Ese loco batiburrillo

Procuremos ser sint¨¦ticos. El Teatro del Arte es un espacio propicio para apuestas marcianas, pero lo de este mi¨¦rcoles puede que excediera los confines del sistema solar. Las distancias importan: los dos hombres y dos mujeres de Orchestra of Spheres provienen de Nueva Zelanda, el ¨²ltimo de los quintos pinos, y no se atienen a razones ni en el vestuario, una zarrapastrosa colecci¨®n de t¨²nicas bereberes, vestidos de lunares, collares de papel charol, diademas con lucecitas y gafas para no ver. Alg¨²n publicista del centro liberal acabar¨ªa fich¨¢ndolos como paradigmas perroflautistas para el pr¨®ximo anuncio de campa?a.

Las referencias son cultas y su plasmaci¨®n, a menudo disparatada. Es harto probable que Baba Rossa, el pelirrojo jefe de filas, est¨¦ familiarizado con el mbalax senegal¨¦s, el krautrock alem¨¢n, los cuatro primeros discos de Talking Heads y hasta los desarrollos vocales en forma de canon, pero orilla las lecturas sesudas en beneficio de la diversi¨®n, la sonrisa y el desconcierto. Los apenas 50 espectadores no sab¨ªan si poner la mirada en blanco o levantarse y dejar que las cinturas se les desbocaran. As¨ª es ese loco batiburrillo que patentan estos kiwis, tan capaces de las prodigiosas polirritmias del bater¨ªa Woild Boin como de colorearlo todo con tecladillos de recinto ferial.

Rossa marca la pauta con su tosca guitarra de caja de galletas y una peque?a marimba digital mientras el proyector escupe un bucle de soles ¨¦tnicos, cenefas pol¨ªcromas, ojos desorbitados y espermatozoides inquietos. Lo de los ojos desorbitados viene al caso, s¨ª: este artefacto de psicodelia tribal, bien documentado en el reciente Brothers And Sisters Of The Black Lagoon (su antecesor, atenci¨®n, era Vibration Animal Sex Brain Music), no es para menos. Siete piezas en hora y cuarto, un men¨² reconfortantemente loco.