La guerra secreta de los Pirineos
Una exposici¨®n en el Centro Sefarad descubre las rutas que atravesaron miles de jud¨ªos para huir de la barbarie nazi

Victor Meslomps-Somps muri¨® en un campo de concentraci¨®n en febrero de 1944, meses antes de que los aliados liberaran Francia. Este sastre comunista, miembro de la Resistencia, fue capturado por los nazis por ayudar a cientos de jud¨ªos perseguidos. ¡°Es un h¨¦roe en mi vida. Gracias a ¨¦l estoy viva¡±, asegura Paquita Sitzer, de 81 a?os. Su nombre real era Fran?oise, pero un sargento franquista la rebautiz¨® al llegar a Espa?a mientras hu¨ªa de la barbarie nazi. Como ella, otros 15.000 jud¨ªos de toda Europa atravesaron los Pirineos para salvar sus vidas.

Las rutas secretas que siguieron y sus vivencias forman parte de la exposici¨®n Perseguidos y salvados, que se puede visitar gratis hasta el 22 de febrero en el Centro Sefarad de Madrid. La muestra est¨¢ compuesta por 30 paneles de luz repartidos en cuatro salas. Uno de ellos relata la vida de Paquita. Sus padres, jud¨ªos de origen polaco, se conocieron en Alemania, donde se casaron y tuvieron a su primer hijo. Se mudaron a Par¨ªs tras la llegada de Hitler al poder en 1933.
Paquita naci¨® en la capital francesa, donde su padre abri¨® una sastrer¨ªa. Ah¨ª vivieron hasta 1940, cuando los jud¨ªos comenzaron a ser enviados a campos de concentraci¨®n. Su padre logr¨® escapar a Pau, una localidad del sur de Francia. All¨ª conoci¨® a Victor, que le ofreci¨® trabajo y le ayud¨® a reunir a su familia. El avance de los nazis les llev¨® a cruzar la cordillera monta?osa que divide Francia y Espa?a a trav¨¦s de una de sus seis rutas clandestinas.
Era octubre de 1942 y Paquita ten¨ªa cinco a?os.¡°Mi padre contrat¨® a dos gu¨ªas gracias a los contactos de Victor. Me llevaron en sus hombros, pero el camino fue duro¡±, reconoce la mujer por tel¨¦fono. Tras 12 horas de viaje por los Pirineos, llegaron a Les, un peque?o pueblo del Valle de Ar¨¢n, en Lleida. ¡°Estuvimos 12 d¨ªas arrestados. Las autoridades franquistas ten¨ªan instrucciones de enviar a todos los evadidos de vuelta¡±.
Paquita nunca olvidar¨¢ al sargento que se apiad¨® de su familia, ni el apoyo de los vecinos, pero sospecha que su padre pag¨® a los agentes y que eso les permiti¨® llegar a Barcelona. En enero de 1943 zarparon desde el puerto de Vigo rumbo a Venezuela, donde su familia encontr¨® la tranquilidad.

La pen¨²ltima frontera
¡°Los Pirineos supon¨ªan la pen¨²ltima frontera para los jud¨ªos. En Espa?a apenas se quedaron unos pocos. Aqu¨ª ped¨ªan visados para marcharse a EEUU, Am¨¦rica del Sur, Palestina (entonces protectorado brit¨¢nico) e Inglaterra¡±, explica el historiador Josep Calvet, comisario de la muestra. De gestionar los visados se encargaba American Joint, una instituci¨®n creada en EE UU durante la Primera Guerra Mundial para ayudar a emigrar a los jud¨ªos europeos.
En Espa?a todo se complic¨® con la victoria del bando sublevado en la Guerra Civil, ya que Franco era un estrecho colaborador de Hitler. Eso llev¨® a los hermanos Sequerra a trasladarse desde Portugal a Barcelona con el pretexto de abrir una delegaci¨®n de la Cruz Roja. Calvet sostiene que la gente tiene la falsa sensaci¨®n de que la Segunda Guerra Mundial pas¨® de largo por Espa?a. ¡°Los Pirineos fueron un escenario muy activo, aunque no de combate¡±, afirma.
En los pasos fronterizos se encontraban guardias civiles y gendarmes, hab¨ªa miembros de la Gestapo y exist¨ªa un contin¨²o tr¨¢nsito de personas: primero los republicanos espa?oles huyendo a Francia, luego lo jud¨ªos tratando de salvarse de las deportaciones y, por ¨²ltimo, los nazis, que buscaban refugio tras la ca¨ªda del Tercer Reich. ¡°Los mismos barcos que llevaron jud¨ªos a Am¨¦rica trasladaron luego a los nazis. Y puede que alg¨²n gu¨ªa les ayudara a pasar los Pirineos¡±, insiste Calvet, profesor de la Universidad de Lleida. Calvet lleg¨® al asunto de forma casual. ¡°Encontr¨¦ listados de personas con apellidos polacos y no sab¨ªa que hac¨ªan en c¨¢rceles catalanas en 1942 y 1943¡±.
Hace cinco a?os su investigaci¨®n convergi¨® en un proyecto de la Diputaci¨®n de Lleida y se convirti¨® en exposici¨®n. La intenci¨®n es rescatar del olvido historias personales. Entre ellas la de Floreal Barber¨¢, un anarquista de 91 a?os que form¨® parte del cuerpo que organiz¨® Francisco Ponz¨¢n para poner a salvo a cientos de jud¨ªos.Un viaje clandestino en el que tambi¨¦n ayudaron republicanos exiliados y los vecinos. H¨¦roes an¨®nimos como lo fue Victor para Paquita.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.