Huelga
Lo valioso de este 8 de marzo es el br¨ªo y la valent¨ªa de las generaciones, su empuje para reclamar la igualdad de derechos
De peque?a desconfiaba de los patriarcas y tambi¨¦n de las matriarcas. Nadie hablaba de feminismo. He aprendido con los a?os que una cosa lleva a la otra. Antipatriarcal fue primero un sentimiento, luego una raz¨®n. Me produc¨ªa un rechazo incluso f¨ªsico ver a las mujeres de mi alrededor sometidas a las ¨®rdenes y humores de los hombres y a su dominio arbitrario. Crec¨ª sin saber qu¨¦ valor dar a aquellos sentimientos. Iba al cine y en aquellos tiempos, los sesenta, hombres y mujeres hac¨ªan los papeles que luego, con menos glamur, ve¨ªas repetidos en las calles y en las casas. Una no sab¨ªa qu¨¦ hacer con todo eso. La palabra femeninome rebotaba por sus resonancias franquistas. Por suerte, llegaron el twist, la radio, la minifalda, los pantalones. Aparqu¨¦ perplejidades y supe despu¨¦s que ser moderna ten¨ªa m¨¢s luces. Ser moderna era intentar vivir en otro humanismo, antipatriarcal. Una forma de conocimiento luminosa.
El envite no es f¨¢cil, pero s¨ª posible. He aprendido as¨ª a valorar los gestos femeninos de mi infancia y sus revueltas, que a menudo no eran obvios. Es una lata porque a veces mis matriarcas se levantan de nuevo ante m¨ª desde su jard¨ªn eterno. Pero ahora calibro mejor sus rebeld¨ªas y neurosis, tambi¨¦n sus alegr¨ªas. Y sus saberes: Vive de otro modo, nena. Trato en paralelo de mantener a raya en m¨ª misma sus pulsiones de control y conservar vivas sus virtudes de cuidado de la tribu.
Las cosas han cambiado mucho desde los sesenta pero no lo suficiente. Incluso vamos a peor. Medio siglo de la revoluci¨®n sexual y las cosas est¨¢n como est¨¢n. Pasa de la raya la negrura en que viven la gran mayor¨ªa de las mujeres en el mundo. En estos d¨ªas, semanas, meses, la urgencia de poner coto al acoso sexual ha llevado esta ignominia a los titulares. El feminicidio es tal vez el primer s¨ªntoma en lo que llevamos de siglo de que la modernidad est¨¢ rota y vivimos en una ¨¦poca retr¨®grada y cruel. Un pol¨ªtico machista al frente del imperio y en tantos lugares las mujeres como rehenes de guerra y arma de destrucci¨®n. Guerras adem¨¢s en nombre de las mujeres, como si fueran signo de una religi¨®n fan¨¢tica: por el velo, las costumbres, sus derechos, sus miserias. El cuerpo femenino como medida de las leyes. O met¨¢fora de dramas pol¨ªticos.
Y as¨ª, la urgencia de la denuncia deja en la sombra los logros de las mujeres. ?Tienen que estar las mujeres maltratadas y vejadas para ser noticia? S¨ª. Qu¨¦ faena. Pues vivir y crecer es imitar, y vaya ejemplos. Por eso lo valioso de la huelga de este 8 de marzo es el br¨ªo de la convocatoria, la valent¨ªa de las generaciones, su decisi¨®n de no dejar pasar ni una. De vencer la condescendencia, esa lacra mis¨®gina y machista. Todo tipo de mujeres est¨¢n hartas. Fant¨¢stica estuvo Frances McDormand esta semana al recibir su galard¨®n, vestida a su aire, cuando hizo poner de pie a todas las mujeres nominadas en los Oscar. Un mont¨®n de talento. Sin paliativos.
Esta huelga tiene poder. ?Durar¨¢? Rum¨ªo y escribo este martes con la pregunta en mi cabeza: ?a partir de este viernes, qu¨¦? Es perceptible que el alcance de la huelga puede ser intenso. Los medios no han tenido m¨¢s remedio que volcarse en ella, pero tambi¨¦n lo indican observatorios m¨¢s certeros que las encuestas. Escuelas que avisan a las familias diciendo que este jueves cierran. Bares donde se habla del asunto y se discute qu¨¦ hacer y c¨®mo, si las dos horas o todo el d¨ªa. Librer¨ªas y teatros que cierran. Tiendas y s¨²pers, centros sanitarios y guarder¨ªas. Parejas organizando el tiempo de la prole. Quien se ocupa de los cuidados de los mayores, de los enfermos. Esta huelga es productiva, reproductiva (familiar), de cuidados y de consumo. Ni trabajar (si tienes trabajo), ni atender la casa ni a los ni?os, ni cuidar enfermos, ni ir a comprar. El fervor de la huelga feminista vive en las redes sociales a su aire, decidido y al galope. Esperanza de existir y no solo sobrevivir.
El reto es colosal: avanzar en la igualdad de derechos. En casa como en el trabajo (si lo tienes) y en la calle, a la hora que sea. Derecho a no tener miedo. A ser considerada una igual. A tener trabajo, que entre las mujeres falta cada vez m¨¢s. Al mismo salario. Es lo que importa en estos tiempos oscuros. Cambios, urgen cambios. En las leyes y en los hombres, las mujeres no pueden subsistir m¨¢s as¨ª, tampoco sus hijos, mucho menos sus hijas. La cultura de la muerte y del rechazo al talento es criminal. Este 8 de marzo no deber¨ªa quedar en postureo. Es una alegr¨ªa que quiere durar.
Merc¨¨ Ibarz es escritora y profesora de la UPF.
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