El martes negro de Colau
La alcaldesa ha chocado violenta e ingenuamente con la realidad en forma de correlaci¨®n de fuerzas. Y todo ello era previsible
Ada Colau ha visto hace unos d¨ªas c¨®mo se desvanec¨ªan dos de los proyectos estrella de su mandato: la multiconsulta ¡ªcon la propuesta de municipalizaci¨®n del agua y el cambio de nombre de la plaza Antonio L¨®pez¡ª y la uni¨®n de las dos redes de tranv¨ªa. El rev¨¦s no ha sido una sorpresa, pero es un elemento que pone de relieve, m¨¢s all¨¢ de la precaria mayor¨ªa de Barcelona en Com¨² (11 concejales de 41), que el tacticismo espoleado el proc¨¦sha convertido Barcelona en apetecida perla de la corona. La alcaldesa ha visto torpedeados sus proyectos no solo por el resto de grupos municipales, sino por los recursos de corporaciones ¡ªcomo Agbar¡ª, la Delegaci¨®n del Gobierno en Catalu?a, o la C¨¢mara de Concesionarios y Empresas Vinculadas al Sector P¨²blico. Colau ha constatado su palmaria falta de alianzas, ha subestimado el grado de homogeneidad gramsciano y ha sobreestimado el esp¨ªritu solidario que sus propuestas ¡ªapoyadas por m¨¢s de 40.000 firmas de ciudadanos¡ª deb¨ªan suscitar en los tres grupos de la izquierda (PSC, ERC y CUP). La alcaldesa ha chocado violenta e ingenuamente con la realidad en forma de correlaci¨®n de fuerzas. Y todo ello era previsible.
Era f¨¢cil intuir la oposici¨®n de PDeCAT, Partido Popular y Ciudadanos: ideol¨®gicamente est¨¢n en contra de la remunicipalizaci¨®n del agua y no les parece de buen gusto cambiar el nombre a la plaza del comerciante y esclavista Antonio L¨®pez, marqu¨¦s de Comillas, por el Idrissa Diallo, un guineano que salt¨® la valla de Melilla el 5 de diciembre de 2011 y muri¨® un mes despu¨¦s en el Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Zona Franca, donde se hallaba detenido. Sobre el PP y Ciudadanos poco hay que decir: votar¨ªan por principio en contra de cualquier propuesta de la alcaldesa. La formaci¨®n de Colau y ella misma representan lo que las gentes de orden m¨¢s detestan: una izquierda todav¨ªa con aristas, a la que el roce con los poderes no ha amansado suficientemente.
Esa visi¨®n es compartida por la vieja Converg¨¨ncia, que se sinti¨® expulsada de la Casa Gran por los ¡°descamisados¡± en 2015. Pero el proc¨¦s hace que los concejales de Trias cultiven campos sem¨¢nticos que les son extra?os, m¨¢s bien propios de aquellos anarquistas que convirtieron en 1936 en munici¨®n de guerra el metal de una estatua barcelonesa del Marqu¨¦s de Comillas, llamado L¨®pez el negro por sus detractores. Mientras en el mundo real existe una distancia abismal con los Comunes, los convergentes mantienen en su universo paralelo procesista un hermanamiento terminol¨®gico incluso con los viejos ¨¢cratas. Utilizan con soltura t¨¦rminos como ¡°Estado fascista¡±. Quiz¨¢s ese ecumenismo de centro-derecha que rezuma el proc¨¦s ha contagiado a la CUP de Barcelona, cuyas concejalas consideraron sobrero el refer¨¦ndum para remunicipalizar el agua, lo que en el mundo real convirti¨® a las anticapitalistas en aliadas de Agbar. En contraste, sus compa?eros de Pins del Vall¨¨s ¡ªnombre con el que se conoci¨® Sant Cugat del Vall¨¨s durante la revoluci¨®n de 1936¡ª s¨ª son favorables a una consulta para decidir el futuro del suministro de agua. La izquierda independentista es capaz de dar luz verde a un presupuesto de la Generalitat de Puigdemont y negarle el pan y la sal al ejecutivo municipal de Colau. Las decisiones de la CUP, como los caminos del Se?or, son inescrutables.
El resto de la izquierda se divide en viejos aliados y potenciales nuevos socios. Entre los primeros se sit¨²a el PSC, que fue expulsado del Gobierno municipal por los Comunes por votar en el Senado favorablemente a la aplicaci¨®n del art¨ªculo 155 de la Constituci¨®n en Catalu?a. La formaci¨®n de Colau, que pact¨® con los socialistas que los asuntos ¡°externos¡± al Ayuntamiento no deb¨ªan entorpecer su relaci¨®n pol¨ªtica, acab¨® haciendo exactamente lo contrario, presionada por los independentistas, mediante una consulta en la que el equipo de Gobierno no dio su opini¨®n y arroj¨® a los socialistas a las tinieblas exteriores. El PSC, cual amante despechado, apoy¨® el tranv¨ªa ¡ªno sin reproches¡ª y se opuso a la multiconsulta con el argumento de que ¡°se desconoc¨ªa el coste¡±. En fin, es lo que sucede cuando hay que repartir querencias ya sean verdaderas o espurias con los Comunes o con Agbar.
Por ¨²ltimo, Esquerra Republicana, en quien Barcelona en Com¨² vio una tabla de salvaci¨®n tras romper con el PSC, tambi¨¦n dio la espalda a Colau en cuanto al tranv¨ªa, no para la multiconsulta. Lo curioso es que mientras ERC en el ?rea Metropolitana defiende el tranv¨ªa, el grupo municipal de Barcelona se opone a ¨¦l, contra el criterio del Gobierno de la Generalitat que en su d¨ªa se mostr¨® favorable. Cuesta interpretar los signos cuando los tiempos que vivimos son excepcionales y sobre todo muy confusos.
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