De luces y sombras
La versi¨®n de la Tr¨¢gica de Schubert por Giovanni Antonini hizo aguas por m¨¢s de un sitio
La Orquesta Sinf¨®nica de Galicia (OSG) ha celebrado dos conciertos en Vigo y A Coru?a dedicados a m¨²sica creada en la Viena cl¨¢sica. Aquella ciudad en la que, a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, se internacionaliz¨® un estilo compositivo que se irradi¨® desde all¨ª a todo Occidente, como se puede leer en las documentadas notas al programa de Carolina Queipo.
Las luces -y bien brillantes, por cierto- vinieron de la mano de Juan Ib¨¢?ez Briz y David Villa Escribano -coprincipal de flauta y principal asistente de oboe, respectivamente-, que hicieron un preciosa versi¨®n del Concierto para flauta y oboe en do mayor, op. 65 de Franz Krommer. Ellos fueron los indiscutibles protagonistas en positivo de un concierto que tuvo un desarrollo que, como poco, podr¨ªamos calificar de algo irregular.
Vayamos por partes: lograr un buen equipo, que funcione id¨®neamente en una labor determinada, no siempre se logra juntando a grandes figuras; ni siquiera si estas son las mejores en lo suyo. La Sinf¨®nica de Galicia tiene un largo historial de ¨¦xitos en sus interpretaciones del periodo cl¨¢sico, Fue la columna vertebral del desaparecido Festival Mozart y sus actuaciones en conciertos y ¨®peras fueron forj¨¢ndola como orquesta espa?ola de referencia en ese tipo de m¨²sica. Por su parte, a Giovanni Antonini (Mil¨¢n, 1965) tampoco le falta historia como int¨¦rprete de los periodos cl¨¢sico y, sobre todo, barroco. Es reconocido internacionalmente como gran solista de flauta de travesera barroca, fue cofundador en 1989 del conjunto barroco Il Giardino Armonico y su presencia es solicitada en el podio de los mejores festivales y orquestas de Europa.
Pero el dep¨®sito de la qu¨ªmica entre Antonini y buena parte de la OSG debi¨® de agotarse prematuramente y no se dio la conexi¨®n necesaria entre podio y atriles. Algo que a veces sucede y que suele pasar desapercibido a la mayor¨ªa de los espectadores de un concierto, pero que algunos m¨²sicos y aficionados avezados ya comentaron durante el descanso del concierto. Tras hacerse lenguas, eso s¨ª, de la espl¨¦ndida actuaci¨®n de Villa e Ib¨¢?ez.
Estos acababan de hacer una preciosa versi¨®n del concierto de Krommer y el sonido de sus instrumentos brill¨® a lo largo de toda la obra. Tuvieron un empaste tan hermoso tocando juntos como lo fue el contraste en los di¨¢logos y r¨¦plicas entre ellos y con las cuerdas. Pero m¨¢s all¨¢ del sonido y la precisi¨®n de alta relojer¨ªa, Ib¨¢?ez y Villa tocaron con una complicidad interpretativa que solo se puede lograr por m¨²sicos de extraordinaria calidad que llevan mucho tiempo haciendo m¨²sica de c¨¢mara juntos. En su caso, como componentes de Zoar Ensemble desde hace casi una decena de a?os.
Este excelente entendimiento entre ambos elev¨® la calidad de lo escuchado hasta tal punto que se puede resumir la velada diciendo que el concierto de Krommer y la propina ¨Cel segundo movimiento de la Sonata can¨®nica en re mayor de Telemann-, regalada en respuesta a la gran ovaci¨®n final, fueron lo mejor del concierto.
Las sombras. Este concierto se inici¨® con la Sinfon¨ªa n? 103 en mi bemol mayor, ¡°Redoble de timbal¡± de Haydn. La profundidad de sonido de la introducci¨®n, Adagio, mud¨® en el Allegro iinicial a una ligereza sobre la que destac¨® la redondez y profundidad del fagot de Mary Ellen Harriswangler, antes de volver al tempo inicial. El segundo y tercer movimientos pasaron sin mayores problemas y el Allegro con spirito final tuvo bastanta de la espectacularidad que sorprendi¨® en Londres el d¨ªa de su estreno. Excelentes por precisi¨®n, color y din¨¢mica, todas las intervenciones de Jos¨¦ Trigueros al timbal barroco.
Y, tras el descanso, la frustraci¨®n. La versi¨®n de la Tr¨¢gica de Schubert hizo aguas por m¨¢s de un sitio. La mala regulaci¨®n din¨¢mica llev¨® a la total ausencia de ordenaci¨®n de los planos sonoros, haciendo de la m¨²sica un magma sonoro bastante informe. La falta sentimiento en el fraseo fue algo realmente inexplicable; y m¨¢s trat¨¢ndose de Schubert. La ausencia de claridad mel¨®dica y un pulso algo err¨¢tico fueron otras v¨ªas de agua que llevaron al naufragio, no por previsible menos lamentable, de una obra de la que se pod¨ªa esperar mucho por su densidad expresiva y la calidad de los int¨¦rpretes. Otra vez ser¨¢; esta nos quedamos con las ganas.
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