Las mejores expectativas
El enf¨¢tico artista zaragozano afianza en el WiZink su base de adeptos con un espect¨¢culo cada vez m¨¢s s¨®lido y menos autocomplaciente
A estas alturas no le van a faltar a Enrique Bunbury ni el fervor de los ac¨®litos ni la hiel de los disidentes, pero puede que estos segundos sudaran el viernes m¨¢s de lo que habr¨ªan deseado para refrendar sus argumentos. Podremos parodiar a ese hombre de traje blanqu¨ªsimo, gafas oscuras, pose de chuleta despatarrado, despliegue gestual de flipao discotequero y un engolamiento casi cabaretero para las presentaciones ¡ª¡°Esperemos que les guste el material que hemos seleccionado para ustedes esta noche¡±¡ª. Pero el de Zaragoza no es solo un entretenedor. Y aunque se sabe el centro del espect¨¢culo, lo suyo tampoco es mera fachada. Esta vez nos aguardaba en el WiZink Center un tipo mordaz, enfurru?ado, c¨¢ustico, al¨¦rgico a la indiferencia. Un espectador cualificado del mundo al que no le importa acentuar su moh¨ªn de fastidio.
Bunbury se ha alejado definitivamente de su formulaci¨®n m¨¢s mestiza, pero tampoco quiere ser rockero al uso o electr¨®nico postizo. En realidad, p¨¢ginas tan burlonas como La actitud correcta le retratan enrolado en esa modernidad retro de los Black Keys, mientras que la excelente Parecemos tontos se inclina por un deje negroide a soul bien sedimentado. El mejor regalo para los 9.000 fieles que se congregaron en pleno puente era la impredecibilidad de un hombre tan capaz de desempolvar a los primeros H¨¦roes del Silencio (El mar no cesa), cuando so?aba con ser Jim Morrison y muchos le tomaron por un jovencito engre¨ªdo, a te?ir El rescate con la emotividad de un David Bowie berlin¨¦s.
Puede que el reciente Expectativas supere las mejores ¨ªdem respecto a nuestro hombre de blanco, pero Enrique lleva ya mucho tiempo apuntalando un discurso infinitamente m¨¢s s¨®lido que la mera caricatura. El viernes no se entreg¨® a los grandes ¨¦xitos, a la escenograf¨ªa aparatosa ni a la zalamer¨ªa f¨¢cil, sino a rebuscar en el zurr¨®n de su ya abultada trayectoria. A la reinvenci¨®n de lo ya reinventado. El inesperado peso que adquiere ahora el reci¨¦n estrenado saxo de Santi del Campo (taaan Bowie, s¨ª), es solo otro ejemplo de esa inquietud intacta. Unamos el rotundo poder¨ªo de Los Santos Inocentes, banda que es siempre seda y m¨²sculo, y costar¨¢ encontrar flancos d¨¦biles.
Hubo ba?o mesi¨¢nico, pero solo en Maldito duende, falso final justo antes de una tanda de bises en la que aflor¨® el acorde¨®n para El extranjero o Infinito. Corren malos tiempos para los detractores en este mundo disparatado. Tambi¨¦n para los de Bunbury.
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