Jack Johnson inunda de buen rollo la ¨²ltima jornada de Mad Cool
Hurray for the Riff Raff, Franz Ferdinand y La M.O.D.A. se recrean tambi¨¦n en las buenas vibraciones musicales durante el festival
Las canciones de Jack Johnson son como golosinas. Dulces y sin m¨¢s aspiraci¨®n que proponer el recreo emocional dentro de una filosof¨ªa vital centrada en el buen rollo. No suelen resquebrajar, ni perseguir imposibles, ni mucho menos describir grandes historias de la existencia, pero tienen una fuerza reconciliadora con el esp¨ªritu m¨¢s que rese?able. Entretienen y aportan el sosiego justo. Tal vez por eso sus fans se concentran en torno a ellas como legionarios cerca de un credo del bienestar. Son buenrollistas dispuestos a defenderlas con ¨ªmpetu inocente. Anoche sucedi¨® as¨ª cuando el m¨²sico de Hawaii ofreci¨® una actuaci¨®n certera en la tercera y ¨²ltima jornada del Mad Cool. Se juntaron alrededor de su m¨²sica como en convivencia juvenil.
Bajo la evocaci¨®n que daba un escenario presidido por un cielo atardeciendo, Johnson sali¨® con su look de tipo sencillo: una simple camiseta y un simple pantal¨®n con sus simples zapatillas. Nada invitaba a verle como una estrella, pero tampoco es algo que solicite. Su sonrisa f¨¢cil y su mueca agradable cuadran de maravilla con sus canciones ligeras que invitan a contemplar la vida. Composiciones como If I Had Eyes o Do You Remember, que sonaron en los primeros compases de su actuaci¨®n en el escenario Madrid te abraza, remiten directamente a paseos por la playa. M¨¢s que buc¨®licas son reconfortantes. Una de las mejores de su cancionero, que peca de previsible, es Better Together, que son¨® con modos distintos al estudio y alcanzando un punto m¨¢s de soul blanco con ese ¨®rgano jugueteando.
Sus canciones suelen empastar con gracia el soul y el toque folkie y no aptas para los oyentes de exigencias rockeras ni m¨¢s viscerales. El principal inconveniente que se le puede achacar al bueno de Johsnon es que, al final, casi se maneja con el piloto autom¨¢tico. Tiene la f¨®rmula, la sabe ejecutar, pero no sale de esa zona blanda de recreo, como si el mundo solo se alimentase de golosinas. Qu¨¦ tambi¨¦n puede ser que haya gente que as¨ª lo haga, pero menudo problema de az¨²car puede causar.
Poco az¨²car y s¨ª mucho salero tuvo durante su actuaci¨®n la m¨¢s que interesante Hurray for the Riff Raff. La puertorrique?a, que realmente se llama Alynda Segarra, posee una presencia esc¨¦nica atrayente, que consigue aunar el rock, el rap y los ritmos latinos con orgullo y garra. De alguna manera se entiende su infancia en el barrio del Bronx de Nueva York, ese lugar repleto de sonidos canallas y urbanos que en ella cobran sentido con su canto urgente. Su muestrario de registros en directo revalid¨® las buenas cr¨ªticas que recibi¨® The Navigator, su ¨²ltimo disco, que se encarg¨® de repasar sin miramientos. En Hurray for the Riff Raff hay madera de estrella, de mujer luchadora con una potente est¨¦tica. Posiblemente en unos a?os se hable de ella como cabeza de cartel de festivales en los que ahora ya moviliza una importante legi¨®n de seguidores, que mueven el esqueleto y corean sus letras con determinaci¨®n.
Horas atr¨¢s, en la madrugada del viernes al s¨¢bado, tambi¨¦n buen rollo transmiti¨® la siempre infalible La Maravillosa Orquesta del Alcohol (M.O.D.A.) con su folk-rock de carretera y bourbon. Composiciones como H¨¦roes de s¨¢bado o La inmensidad se despliegan como himnos de noches et¨ªlicas en festivales de verano. Aunque ning¨²n grupo para dejarse llevar por las emociones y los sentidos, sin importantes exigencias de por medio, como Franz Ferdinand. Su pop hedonista subi¨® la temperatura del Mad Cool, un festival que debe fijarse en sus fallos organizativos para superarlos y terminar por convertirse en un macroevento de primer nivel de calidad como apunta.
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