Comerse a los ricos
La triste realidad es que la gran mayor¨ªa de los ricos de La Moraleja nacieron ricos y la gran mayor¨ªa de los pobres de Entrev¨ªas nacieron pobres
Una vez alquilamos un coche para ir a explorar La Moraleja y ver c¨®mo viven las personas que poseen el mundo. Seg¨²n los ¨²ltimos datos de la Agencia Tributaria La Moraleja, como todo el mundo ya sab¨ªa, es el barrio m¨¢s rico de Espa?a. Nuestro encuentro con los ricos, sin embargo, fue decepcionante porque estamos acostumbrados a ver la riqueza por ah¨ª, nos la ense?an todo el rato: lo que es obsceno es la pobreza.
En el bar restaurante de La Moraleja los ricos se parec¨ªan a s¨ª mismos: se?ores con el pelo peinado hacia atr¨¢s, con buenas chaquetas y buenos relojes, se?oras delgadas con joyas. Los hijos de los ricos quieren escapar de la ranciedad que se le presupone a su clase social y ser tambi¨¦n modernos, por eso lucen la melenita neoliberal que puso de moda Aznar y escuchan a Taburete. Unas chicas adoptan el estilo hipster/influencer con sombrero de ala ancha y languidez, mientras montan un mercadillo cuqui. Ahora ser pijo es avant garde.
Por lo dem¨¢s no hay mucho ver en La Moraleja: una sucesi¨®n de parcelas con muros altos y c¨¢maras de seguridad; es lo que tiene ser rico, que hay que protegerse. Esta opacidad estimula nuestra imaginaci¨®n y vemos en nuestras cabezas piscinas, jaccuzis, rifles y cabezas de ciervo, sirvientas con cofia, expresionismo abstracto y martinis en el tejado al atardecer.
Dec¨ªa un eslogan revolucionario que hab¨ªa que comerse a los ricos, y lo cierto es que los ricos tienen pinta de estar muy ricos: tienen buen pelo, buena piel, buenos dientes, est¨¢n bien alimentados y sus m¨²sculos no est¨¢n endurecidos por el trabajo f¨ªsico, excepto si hacen crossfit.
En Entrev¨ªas, Vallecas, el barrio m¨¢s humilde de Madrid seg¨²n la Agencia Tributaria, los pobres no parecen tan sabrosos, sus cuerpos parecen m¨¢s castigados por la mala alimentaci¨®n y el trabajo duro y lejano, si es que lo tienen.
En este lugar, atrapado entre autopistas, sobreviven algunas de las casas bajas antiguas con esos edificios de ladrillo visto y toldo verde botella con los que se ha construido todo el sudeste madrile?o, ese barrizal que acogi¨® a los trabajadores que llegaron del campo en la segunda mitad del silgo XX. Su heroicidad fue convertir aquella meg¨¢polis chabolista en un sitio donde vivir decente.
Nos han repetido hasta la saciedad que ya no hay clases sociales y que todos somos clase media, pero basta pasearse por estos y otros barrios para comprobar que es mentira. Otra mentira peor es la de la meritocracia, esa que dice que cada uno tiene lo que merece y puede conseguir lo que se proponga: sal de tu zona de confort, rompe tus l¨ªmites, persigue tus sue?os, emprende en un garaje y toca el cielo de Silicon Valley. La triste realidad es que la gran mayor¨ªa de los ricos de La Moraleja nacieron ricos y la gran mayor¨ªa de los pobres de Entrev¨ªas nacieron pobres.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.