Encuentro con el gran cocodrilo
¡®Gomek¡¯ era la estrella de la c¨¦lebre granja de alig¨¢tores de San Agust¨ªn, Florida

He conocido personalmente cocodrilos c¨¦lebres, varios de ellos, pero Gomek se lleva la palma. Llegu¨¦ un poco tarde a verlo el otro d¨ªa, porque ya estaba muerto y disecado, aunque a cambio he podido acercarme mucho y darle unas palmaditas en el lomo, cosa que ni loco hubiera hecho cuando estaba vivo y med¨ªa casi cinco metros y medio, pesaba cerca de una tonelada y se zampaba 45 kilos de carcasa de nutria roedora americana dos veces a la semana.
Ha sido casualidad, conocerlo, porque en realidad yo no ten¨ªa ni idea de que iba a encontr¨¢rmelo. Me hallaba a la saz¨®n en el norte de Florida, en la ciudad de San Agust¨ªn, en un bar c¨¦ntrico, cuando el camarero del Scarlett O'Hara's Pub, vi¨¦ndome hojear mi gu¨ªa local de observaci¨®n de reptiles me sugiri¨®: "?Por qu¨¦ no vas a la Alligator Farm, en South Beach?, los crocs son fant¨¢sticos". Yo pensaba que la granja de alig¨¢tores, con ese nombre, era una turistada del cop¨®n impropia de alguien que rastreaba las huellas del jefe Osceola y sus irreductibles sem¨ªnolas y el viejo set de rodaje de Tambores lejanos (1951), pero me pic¨® la curiosidad. As¨ª que al cabo de un rato ya estaba ante las instalaciones en la vecina isla Anastasia, detr¨¢s del faro.
Al centro, un enorme parque, se accede por un edificio con aire de misi¨®n espa?ola estilo El ?lamo. Me intranquiliz¨® ver los muchos carteles con advertencias de peligro ("todos los animales muerden") y que una modalidad de visita fuera el Crocodrile Crossing, que consiste en una ruta a¨¦rea, con tirolinas, ?por encima de las instalaciones de los cocodrilos! Las normas establecen que no pueden disfrutar de esta interesante oferta "personas bajo la influencia del alcohol o las drogas, o mujeres embarazadas" (ni nadie en su sano juicio, a?ado yo), tampoco puedes calzar chancletas. Compr¨¦ mi billete (modalidad peatonal) sin tenerlas todas conmigo y acced¨ª al incre¨ªble mundo de los saurios. "No corra", advert¨ªa un letrero. Lament¨¦ no llevar el cuchillo de Paul Hogan.

La Alligator Farm tiene unos or¨ªgenes discutidos pero ya funcionaba como atracci¨®n tur¨ªstica a principios del siglo XX cuando mostraba entre otras emociones un caim¨¢n de cinco patas. En 1920 se a?adieron avestruces, que ya no est¨¢n: probablemente trataron de hacer el recorrido de las tirolinas. Ahora lo primero que te encuentras es un alig¨¢tor albino, que ya es rareza, en una instalaci¨®n que reproduce una caba?a de pescadores de la zona con su embarcadero y un ambiente s¨®rdido en el que solo falta el ni?o del banjo de Deliverance.
Lo m¨¢s alucinante del parque es la abundancia de cocodrilos (tienen las 24 especies), especialmente los alig¨¢tores locales (cocodrilus mississippiensis), de los que hay una barbaridad, la mayor¨ªa concentrados en el Alligator Lagoon y el Native Swam, en los que no es recomendable nadar. Provoca escalofr¨ªos pensar lo que ser¨ªa una fuga masiva, vamos es que no paras de correr hasta Tallahasse. Viendo tantos cocodrilos el mundo te parece un lugar mucho menos amable. Est¨¢n en general quietos pero de repente se arrancan como latigazos en una fulguraci¨®n de escamas y dientes. No hay que fiarse nunca de la inactividad de los cocodrilos. Una mujer que atropell¨® uno aqu¨ª mismo, en Florida, con su Honda Accord ¡ªme explic¨® una cuidadora¡ª, observando que no se mov¨ªa lo puso en el asiento de detr¨¢s, quiz¨¢ pensando en hacerse un bolso,; al cabo de un rato el animal se despert¨® y la conductora se estrell¨® al verlo aparecer repentinamente en el retrovisor (a lo mejor quer¨ªa cambiar de emisora). Mientras habl¨¢bamos, pas¨® nadando un gran ejemplar que llevaba en las fauces una bonita garza azul, una de las muchas aves (como la inconmensurable esp¨¢tula rosada), que muy imprudentemente anidan en las instalaciones.
Tras visitar el espacio del Antiguo Egipto, en el que se exhiben cocodrilos del Nilo y ?el arca perdida!, mis pasos me llevaron hasta una edificaci¨®n con aspecto de casa comunal pap¨². Dentro estaban Gomek y su historia.

Gomek era un cocodrilo marino (crocodylus porosus), un saltie, ¡°saladito¡±, la especie m¨¢s grande y peligrosa, cuyo h¨¢bitat abarca desde el sudeste asi¨¢tico al norte de Australia. Lo atrap¨® en 1968 en el remoto r¨ªo Fly de Nueva Guinea un notable cazador de cocodrilos, inspirador del personaje de Cocodrilo Dundee, George Craig (con otros veinte hombres), a requerimiento de los nativos, que lo llamaban, al reptil, Louma Whalla Coremana Dikana, traducido libremente como "cocodrilo de talla XL pose¨ªdo por un esp¨ªritu maligno", una nuisance, vamos. Ten¨ªa fama de devorador de hombres. No es nada personal en los cocodrilos, es que son generalistas. Lo capturaron con un arp¨®n y poni¨¦ndole un saco en la cabeza, lo que parece ser mano de santo con los cocodrilos. ..
Los a?os de cautividad, primero en la isla de Daru y luego en Marineland Melanesia (Green Island, cerca de la ciudad australiana de Cairn), dulcificaron, seg¨²n las fuentes, el car¨¢cter de Gomek. El caso es que cuando en 1989 lleg¨® a la Alligator Farm procedente de una colecci¨®n privada y tras haber conocido a Bo Derek (yo tambi¨¦n conoc¨ª a la ¡°mujer 10¡±: era bajita, seguramente Gomek prefer¨ªa a los nativos y, despu¨¦s, a las nutrias roedoras americanas), el cocodrilo ya se hab¨ªa adaptado a su nueva vida y hasta parec¨ªa disfrutar con su fama. En la granja fue la estrella indiscutible y se convirti¨® en una verdadera leyenda. La gente se pirraba por contemplarlo en su piscina (y verlo comer ni te digo). Lo encontraron muerto el 6 de marzo de 1997 bajo el agua como un tycoon envejecido: hab¨ªa sufrido un ataque cardiaco, lo que no es infrecuente en cocodrilos de cierta edad. Fue muy llorado. Hoy ocupa su recinto su sucesor, M¨¢ximo
En su existencia post mortem, Gomek, el croc superestar, conserva buena parte de su gloria. Sigue poniendo los pelos de punta, incluso muerto, el t¨ªo. Est¨¢ muy bien disecado (por los taxidermistas hermanos Jonas, de Broomfield, Colorado, unos artistas). Se encuentra en medio de un diorama con plantas y arena. Alrededor se exhibe de acompa?amiento un surtido evocador de su vida que incluye una gran colecci¨®n de objetos de arte y artefactos de Pap¨²a-Nueva Guinea relacionados con el culto al cocodrilo, fotograf¨ªas, v¨ªdeos de sus cuidadores, e incluso un par de serpientes (vivas). Gomek se alza en todo su esplendor con las fauces abiertas. Pas¨¦ un buen rato all¨ª con el animal. No entraba nadie, la gente prefiere los cocodrilos vivos y adem¨¢s se hab¨ªa desencadenado una tormenta. De repente, un rel¨¢mpago ilumin¨® sus ojos de cristal y su sombra pareci¨® moverse. Mi primera reacci¨®n fue poner pies en polvorosa, pero pudo m¨¢s la curiosidad y acerqu¨¦ la oreja a la tremenda boca para escuchar lo que ten¨ªa que contar a otro viajero solitario, venido de lejos, el gran cocodrilo.

Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Sobre la firma
