Recordar para poder perdonar
El angole?o Agualusa ¡®empareda¡¯ 28 a?os a una mujer en ¡®Teor¨ªa general del olvido¡¯ para reflexionar, entre lo maravilloso y lo absurdo, sobre la amnesia
Al angole?o Jos¨¦ Eduardo Agualusa (Huambo, 1960) le gusta que los libros tengan guardas. Sus lectores tambi¨¦n deber¨ªan: as¨ª siempre podr¨ªan tomar nota ah¨ª de la mir¨ªada de frases, que, como emblemas, har¨ªan bien en convertir en razones, credos para vivir, y que ¨¦l regala con generosidad inaudita. O para registrar en ellas los casos entre lo maravilloso y lo absurdo que fluyen tambi¨¦n en sus novelas. La ¨²ltima, Teor¨ªa general del olvido (Edhasa; Periscopi, en catal¨¢n) no es excepci¨®n. En ambas cosas: parece que hay una sirena en un lago en plena ciudad que ha rebrotado de la ¨¦poca colonial; un hipop¨®tamo enano baila y una mujer, Ludo, decide emparedarse en su apartamento al poco de estallar la revoluci¨®n en Angola y no salir hasta 28 a?os despu¨¦s, resistiendo, entre otras cosas, gracias a que engatusa a palomas con diamantes.
Casi todo es verdad y no. El caso de Ludo lo sufri¨® psicol¨®gicamente el propio Agualausa que, como periodista, empez¨® a tener problemas pol¨ªticos con el r¨¦gimen de su pa¨ªs. ¡°Recib¨ª amenazas de muerte y comenz¨® a darme miedo salir de casa; fue entonces cuando imagin¨¦ c¨®mo se podr¨ªa sobrevivir encerrado en un piso¡ El edificio es el ¨²nico personaje real de la novela¡±, delimita el escritor, que ahora ha recibido cartas de lectores que le cuentan casos as¨ª, como ¡°el de un matrimonio de portugueses que se encerr¨® 15 a?os en su piso en Maputo, en Mozambique¡±.
Ludo ir¨¢ ¡°ahorrando comida, agua, fuego y adjetivos¡±, escribe Agualusa, porque la mujer transcribir¨¢ sus sentimientos en unas libretas, de las que se vuelcan fragmentos. Cuando acaben ¨¦stas y los bol¨ªgrafos, utilizar¨¢ las paredes, liofilizando cada vez m¨¢s los pensamientos, de carga po¨¦tica descomunal. ¡°S¨ª, soy gran lector de poes¨ªa; la necesito, es mi estrategia: cada d¨ªa antes de escribir leo poes¨ªa, es mi manera de combatir la angustia ante la hoja en blanco¡±.
M¨¢s historias que escritores
Jos¨¦ Eduardo Agualusa es amigo del autor ghan¨¦s Nii Ayikwei Parkes, que visti¨® hace poco Barcelona, donde afirm¨® que era consciente de que la eclosi¨®n de escritores africanos en Occidente era ¡°una moda¡± de la que solo deber¨ªan aprovechar ¡°no depender tanto del ecosistema literario europeo-occidental¡±. ¡°Es evidente que los escritores africanos tenemos m¨¢s lectores fuera que dentro del continente y eso nos obliga a ser traductores de culturas y a generar estrategias narrativas que aguanten eso¡±, apunta Agualusa; ¡°adem¨¢s, nuestras propias desgracias nos ayudan porque las turbulencias siempre son buenas para la literatura: las personas, en situaciones extremas, sacan la esencia de la naturaleza humana¡±. Es la otra teor¨ªa de Agualusa, que le hace afirmar: ¡°En ?frica tenemos m¨¢s historias que escritores; en Europa, da la sensaci¨®n de que tienen m¨¢s escritores que historias¡±.
S¨®lo es m¨¢gico su pensamiento, porque los personajes de Agualusa (que ayer particip¨® en Barcelona en Di¨¤legs de Sant Jordi y firmar¨¢ en la diada), son de carne y hueso y no requieren de demasiadas l¨ªneas para definirse, en cap¨ªtulos que pueden constar de una sola p¨¢gina. El oficio explica mucho: ¡°El periodismo me ha ense?ado dos cosas: a acercarme a la gente para encontrar historias y a cortar; en eso sigo a Gon?alo M. Tavares: entre dos palabras, siempre escoger la m¨¢s corta¡±. Tras leer Teor¨ªa general del olvido (premio Dublin Literary 2017 y finalista del Man Booker International) parece que el realismo m¨¢gico haya nacido en ?frica y no en Am¨¦rica Latina. ¡°M¨¢s que realismo m¨¢gico, a m¨ª me interesa el absurdo: c¨®mo se insiere en la realidad y c¨®mo la gente se relaciona con ello como si fuera algo natural y cotidiano. Siempre distingo ente lo maravilloso y lo absurdo: el primero es el caso de la sirena; el segundo, lo que me pas¨® hace unos a?os: llam¨¦ el ascensor de casa y al abrirse las puertas encontr¨¦ a un enano echado en una cama. Al mostrar mi sorpresa, me dijo: ¡®Era un ascensor, papi; ahora es un piso¡¡¯. Eso pasa mucho en Angola, forma parte del d¨ªa a d¨ªa¡±. Pero lo fant¨¢stico no es patrimonio de un continente: ¡°Hasta el XVIII, en Europa nadie dudaba de la existencia de las sirenas; eran algo concreto¡ Lo que ha pasado es que el viejo continente ha perdido muchas de las historias del mundo rural y en ?frica o Am¨¦rica Latina no ha sido as¨ª¡±.
Sabe Agualusa algo de continentes porque tiene un pie en tres, al vivir entre Portugal, Angola y Brasil, algo que ha dejado huella tambi¨¦n en su literatura en lo formal: ¡°Hay palabras bell¨ªsimas, perdidas en Lisboa o en otros lugares, que he reencontrado en Cabo Verde o en Brasil; yo intento escribir en ese portugu¨¦s global, no lo hago en uno angole?ado¡ Con unos amigos hemos pensado en crear una sociedad secreta y reintroducir esta lengua en el habla coloquial¡±, conspira.
La m¨¦dula de la novela est¨¢ en dos frases breves que cruzan Ludo y otro personaje que le pide perd¨®n por un macabro hecho pasado. ¡°No se atormente m¨¢s. Los errores nos corrigen, quiz¨¢ debamos olvidar. Deber¨ªamos practicar el olvido¡±, le dice ella. ¡°Olvidar es morir. Olvidar es una rendici¨®n¡±, responde el otro. ¡°Es el dilema cl¨¢sico en todo pa¨ªs que ha vivido una Guerra Civil o una gran violencia pol¨ªtica: Argentina, la exYugoslavia, Angola, Mozambique¡ Ah¨ª, Mia Couto siempre ha defendido el olvido; yo, lo contrario: hemos de lograr poder hablar del pasado, llorar juntos y pasar el duelo juntos, has de recordar para poder olvidar¡±, dice. ?Y la postura de Couto, entonces? ¡°Es dif¨ªcil de entender en Europa, pero no en ?frica, responde a la parte m¨¢gica de la realidad: se cree que se pueden despertar a los demonios si hablas de ello, mejor callar, silenciar, olvidar... A m¨ª, lo que se intent¨® con ¨¦xito relativo en Sud¨¢frica, con los tribunales de reconciliaci¨®n, me vale: el objetivo es perdonar y ser perdonado¡±.
En Teor¨ªa general del olvido, ¡°todos los personajes tienen la posibilidad de ser perdonados, en contacto con los otros se confiesan¡±, aclara Agualusa. No es lo que ocurre en Angola donde, opina, la herida sigue abierta: ¡°No se habla de la guerra, la violencia revolucionaria posterior fue peor que la lucha por la independencia y dividi¨® a familias enteras; luego sobrevino la decepci¨®n de muchos que se quedaron hu¨¦rfanos del socialismo, que por convicciones ideol¨®gicas cometieron cr¨ªmenes y luego vieron como sus dirigentes llevaron al pa¨ªs al capitalismo m¨¢s extremo; han quedado como personajes divididos, desgarrados¡±.
?Fomenta Ludo, con su decisi¨®n de tapiarse en vida, el individualismo, el esconderse socialmente, en las ant¨ªpodas, como casi todos los personajes, de la atazagorafobia (temor a que te olviden)? ¡°Ella es una portuguesa cargada de prejuicios, que llega obligada a Angola, siente un odio profundo por el pa¨ªs y luego se da cuenta de su actitud irracional¡ El libro habla, en el fondo, de la xenofobia, del miedo al otro¡ Donald Trump es Ludo: construye muros porque no se reconoce en la humanidad del otro; hay que tirar los muros y dejar que los otros entren; los otros son nosotros mismos, el hombre es la humanidad entera¡±.
Habitual en otros libros de Agualusa, como El vendedor de pasados, donde el narrador es una salamandra, los animales asoman medio humanizados y con curiosos poderes o actitudes: ¡°En el entorno rural africano, no se distingue entre animales y personas, el l¨ªmite entre ellos no existe¡±, dice con una sonrisa que asoma tras su bigote y su perilla. No debe inquietar al lector. ¡°He visto en esta ciudad lo que no cabe en los sue?os¡±, se dice en la obra. Cambie urbe por novela y tendr¨¢ Teor¨ªa general del olvido.
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