Viento Verano
"Se trata de la brisa que alivia el sopor del calor¨®n de Madrid como regalo de la sierra para limpiarle el maquillaje empolvado que se le queda en las mejillas a las estatuas"
Una joven se alz¨® en vuelo en pleno p¨¢rrafo de poema en prosa; vol¨® tras las p¨¢ginas del libro que estaba leyendo y su vestido amarillo parec¨ªa el camis¨®n de una musa con la cabellera al aire y una leve sonrisa en los labios que repet¨ªan la ¨²ltima s¨ªlaba de esa l¨ªnea que se le fue volando entre dedos, alz¨¢ndose all¨ª donde el c¨¦sped verde deja de ser pasto y se convierte en pavimento, acera de las calles que parec¨ªan tambi¨¦n refrescarse con el viento que alz¨® a la muchacha.
Se trata de Viento Verano, la brisa que alivia el sopor del calor¨®n de Madrid como regalo de la sierra para limpiarle el maquillaje empolvado que se le queda en las mejillas a las estatuas y simular entre las ramas de los miles de arbolitos urbanos un peque?o aplauso de hojas verdes que van escuchando las conversaciones ajenas. Viento Verano que pasa por la frente para limpiar las gotas de sudor de las se?oras de anta?o que siguen con medias hasta la rodilla, del brazo de sus fantasmas jubilados que insisten en llevar corbatines de verano y ligeras tebas de tela como gasa para no perder jam¨¢s la elegancia, incluso cuando parece que caminamos por senderos del mism¨ªsimo Infierno con las altas temperaturas que jam¨¢s superan las que mentamos de memoria. Viento Verano que acompa?a lascas de hielo que se van derritiendo en un glorioso granizado de lim¨®n o las rocas que flotan en un caf¨¦ y Viento Verano que arrebat¨® el libro de la mujer que va volando tras la p¨¢gina donde alguien narra el olvido de un invierno y la melancol¨ªa constante de los amores contrariados, los horarios de las personas que jam¨¢s pueden faltar a sus deberes para escaparse en pos de una musa que va volando por el paisaje de un Madrid entra?able, poblado de sudorosos peregrinos que salen a pasear sus pensamientos en medio de una calma chicha, en medio del mar de la metr¨®polis, ajenos al clima que lleva a todo trapo el taxista que parece sonre¨ªr ante el paso de cebra por donde flotan las mujeres que se alzan en vuelo como sue?os casi casi palpables en busca del verso que van deletreando entre sus cabellos sueltos, con las manos al frente y los pies descalzos porque las sandalias se han quedado sembradas en el m¨ªnimo espacio de cemento o c¨¦sped donde se alzaron de pronto con el aliento del viento impredecible que de pronto aligera la temperatura de todo rencor posible. Viento Verano se deber¨ªa llamar la chica que de pronto toma el libro en sus manos y se lo pega al pecho como un relicario recuperado y baja al suelo para seguir andando descalza siempre a unos metros de distancia por delante de quien intente abordarla, mientras ella retoma el camino con el libro entre las manos y la secreta seguridad de que nadie, en realidad, conocer¨¢ su verdadero nombre.
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