La aplastante normalidad de Ed Sheeran seduce al Sant Jordi
18.000 personas corean ¡®Barcelona¡¯, su t¨®pico homenaje a la ciudad
A la hora en punto sali¨® a escena, con un aspecto no muy diferente al de buena parte de su p¨²blico, camiseta y tejanos, cara de buen chaval, tatuajes de futbolista. Le diferenciaba una popularidad oce¨¢nica lograda con esa aplastante normalidad y con un ramillete de canciones para enternecer a tirios y troyanos. Los al menos 18.000 que llenaron el Sant Jordi para verle y escucharle. Y ante la multitud s¨®lo estaba ¨¦l, con su guitarra, su pelo pelirrojo y un despliegue de pantallas que proyectaban su imagen a tama?o gigante por todos los rincones del recinto, como si tuviese el ego m¨¢s grande que Sadam Husein. S¨ª, misterios de la popularidad que a veces sorprende con caprichosos giros. Comenzaba el concierto, una especie de foc de camp tama?o XXL.
Y durante poco m¨¢s de hora y media, Ed Sheeran mostr¨® sus recursos, los que hacen comprensible que haya escrito una letra como la que titula con el nombre de Barcelona. Porque el concierto de Ed fue el de un chaval normal y corriente de voz agradable que, contento porque tanta gente le haga caso, se pasa el rato sonriendo y cantando, como si a¨²n no se creyese lo que pasa. Ni banda, ni efectos especiales, ni nada m¨¢s que su carisma de anglosaj¨®n de andar por casa. Por eso a nadie debe extra?arle que piense que Barcelona se resume en sangr¨ªa, acento latinoamericano y chicas alegres. Fascinados por la luz de la ciudad, no olvidemos que ya s¨®lo por eso Barcelona deslumbra a quien vive bajo un cielo de esta?o, los chavales como ¨¦l, despistados, se divierten.
Tambi¨¦n su p¨²blico, que en la noche de ayer ten¨ªa una importante presencia de extranjeros, que hasta se sab¨ªan los estribillos de los teloneros. Era un p¨²blico agradecido, de este que hace la ola antes del concierto y que ya lo celebra mostrando su alegr¨ªa incluso antes de que se inicie. S¨®lo comenzar con Castle On The Hill arranc¨® la participaci¨®n completa del p¨²blico en la actuaci¨®n, ya que cant¨® casi tanto como el propio Ed, all¨ª solito arriba, bajo su imagen cien veces replicada por las pantallas. S¨®lo faltaba su mam¨¢ sirvi¨¦ndole un vasito de agua para que la escena fuese del todo cotidiana.
Y como era de esperar, el desparrame lleg¨® con Barcelona, una pieza que no suele incluir en su repertorio pero que no pod¨ªa esquivar en la ciudad que, a su manera, homenajea. El griter¨ªo, mayormente femenino, celebr¨® la postal y a Ed le brillaron los ojos al cantarla, como si imaginase la paella que se iba a sacudir un poco m¨¢s tarde. Con esa cara que recuerda algo a la de Benny Hill, la canci¨®n le iba que ni pintada, apoyada adem¨¢s su interpretaci¨®n por unas voces enlatadas que doblaban la suya al pronunciar el nombre de la ciudad. Luego se casc¨® una balada, Perfect, y as¨ª mostr¨® que pese a la sangr¨ªa tiene un corazoncito. El concierto entr¨® en su recta final con piezas como Thinking out loud, y acab¨® en olor de multitudes. Nunca el Sant Jordi se hab¨ªa llenado con tanta sencillez. Asombroso.
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