Memoria: dispara y olvida
¡°As¨ª te har¨¢s un hombre y sabr¨¢s lo que es la vida¡±, argument¨® mi madre para que dejara de lloriquear porque me iba a la 'mili'
¡°As¨ª te har¨¢s un hombre y sabr¨¢s lo que es la vida¡±, argument¨® mi madre para que dejara de lloriquear porque me iba a la mili. ?Y saber que a los 17 a?os Thomas Edward Lawrence, predestinado Lawrence de Arabia, ya se hab¨ªa escapado de casa en bicicleta para presentarse a la Royal Artillery!, me confrontaba para infundirme ¨¢nimos, yo, a mis 23, a¨²n m¨¢s acobardado por si me declaraban pr¨®fugo, lo que unido a ser reci¨¦n titulado en periodismo sin visos de trabajo me abocaba a una angustia sartreana tremebunda¡ En fin, abreviando: que tras largo periplo por la geograf¨ªa castrense de Espa?a acab¨¦ mi servicio militar en el "Acuartelamiento de El Bruch" de Barcelona, al ladito de la l¨ªnea 3 del metro (lejos del glamour del eje ferroviario Berl¨ªn-Bagdad alem¨¢n que tanto obsesionaba a los mandos ingleses de Lawrence), a 15 paradas de casa, pues, para disgusto may¨²sculo de mi progenitora. A¨²n as¨ª, tras licenciarme del Ej¨¦rcito jur¨¦ que nunca m¨¢s pisar¨ªa la caserna. Lo cumpl¨ª durante 29 a?os, hasta el pasado s¨¢bado.
Sab¨ªa que la magdalena proustiana tornar¨ªa en pesadilla. Y en el primer tenderete del engalanado patio de armas con motivo de las puertas abiertas del D¨ªa de las Fuerzas Armadas asom¨® ya un flashback negro. Como en un mercadillo, junto al fusil Barret M-95 y el lanzagranadas AG-36 (¡°uy, est¨¢ fabricado en Alemania y garantizan miles de disparos sin encasquillarse¡±, expon¨ªa el soldado con el entusiasmo del vendedor de electrodom¨¦sticos a comisi¨®n) hab¨ªa un HK G-36, ¡°m¨¢s f¨¢cil de desmontar y ligero que el CETME¡±. ?Qu¨¦ dijo! ?Oh, aquellos CETME, cu¨¢nta mili encima!: buena parte de los de mi compa?¨ªa se cargaban mortalmente d¨¢ndole un seco golpe en el suelo y si quer¨ªa disparar al centro de la diana deb¨ªa apuntar, con el m¨ªo, al cuadrante inferior izquierdo. Tales virtudes tecnol¨®gicas forzaron mi ¨²nica acci¨®n violenta en 12 meses: amenac¨¦ con un culatazo en los dientes a uno que le dio por hacer el Rambo en el cami¨®n que nos transportaba a pr¨¢cticas de tiro con balas reales en el cargador.
Ya estaba en situaci¨®n: mucho cr¨ªo, ondeando una bandera espa?ola de pl¨¢stico, iba de camuflaje como sus progenitores; una rubia platino?enfundada en ajustados pantalones caqui, botas militares y una camiseta negra donde, bajo fondo rojigualdo, se le¨ªa ¡°La Legi¨®n, orgullo patrio¡±, se cruz¨® con un se?or entrado en a?os y barriga, gafas de sol y boina negra de paracaidista, mientras el ronco hilo musical dejaba caer el pasodoble del Soldadito espa?ol. Tuve as¨ª que reprimir no encaramarme a la torreta de la ametralladora del tractor oruga Tom (¡°no es estanco: el agua llega hasta el pecho, te acostumbras¡±, dec¨ªa su conductor) o al de sugerente nombre VAMTAC, decepcionantes siglas de Veh¨ªculo de Alta Movilidad T¨¢ctico (todo es muy l¨®gico y lineal en el Ej¨¦rcito: ordenar y cumplir). M¨¢s costaba contenerse ante el imponente tanque Leopardo 2E. El ejemplar, bautizado Brunete, de 2004, ten¨ªa un ¡°precio estimado de 7.067.589,80 euros¡± (as¨ª se estima en el Ej¨¦rcito). Y me contuve de interrumpir al suboficial sobre si era tarifa de concesionario, enfrascado en informar a la siempre experta audiencia: ¡°?Puede llevar ametralladoras m¨¢s grandes que las de 7,62?¡±, inquir¨ªa el hombre enjuto de las rayban que ya hab¨ªa provocado admiraci¨®n por sus aavezadas intervenciones en la secci¨®n de fusiles.
El precio me transport¨® a las 500.000 pesetas de 1986 que uno de los hijos Pujol-Ferrusola iba preguntando si ten¨ªas, como calderilla, para invertir en bolsa, cuyas cotizaciones consultaba cada ma?ana en la prensa mientras supuestamente hac¨ªa la mili. ¡°Me han avisado de una oportunidad que puede estar bien¡±, sol¨ªa decir. Era de los poqu¨ªsimos que iba de paisano para facilitar su salida y entrada del cuartel, conseguidor nato de los pedidos m¨¢s extra?os de la alta oficialidad, como la renovaci¨®n, fuera de plazo, claro, del permiso de caza del coronel.
En un halo de irrealidad que el calor acentuaba, en el puesto de un GRS (Grupo de Reserva y Seguridad; la l¨®gica, ya saben) de la Guardia Civil, porras, cascos, escopetas y escudos conformaban la secci¨®n ¡°control de masas¡±, precedida por una imagen de unos antidisturbios en plena acci¨®n callejera. Entre las brumas reverberantes del mediod¨ªa, surgi¨® un joven de larga melena y camiseta heavy de Metallica que sacaba fotos, que se me antoj¨® o bien figurante de supuesto agente provocador para una inminente exhibici¨®n del GRS o que su impunidad s¨®lo se explicaba por ser hijo descarriado de alg¨²n mando.
Bajo los acordes del Ardor guerrero, pas¨¦ de largo de las tentadoras rebajas en llaveros, camisetas y gorras (m¨¢s baratas que cuando uno deb¨ªa acudir al mercado negro cuando te la robaban en la mili en una de las peri¨®dicas plagas de sustracciones) y tambi¨¦n del simulador de cabina de un F-18 Hornet, disuadido por la cola y el inquietante lema del grupo: ¡°Quien ose, paga¡±. Me detuve, eso s¨ª, ante el URG VAMTAC-S3, cacho veh¨ªculo que regresaba, visibles algunas cicatrices, de siete a?os en Harat (Afganist¨¢n), algo que el San Bernardo de los zapadores, iconoclasta, no respet¨® al miccionar en una de sus ruedas. ¡°No me jodas, que ha de durar 10 a?os m¨¢s¡±, le solt¨® el soldado. En el cap¨®, una militar:?en realidad, no hab¨ªa puesto en el que no hubiera representaci¨®n soldadesca femenina, en una estudiada mise-en-sc¨¨ne s¨®lo igualada en lo pol¨ªticamente correcto en una exposici¨®n sobre transmisiones: junto a la foto de unos Requet¨¦s en una trinchera en funciones de propaganda con un gram¨®fono, otra de dos militares republicanos manejando una radio¡
¡°?Vamos soldado, vamos!¡±, pon¨ªa de atrezzo sonoro un militar a la ni?a que, banderita rojigualda pintada en la mejilla con un stick maquillador de los soldados, se arrastraba en una minipista americana, como uno huy¨® reptando debajo de la litera una larga noche en la que un brigada macerado en alcohol apunt¨® inopinadas inclinaciones sexuales¡ Suerte que el imponente helic¨®ptero Tigre y el casco de su piloto que puede dirigir con la mirada la ametralladora me devolvi¨® a la realidad. O no: el emblema de la compa?¨ªa, manchega, es el Post tenebras spero lucem del impresor del Quijote.
Suficiente. A la salida, imposible reprimir la mirada de soslayo a una de las garitas donde uno dej¨® jirones de su vida en madrugadas absurdas combatidas contando coches de la Diagonal. Hoy, no se ve a nadie: sobresale del torre¨®n una c¨¢mara de seguridad. No hay reproche, ni a la madre, ni a la madre patria. Pasan cosas en la vida; hay momentos, susurros de la nostalgia. Y desaf¨ªos de la memoria; la m¨ªa me devolvi¨® el tipo de funcionamiento del armamento del Tigre: ¡°Dispara y olvida¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.