Todav¨ªa mientras tanto
Quiz¨¢ exista una correlaci¨®n entre el votante que ha abandonado a los socialistas para emigrar a Podemos y las condiciones de flaqueza imprevista de las clases medias
Se ha convertido en un t¨®pico culto imbatible que las izquierdas en Podemos y En Com¨² Podem prosperan gracias a su apelaci¨®n a los sentimientos y las emociones. El enunciado var¨ªa pero el objetivo es siempre el mismo: desactivar o minimizar las causas racionales y los datos objetivos que explican esos cinco millones de votos que, seg¨²n las encuestas, siguen estables tras las ¨²ltimas trifulcas.
Parece irrebatible que la emoci¨®n juega un papel en la germinaci¨®n de esos nuevos movimientos y sin embargo no parece que la emoci¨®n est¨¦ fuera del mapa medi¨¢tico socialista. Posiblemente en su caso se trata de la apelaci¨®n a otra franja emotiva. La moderaci¨®n y el sosiego, la calma ante la adversidad y la pacificaci¨®n de las reacciones se sobrelleva mejor desde una posici¨®n confortablemente media, m¨¢s o menos protegida, mientras que esa misma moderaci¨®n se complica mucho cuando ni la estabilidad, ni la prosperidad ni las expectativas comparecen por ning¨²n sitio.
Quiz¨¢ exista, incluso, una correlaci¨®n documentable entre el votante que ha abandonado a los socialistas para emigrar a Podemos y las nuevas condiciones de flaqueza imprevista de las clases medias. Es verdad que se les puede recriminar escasa abnegaci¨®n ante los esfuerzos ¨ªmprobos que han hecho sus gobernantes para protegerlos. Pero deducir de ah¨ª que se mueven por razones emocionales y no por aspirar a otras pol¨ªticas convierte a los fugados hacia Podemos en caprichosos radicales y ridiculiza las razones de fondo para la mera existencia de esa nueva izquierda.
La frontera entre la oferta socialista y de Podemos no ha hecho m¨¢s que crecer en los ¨²ltimos meses y comporta una consecuencia l¨®gica y nada tranquilizadora: mientras el partido socialista acent¨²a su centralidad con el apoyo al Gobierno de Rajoy (a la vez que magnifica sus ¨¦xitos menores), Podemos se sit¨²a en el territorio electoral y social que los socialistas han ido abandonando, como si hubiesen dejado de luchar por ¨¦l y se resignasen a haberlo perdido. O bien no es verdad que las razones electorales de Podemos son b¨¢sicamente emocionales, o bien las emociones a las que apelan los socialistas se parecen demasiado a las del viejo Pujol pol¨ªtico: el peix al cove, nadar y guardar la ropa, aguantar el chaparr¨®n y confiar en que mejore la situaci¨®n econ¨®mica para que la recuperaci¨®n de las clases medias haga regresar a ese votante a una opci¨®n m¨¢s moderada.
Es posible que haya cinco millones de sentimentales que votan a Podemos porque rigen mal. Pero reducir su voto a razones emocionales parece negarse a aceptar que en Podemos existe una racionalidad program¨¢tica, sin duda discutible, quiz¨¢ ut¨®pica o incluso impracticable. Su sistem¨¢tica demonizaci¨®n por equiparaci¨®n a la toxicidad objetiva de Trump, Brexit o Marine Le Pen me parece una forma de neutralizaci¨®n falsificadora del significado de Podemos en Espa?a y de Ada Colau en Catalu?a. Parece sobre todo una permisiva intoxicaci¨®n informativa destinada a no enfrentarse a la evidencia de la crisis de ideas y de proyecto de la socialdemocracia cl¨¢sica. En un art¨ªculo reciente en La Maleta de Portbou, Pau Mar¨ª-Kloze prueba con los datos en la mano que los partidos socialistas en el poder (Zapatero o Hollande) no han renunciado a los planes de la socialdemocracia, y sin embargo la percepci¨®n global en ambos casos ha sido esa abdicaci¨®n. En el socialismo franc¨¦s las sorpresas est¨¢n llegando desde el sector que exige una reasunci¨®n de los deberes de una socialdemocracia descolocada, quiz¨¢ precisamente porque la socialdemocracia no ha muerto, aunque haya hecho lo posible para que lo parezca. Pero de nuevo asignar la responsabilidad de esa percepci¨®n equivocada a Podemos parece un an¨¢lisis excesivamente superficial de las razones de su votante.
Mientras tanto, ay, mientras tanto, las posibilidades de alguna forma de acuerdo de gobierno entre dos izquierdas parecen desvanecerse a cuenta del vencedor de Vistalegre II y del interminable impasse socialista. Esa espera paciente puede servir para perpetuar la situaci¨®n actual, en la que el poder est¨¢ en unas manos (el PP), el testimonialismo socialdem¨®crata poco operativo en otras (PSOE) y la socialdemocracia adaptada a la radicalidad de la crisis en otra (Podemos). Los efectos son devastadores para cualquier aspiraci¨®n de gobierno de la izquierda y el centro izquierda en muchos a?os, pero la causa desde luego no habr¨¢ sido la apelaci¨®n a las emociones por parte de Podemos, Ada Colau y compa?¨ªa.?
Jordi Gracia es profesor y ensayista.
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