Las marionetas no tienen la culpa
Vicky Pe?a no logra salvar el fallido montaje de ¡®La visita de la vella dama¡¯
Ni una actriz con carisma como Vicky Pe?a logra salvar el montaje de la m¨¢s famosa obra del dramaturgo suizo Friedrich D¨¹rrenmatt, La visita de la vella dama, que la compa?¨ªa Farr¨¦s Brothers presenta en el Lliure de Gr¨¤cia con dramaturgia y direcci¨®n de Jordi Palet. Algo falla en la adaptaci¨®n de esta pieza cruel y fatalista, y no son las marionetas de tama?o humano, con rostros de inquietante expresividad y cuerpos fabricados con material de desecho; lo que falla es el tono de una versi¨®n que, tras eliminar personajes y texto, concentra su mirada en el lado grotesco de la obra, pero banaliza su dimensi¨®n tr¨¢gica y po¨¦tica.
La visita de la vella dama
De D¨¹rrenmatt. Vicky Pe?a, Xavier Capdet, Jordi Farr¨¦s, Pep Farr¨¦s, Ireneu Tranis. Voz en off: Jordi Vidal. Adri¨¤ Bonjoch, guitarra. Pep Coca, contrabajo. Dramaturgia y direcci¨®n: Jordi Palet. Compa?¨ªa Farr¨¦s Brothers. Teatre Lliure de Gr¨¤cia. Barcelona. 18 de enero.
Ante una "tragedia c¨®mica y grotesca" -as¨ª la defini¨® su autor- de proporciones colosales, la compa?¨ªa integrada por los hermanos Jordi y Pep Farr¨¦s y Jordi Palet opta por reducir escenas, aligerando los tres actos y confiando a 13 marionetas una selecci¨®n de los casi 70 personajes de una obra coral donde las haya. Afrontan el reto con los ingeniosos recursos teatrales que les han dado fama en espect¨¢culos infantiles y tienen a favor una escenograf¨ªa que convierte G¨¹llen, la peque?a y arruinada ciudad en que transcurre la acci¨®n, en un personaje m¨¢s, de forma que los m¨®dulos hablan y acorralan a los protagonistas
Pero su imaginativo esfuerzo pierde fuelle ante las exigencias dram¨¢ticas de un teatro de ideas y situaciones que dependen de la fuerza y los mil matices de la palabra hablada. Las frases de D¨¹rrenmatt, cargadas de sarcasmo y humor negro, deben clavarse en la conciencia del espectador. Es un drama sobre la especulaci¨®n, la corrupci¨®n del poder, el culto al dinero y la capacidad de pervertir el uso de las palabras para manipular conciencias. Todo ello tristemente vigente m¨¢s de sesenta a?os despu¨¦s del estreno en Z¨²rich de esta obra maestra del teatro del siglo XX.
Vicky Pe?a borda el cruel sentido del humor y la siniestra mala baba que destila el emblem¨¢tico personaje de Claire Zachanassian, anciana multimillonaria, con pierna ortop¨¦dica y mano de marfil, llena de amargura y rencor, que regresa a su pueblo natal en busca de maquiav¨¦lica justicia. Lo abandon¨® 45 a?os antes, embarazada y traicionada por un hombre sin escr¨²pulos y calumniada por sus vecinos. Y ofrece mil millones a los habitantes de G¨¹llen con una ¨²nica condici¨®n: matar a Alfred Ill, su viejo amante.
La pincelada reivindicativa que introduce la compa?¨ªa usando zapatillas amarillas resulta poco acertadada
Es una obra perversa y agobiante que no puede reducirse en clave de comedia; su autor ped¨ªa mostrar "el tono m¨¢s humano posible y la debilidad de los personajes", incapaces de resistir la tentaci¨®n del dinero. Debe oscilar de la risa al horror en sus giros dram¨¢ticos: la vieja dama debe dar miedo desde que se apea en el and¨¦n y se instala en el Gran Hotel, esperando ver como ceden las conciencias al poder del dinero.
Dec¨ªa D¨¹rrenmatt que en Claire Zachanassian debe aflorar algo de la grandeza letal de una Medea inflexible y brutal en su af¨¢n de venganza. Pe?a opta m¨¢s por la caricaturizaci¨®n del personaje, quiz¨¢ en busca de mayor sinton¨ªa con las marionetas que la rodean y el tono de los tres actores -Pep i Jordi Farr¨¦s e Ireneu Travis que las manejan y dan voz a diversos personajes, acompa?ados con ecos de marcha f¨²nebre mahleriana por el guitarrista Adri¨¤ Bonjoch y el contrabajista Pep Coca.
En el papel del viejo amante, el tendero Alfred Ill, que se ver¨¢ traicionado hasta por su mujer, el actor Xavier Capdet opta por un tono directo y acelerado, v¨ªctima antes de tiempo en una versi¨®n que no plasma el lento proceso de aceptaci¨®n de culpa que va enfangando al personaje en su camino hacia una inmolaci¨®n en la que debe asomar una pizca de grandeza.
La pincelada reivindicativa que introduce la compa?¨ªa usando zapatillas amarillas resulta poco acertadada; cierto es que el primer signo de la futura prosperidad de los habitantes de G¨¹llen es la compra fiada de nuevo calzado, pero, m¨¢s all¨¢ de la oportunidad pol¨ªtica, deber¨ªan tener en cuenta que todos los fantasmas del viejo Lliure temen el amarillo en un escenario porque trae mala suerte y conviene evitarlo. Por si las moscas.
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