquestal¡±. En resumen, una obra que ni hecha a medida para el maestro burgal¨¦s.
Hablando de deudas e influencias, la obra de Ruiz llega a sonar en bastantes momentos ¨Cespecialmente de sus movimientos primero y tercero- tanto o m¨¢s shostakovichiana que la Primera del propio compositor ruso. La oscuridad de las cuerdas al principio del segundo, el solo de oboe, muy bien interpretado por David Villa, y el de corno ingl¨¦s (sentido y generos¨ªsimo como siempre en su fraseo Scott MacLeod) lo ti?en de un tono fuertemente eleg¨ªaco. Y este se convierte en clave de todo el arco de Balc¨¢nicas. Sus fuertes contrastes din¨¢micos fueron notablemente remarcados por V¨ªctor Pablo y la Orquesta Sinf¨®nica de Galicia mostr¨® su buen sonido habitual.
La versi¨®n de la Sinfon¨ªa n? 1 de Shostak¨®vich estuvo impregnada de estos contrastes y alg¨²n que otro exceso din¨¢mico. A todo lo largo de la versi¨®n de la obra a las ¨®rdenes de V¨ªctor Pablo fueron muy de destacar esas caracter¨ªsticas y -como de costumbre- las excelentes intervenciones de los solistas. Fueron protagonistas el oboe de Villa, el fagot de Steve Harriswangler, el chelo de Ruslana Prokopenko, la flauta de Claudia Walker Moore, el piccolo de Juan Ib¨¢?ez, la trompa de Jos¨¦ Sogorb y el viol¨ªn del concertino invitado, Viatcheslav Chestiglazov. Y muy especialmente Ludmila Orlova -madre de Chestiglazov-, que marc¨® a fuego desde el piano la fuerza y el car¨¢cter r¨ªtmico del segundo movimiento y del Allegro molto final.
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