Un abanico para Cela
El Nobel vuelve al Gran Caf¨¦ Gij¨®n en su centenario de la mano de su hermano y de su hijo
Jorge Cela Trulock se lanzaba a los brazos de su hermano Camilo Jos¨¦, que le llevaba 16 a?os, cuando ca¨ªan bombas sobre Madrid. Los siete hermanos, todos mayores que ¨¦l, buscaban abrigo de cualquier manera, pero Jorge sab¨ªa lo que ten¨ªa que hacer: lanzarse a los brazos del mayor de todos. Un ob¨²s pas¨® una vez rozando la casa, pero poco tuvieron que bajar al s¨®tano.
Con el tiempo Jorge sigui¨® la vocaci¨®n de su hermano e hizo otros trabajos. Fue el que ejerci¨® en TVE la labor de fijar el idioma ejerciendo de esa tercera mano que Onetti recomendaba tener a los periodistas para no meter la pata: una que deb¨ªa golpearnos cuando dij¨¦ramos una tonter¨ªa. Y Jorge hizo mejor los telediarios de la p¨²blica.
Pero adem¨¢s fue (lo dej¨® escrito Francisco Umbral) ¡°el mejor cuentista de mi generaci¨®n¡±, y fue el fundador, con Camilo, de Alfaguara. Manuel Vicent suele decir que gracias a Jorge ¨¦l lleg¨® a la literatura y pudo seguir en ella. Ahora ya s¨®lo escribe, ni corrige ni edita; pero est¨¢ en plena forma a sus 83 a?os. Acaba de publicar El enga?oso bien de las palabras (Huerga y Fierro) y El transporte de cuadros y otras novelas (Ediciones del Viento).
De todo eso supimos anoche en un acto que devolvi¨® al Nobel al caf¨¦ que primero pis¨® en 1941 y que fue su residencia habitual durante muchos a?os. El Gran Caf¨¦ de Gij¨®n, que alberga cada lunes la tertulia de poetas Versos Pintados, invit¨® a Jorge y a Camilo Jos¨¦ Cela Conde, el hijo de Cela, porque el 11 de mayo fue el centenario del hermano y del padre. Rodeados de poetas, animados por Jos¨¦ B¨¢rcena (poeta, alma literaria del Gij¨®n) y por Mary Carmen de In¨¦s, estas dos ramas del ¨¢rbol Cela atrajeron lo m¨¢s ¨ªntimo del Nobel cuyo vozarr¨®n resuena a¨²n (dijo B¨¢rcena) en las paredes del caf¨¦ en el que est¨¢ el retrato de don Camilo como una de sus joyas.
El hijo, que organiza (¡°estupendamente¡±, dijo su t¨ªo) el centenario del Nobel, fue parco ¡°como cient¨ªfico que soy¡± (es catedr¨¢tico de Antropolog¨ªa, acaba de publicar Cela piel adentro, pero en Estados Unidos editan ahora un libro de su especialidad). Pero Jorge se explay¨® con la iron¨ªa tranquila con la que tachaba errores en los informativos de la televisi¨®n. A ¨¦l le cautiv¨® de su hermano Mrs Caldwell (1953), que influy¨® en su literatura, que empez¨® a escribir cuando ¨¦l era un chiquillo; ¡°quiz¨¢ fue por eso, por verle escribir ese libro, por lo que me pic¨® la mosca de la literatura, que no se crean ustedes que es gran cosa esa mosca impertinente¡±.
A ¨¦l lo llevaba Camilo al Gij¨®n, ¡°y aqu¨ª nos ve¨ªamos con aquel murciano, Paco Rabal¡±. Cont¨® B¨¢rcena, despu¨¦s de que el poeta Hilario Mart¨ªnez Nebreda glosara a Cela en relaci¨®n con Valle y con Rosal¨ªa, sus grandes colegas galaicos, que cuando a¨²n no era don Camilo el del vozarr¨®n llegaba en taxi al caf¨¦¡, y lo tomaba a dos pasos, en la plaza de Col¨®n. S¨®lo por el gusto de aparentar.
Ese Camilo es el que se fijaba en ese caf¨¦ (y en otros) para escribir La colmena. No fue el Gij¨®n el que la inspir¨®, ¡°pero como si lo fuera¡±, dijo Jorge pr¨¢ctico. La presidenta de los poetas exhibi¨® un abanico del 1800 que es emblema de este club cafetero; dijo que Cela pudo usarlo para viajar por La Alcarria. Los poetas estaban contentos de abanicar a Cela.
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