D¨ªas de furia vallecana en blanco y negro
La exposici¨®n del fot¨®grafo Andr¨¦s Palomino plasma luchas sociales, pol¨ªticas y vecinales en el distrito madrile?o en los a?os 70 y 80
Echar la vista atr¨¢s es f¨¢cil. Andr¨¦s Palomino ha retratado el tiempo y el espacio con minuciosidad, con dureza, con elegancia. El fot¨®grafo, de 73 a?os, vive ahora en Nueva York pero aterriza a Madrid por unos d¨ªas. All¨ª se fue en 1985 tras casarse con Margarita Cava, estadounidense, y con la que ten¨ªa un plan: que ella terminara all¨ª su postgrado para regresar juntos a su barrio, en Vallecas. Ese postgrado, ¡°por cosas de la vida¡±, se alarg¨® 14 a?os, entre medias llegaron sus dos hijas y, ¡°por cosas de la vida tambi¨¦n¡±, all¨ª se qued¨®. Volver, y echar la vista atr¨¢s, le ha venido dado de forma natural, a trav¨¦s de im¨¢genes en blanco y negro, en su barrio, donde vivi¨® desde los 14 a?os y donde transcurrieron los mejores a?os de su vida. ¡°O al menos los m¨¢s importantes¡±. Palomino recorre su exposici¨®n del Centro Cultural Lope de Vega de Vallecas, abierta al p¨²blico hasta el 12 de abril, y salta de foto en foto, recordando a su gente, reviviendo una ¨¦poca de transformaci¨®n, de luchas, de alegr¨ªas amargas o de tristezas endulzadas con los a?os. [Fotogaler¨ªa: La c¨¢mara que todo lo vio]
En una calle sin asfaltar un pastor pasea con sus ovejas. Es el Vallecas de los a?os 70. Un pueblo dentro de Madrid de casas bajas, humildes, con calles bien alineadas, ¡°es curioso c¨®mo se ve eso en las im¨¢genes¡±, y con sus gentes tomando el aire, en la calle, ¡°por obligaci¨®n o por costumbre¡±. Bailando, protestando, huyendo de la polic¨ªa o incluso comiendo sobre el cap¨® de un coche. Las im¨¢genes plasman la transformaci¨®n de una ¨¦poca humilde a otra tambi¨¦n humilde, pero m¨¢s moderna. La demolici¨®n de sus viviendas y la construcci¨®n de edificios altos de ladrillos. Los bares, donde los grupos de amigos se reun¨ªan para jugar al futbol¨ªn o para hablar, ¡°pero nunca de pol¨ªtica, eso era peligroso¡±. Las reivindicaciones por el derecho a una vivienda digna, por la construcci¨®n de un polideportivo, contra la muerte de dos estudiantes, contra la represi¨®n policial. ¡°Cualquiera, porque hab¨ªa muchas¡±.
Todo eso, y m¨¢s, est¨¢ reflejado en la exposici¨®n de Palomino, un fot¨®grafo autodidacta que estudi¨® Turismo y que nunca ejerci¨® gracias a un regalo. El de una ampliadora que le cambi¨® la vida. ¡°Vi c¨®mo las im¨¢genes sal¨ªan de ah¨ª y me emocion¨¦. Ten¨ªa unos 26 a?os¡±. Y eso que la primera vez que revel¨® una fotograf¨ªa fue un aut¨¦ntico desastre. ¡°Me puse tan contento al ver la imagen que empec¨¦ a celebrarlo, a saltar con unos amigos, y la dej¨¦ dentro del l¨ªquido m¨¢s tiempo del necesario y acab¨® medio negra¡±. Era el retrato de un amigo, que aun conserva. Los manchurrones negros dieron paso a un mundo lleno de claroscuros. ¡°Cuando pasaba algo, cog¨ªa la c¨¢mara, me sub¨ªa a la moto y me iba all¨ª a retratarlo todo¡±.
La realidad viva de sus im¨¢genes, su movimiento, el sufrimiento y la lucha de vecinos, estudiantes, amigos y desconocidos, pas¨® a formar parte de las p¨¢ginas de los diarios de la ¨¦poca. Diario 16, Cambio 16, ABC, Qu¨¦, Intervi¨², Tiempo, Telva y tantas otras. M¨¢s adelante, junto con un grupo de fot¨®grafos, fund¨® la agencia de prensa Penta Press, siendo el diario El Pa¨ªs el cliente m¨¢s asiduo. Suya es la estampa de los estudiantes muertos por los tiros de la polic¨ªa en Embajadores en 1979: Emilio Mart¨ªnez y Jos¨¦ Luis Monta?¨¦s. La imagen de uno de ellos, en brazos de sus compa?eros, ya inerte, y la del otro, cuando participaba en una manifestaci¨®n estudiantil salieron en primera plana del diario. ¡°Llegu¨¦, vi la furgoneta de la polic¨ªa y empec¨¦ a hacer fotos sin pensarlo. Luego sal¨ª corriendo y o¨ª c¨®mo nos dispararon a nosotros tambi¨¦n. Pas¨¦ miedo, pero gracias a aquellas fotos se demostr¨® que la furgoneta no estuvo rodeada en ning¨²n momento por los estudiantes, como dijeron los polic¨ªas para defenderse despu¨¦s¡±.
Reconocer el sonido de las balas solo significaba una cosa: haberlas sentido previamente. Y es que Palomino no era un mero fot¨®grafo. ?l se implicaba. ¡°Una vez, sal¨ªa de una manifestaci¨®n, iba con dos amigos m¨¢s, y cuando nos ¨ªbamos a casa nos par¨® la polic¨ªa. De forma inconsciente salimos corriendo, y empec¨¦ a o¨ªr disparos. Cuando me di cuenta ten¨ªa el brazo lleno de sangre. Una bala me hab¨ªa traspasado el antebrazo, de lado a lado, pero no toc¨® ni hueso ni tendones, solo el m¨²sculo. Un cura rojo del barrio me ayud¨®, me meti¨® en una cl¨ªnica privada y consegu¨ª salir indemne de aquello¡±. Ten¨ªa la edad de su padre cuando muri¨®, 33 a?os, y eso le marc¨®. A sus amigos no los volvi¨® a ver nunca m¨¢s.
Sea como fuere, estaba vigilado. ¡°Mi casa era un sitio de reuni¨®n. Al principio ven¨ªa la gente a bailar, beber, fumar o ligar. Siempre hab¨ªa gente. Ten¨ªa un vecino que era guardia civil y le dijo a mi madre que si no quer¨ªa que me pasara algo ten¨ªa que acceder a pagarle en carnes. Mi madre se indign¨®, claro¡±.?Una cosa le llev¨® a otra y acab¨® en las filas de la Organizaci¨®n Revolucionaria de Trabajadores (ORT), peleando contra el sistema, o por otro sistema. ¡°Una vez me pasaron una nota por debajo de la puerta diciendo que si segu¨ªa ayudando al chileno a llevar a gente a Chile me quemar¨ªan la casa. Lo peor es que no s¨¦ qui¨¦n era ese chileno¡±.
La realidad de aquellos a?os tambi¨¦n se ve en otra imagen, donde Yolanda Gonz¨¢lez, representante del centro de Formaci¨®n Profesional de Vallecas, participa en una manifestaci¨®n en 1980. La organizaci¨®n ultraderechista Fuerza Nueva la asesin¨® unas semanas despu¨¦s. ¡°Aqu¨ª se ve el retrato de una ¨¦poca. A veces veo el archivo que tengo y me sorprendo de la gente que veo¡±. Porque aquella ¨¦poca, aquella vida, era sobre todo son sus gentes.
Palomino sustituy¨® Vallecas por Nueva York, donde trabaj¨® para la comunidad espa?ola (Casa de Espa?a, Spanish Institute, C¨¢mara de Comercio) y donde public¨® eventualmente en The New York Times, Time magazine, The New York Post, Daily News, Washington Times y Newsday cubriendo partidos de la NBA. Despu¨¦s, encontr¨® la estabilidad en editoriales de libros de texto en espa?ol, y se asent¨® en McGraw-Hill, donde todav¨ªa trabaja.
¡°Esta exposici¨®n era algo que todav¨ªa me deb¨ªa. Ten¨ªa los negativos en cajas y era una pena. Creo que puede servir a mantener vivo un recuerdo, a reconocer otra ¨¦poca, a reconocerse a s¨ª misma¡±. Aquellas caras, la de los protagonistas, llegan ahora pintando canas al Centro Cultural Lope de Vega. Un amigo de toda la vida entra en silla de ruedas y abraza a Palomino. Las estampas en las paredes parecen inmunes al paso del tiempo.
- ?Esto le hace echar de menos algo de aquel Vallecas?
- Lo ¨²nico, a la gente.
21 d¨ªas de actividades culturales
La exposici¨®n de Andr¨¦s Palomino se integra dentro de
, que se celebra desde el 25 de marzo hasta al 14 de abril. Esta iniciativa desarrollada en los distritos de Puente y Villa de Vallecas, re¨²ne a m¨¢s de 60 entidades (asociaciones de vecinos, colegios, institutos, escuelas infantiles, bibliotecas, centros culturales, librer¨ªas, entidades culturales de ambos distritos). A lo largo de los 21 d¨ªas que dura VCL se van a celebrar m¨¢s de 250 actos (exposiciones, presentaciones de libros, conferencias, pel¨ªculas, cert¨¢menes, danza, teatro...) en todas las entidades participantes. La XX edici¨®n girar¨¢, este a?o, en torno a tres temas: el homenaje a la poeta ?ngeles Mora, premio Nacional de Literatura 2016 y premio de la cr¨ªtica; una invitaci¨®n al Pa¨ªs Vasco; y el recuerdo de los 200 a?os Hernan Melville y su
Moby Dick.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.