Los restos de un para¨ªso perdido

¡°En el cerro de los Batallones encontramos un aut¨¦ntico para¨ªso perdido¡±, describe Jorge Morales, comisario de la exposici¨®n La colina de los tigres dientes de sable,miembro del Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas (CSIC) y director del proyecto de excavaciones del excepcional yacimiento paleontol¨®gico. En ¨¦l se han localizado ¡°algunos de los ancestros de los mam¨ªferos actuales¡± a lo largo de los m¨¢s de 26 a?os transcurridos desde su descubrimiento en 1991, a unos 30 kil¨®metros de la capital, en el municipio de Torrej¨®n de Velasco. F¨®siles que por su preservaci¨®n, cantidad y diversidad ofrecen ¡°el registro m¨¢s completo del mundo para el conocimiento de los carn¨ªvoros del Mioceno Superior¡±.

Han aparecido, de momento, sobre unos 25.000 f¨®siles de 50 especies de vertebrados. Una selecci¨®n de ellos se podr¨¢ ver en la exposici¨®n que se inaugura el pr¨®ximo martes en el Museo Arqueol¨®gico Regional, en Alcal¨¢ de Henares. Como estrellas de la muestra se erigen los tigres dientes de sable, superdepredadores armados con largos caninos. Una reproducci¨®n de tres metros de una cabeza con sus fauces abiertas saludan al visitante al entrar en la exposici¨®n. Junto a ellos, destaca una especie de jirafa primitiva de cuatro cuernos desconocida hasta su hallazgo: la Decennatherium rex. A su lado, mastodontes (con cuatro colmillos), un caparaz¨®n de tortuga gigante, caballos (con patas de tres dedos, mientras que los actuales solo cuentan con una), rinocerontes, pandas rojos, comadrejas, mofetas, nutrias, felinos, aves rapaces, ranas y peces, entre otras especies.

Los restos fosilizados de las vitrinas se enriquecen con recreaciones de c¨®mo eran los animales y su entorno realizadas por el ilustrador Mauricio Ant¨®n. Es toda una ¡°lecci¨®n de la evoluci¨®n¡±, explica el director del museo, Enrique Baquedano. ?Qu¨¦ hac¨ªan todos en el cerro de los Batallones? ¡°Hemos tardado muchos a?os en encontrar una explicaci¨®n¡±, responde Morales. Los yacimientos se formaron hace nueve millones de a?os, en el Mioceno Superior, en un periodo de entre 100.000 y 200.000 a?os. En la zona se crearon cavidades naturales que se comportaban como ¡°trampas mortales¡±. Entraban en estos agujeros buscando el agua que se hab¨ªa embalsado en su interior o para comerse la carro?a. El acceso era sencillo, pero la salida no y quedaban atrapados. Posteriormente, se produjo un proceso de sedimentaci¨®n y all¨ª permanecieron, encerrados, hasta que en 1991 una empresa comenz¨® a preparar una parcela para explotar un yacimiento de sepiolita. Se toparon con los restos, ¡°pero se asustaron y los taparon¡±, comenta el investigador.

Pero algunos de ellos llegaron a manos de EL PA?S, que los acerc¨® al Museo de Ciencias Naturales. ¡°Recuerdo el calor horrible de aquel d¨ªa de julio, casi nos deshidratamos, porque con la emoci¨®n era dif¨ªcil irse de all¨ª¡±, relata el investigador. Ese mismo mes comenzaron las prospecciones, que lleg¨® a financiar la empresa que continu¨® extrayendo el mineral de la zona. El consejero de Cultura, Jaime de los Santos, comenta que la historia de este yacimiento demuestra la importancia de la colaboraci¨®n entre todos para la conservaci¨®n del Patrimonio.

¡°Los primeros a?os fueron una sorpresa impresionante, yo nunca hab¨ªa visto tanta riqueza como en Batallones¡±, rememora Morales. Porque, en los yacimientos normales, de cada 100 f¨®siles que se localizan se sacan cinco o seis de carn¨ªvoros. Sin embargo, aqu¨ª era al rev¨¦s, eran los restos comunes, hab¨ªa m¨¢s depredadores que presas¡±. Las piezas han aparecido en un terreno de unas 12 hect¨¢reas (unos 12 campos de f¨²tbol), en nueve yacimientos cada uno de unos 100 metros cuadrados de extensi¨®n y una profundidad de entre 10 y 12 metros.