Bienvenido ¡®Mr. Who¡¯
A tiempo que el alivio del subdesarrollo en blanco y negro de los tiempos de Bienvenido Mr. Marshall pas¨® del tecnicolor a gog¨® a la pantalla plana en alta definici¨®n con todos los colores de Espa?a; ha tiempo que la Historia con may¨²scula obviara en el nodo que la visita de Eisenhower a Madrid significaba que el otrora general invencible se dejaba abrazar por un dictador fascista que le sonri¨® a Hitler en la cara y ha tiempo que meseras y camareros de la Gran V¨ªa, hostaleros de toda la villa y taxistas de por lo menos dos generaciones aprendieron a distinguir entre el americano amable y el gringo necio. El primero se esfuerza por pronunciar el apellido Vel¨¢zquez (acentuando la zeta) y come de todo, mientras que el segundo no puede vivir sin la hamburguesa, confunde Ibiza con las luces de toda noche y constantemente ebrio, no s¨®lo evita el museo del Prado sino que prefiere ir a Las Ventas para horrorizarse con la sangre (aunque venga de vacaciones, habiendo bombardeado Mosul).
No todos, pero muchos turistas llegan a Madrid con el ¨¢nimo de sus Estados nacionales a cuestas. Est¨¢n los celtas dips¨®manos que llegan al Bernab¨¦u sin saber que Madrid est¨¢ en Espa?a y los mexicanos que descienden en Barajas avergonzados por tanta mala noticia, tanto narco y tanto pol¨ªtico corrupto que dejaron dizque lejos cuando en realidad corren el riesgo de top¨¢rselos en el AVE a Barcelona y est¨¢n los ingleses que ya no siendo europeos lamentan las antiguas ventajas de saberse en comunidad. No todos, pero muchos norteamericanos sacan el perrito caliente en cuanto recuerdan las fibras patrioteras que insuflaban su engreimiento y es muy probable que estemos al filo de un renacimiento del visitante majadero, del gringo malo que se cree due?o de toda paella por contar con un engre¨ªdo en la Casa Blanca.
Habremos de ejercer la cordialidad de siempre, apuntalada con no pocas dosis de extremada paciencia, ante la gringa racista que ¡ªsinti¨¦ndose liberada de la presidencia en manos de unos negros¡ª mire con desd¨¦n al gitano limpiabotas de la Montera y al viejecillo de boina de anta?o que no tiene por qu¨¦ entender peroratas en ingl¨¦s. Es probable que nos topemos con pandillas de enloquecidos vacacionistas altaneros y dictatoriales, autoritarios hasta para exigir la en¨¦sima cerveza y obnubilados con la mentira de que su nuevo Gobierno pretende recuperar una ut¨®pica grandeza m¨¢s cercana a los planos del arquitecto Albert Speer que a la vera grandeza de los pasados ocho a?os que, ojal¨¢, vuelva a inundar los museos y los conciertos, los parques y los paseos de Madrid con el entra?able inter¨¦s de los sabios amables, magos y reyes de una epifan¨ªa que me temo ser¨¢ cada vez m¨¢s ocasional.
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