?Vuelve el canapeo!
He estado en c¨®cteles dionisi¨¢cos que un videoartista de esta d¨¦cada no podr¨ªa ni creer
Una de las consecuencias m¨¢s nefastas de la crisis econ¨®mica fue la suspensi¨®n del canapeo. Antes, en los a?os dorados del capitalismo de cart¨®n piedra, pens¨¢bamos que era normal que despu¨¦s del estreno, la presentaci¨®n, la vernissage, salieran unos tipos de negro y se pusieran a repartir comida y bebida a troche y moche. Eran los ¨²nicos hombres de negro que entonces conoc¨ªamos. La discusi¨®n sobre el significado de la palabra cultura hab¨ªa desaparecido. ?Qu¨¦ era la cultura? Lo que preced¨ªa al manduque.
Cuando la cosa hizo crack se pens¨® que el canapeo era un lujo accesorio, igual que se piensa que la investigaci¨®n cient¨ªfica b¨¢sica, esa que no tiene aplicaci¨®n inmediata, es tirar el dinero. Pero es falso. Igual que una investigaci¨®n abstrusa puede traer grandes avances en unos a?os, el canapeo serv¨ªa m¨¢s que las subvenciones y las residencias art¨ªsticas para generar creaci¨®n cultural. T¨² dabas hoy unas croquetas, unos d¨¢tiles con bacon, unos pinchitos de pollo yakitori y en poco tiempo ten¨ªas un trasunto de los Young British Artists o una nueva Generaci¨®n Nocilla.
No seamos cortoplacistas. Es que los artistas tienen que comer y el arte es m¨¢s bien adelgazante. As¨ª que muchas gentes de la cultura, de esas que se arremolinan en Madrid para petarlo, sobreviv¨ªan a base de estos vinos espa?oles, de estos c¨®cteles a las ocho de la tarde. Luego, como digo, con la debacle financiera se acab¨® el chollo y se serv¨ªa la cultura a palo seco y la cultura entraba mucho peor. Pero yo he estado en canapeos que un videoartista de esta d¨¦cada no podr¨ªa ni creer, grandes c¨®cteles pantagru¨¦licos y dionisiacos que hac¨ªan que los sufrimientos asociados a la creaci¨®n valieran, por una vez, la pena.
En algunos grandes museos hasta asist¨ªan se?oras con tupperware para trincar jam¨®n a la misma puerta de la cocina y poner algo de ib¨¦rico en su cena familiar, o eso se dec¨ªa. Era la redistribuci¨®n de la riqueza. Incluso comprob¨¦ los grandes peligros aparejados al periodismo cultural, similares en algunos casos a los del periodismo de guerra: en una ocasi¨®n inger¨ª un canap¨¦ en mal estado en una prestigiosa galer¨ªa de arte y padec¨ª una gastroenteritis (cultural) de varios d¨ªas, aunque quise creer que era un s¨ªndrome de Stendhal estomacal.
No hay datos sobre la frecuencia y profundidad del canapeo espa?ol, pero mi experiencia cotidiana me dice que asoman los brotes verdes, los maki de salm¨®n y aguacate, las birras en vaso de tubo, la hamburguesas peque?itas pero no por ello menos sabrosas. Quiz¨¢s podamos olvidarnos pronto de la triste dictadura de la olivilla y la patata frita. Escuchadme performers, poetas de provincias, sesudos comisarios: el canapeo est¨¢ volviendo.
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