Que nos dejen morir la muerte en paz
?ngel ayud¨® a morir por amor a su amor, es un h¨¦roe que ha bordeado ese neblinoso territorio que media entre la existencia y el abismo
?ngel le dio a beber la muerte a su mujer, Mar¨ªa Jos¨¦, por una pajita amarilla y alegre. Nunca sabes para qu¨¦ van a servir las cosas. Probablemente los fabricantes imaginaron otros usos para esa pajita: el refresco que se toma un ni?o al que le est¨¢n saliendo los dientes, un daiquiri en la playa del resort caribe?o, aquella Nochevieja loca del a?o 2000. Qu¨¦ tiempos.
Vi por ah¨ª una foto antigua de ?ngel y Mar¨ªa Jos¨¦, con ese color desva¨ªdo que tienen las fotos entre los a?os 70 y 80, ¨¦l tiene el pelo largo, ella una melena rizada, son j¨®venes, se miran, se sonr¨ªen: el futuro acechaba, probablemente muy diferente del que ellos esperaban. Qu¨¦ miedo da el futuro.
Nunca sabes, tampoco, para qu¨¦ van a servir las vidas, d¨®nde se van a torcer, cu¨¢ndo se van a acabar. En este caso a trav¨¦s de la pajita no fluy¨® el t¨¦ helado ni la horchata, sino el pentobarbital s¨®dico, el veneno que guardaban hace a?os y que proporciona, seg¨²n dicen, una muerte dulce, un irse poco a poco entre las brumas, un evaporarse hacia la incertidumbre o la nada. A Mar¨ªa Jos¨¦, enferma de esclerosis m¨²ltiple, le dol¨ªa demasiado la vida y no quer¨ªa soportarla m¨¢s: la vida no es intr¨ªnsecamente buena, la vida no es sagrada, la vida puede ser infernal. Hay vidas que no valen la pena ser vividas.
Qu¨¦ dif¨ªcil elegir un momento para morir, decidir morir precisamente un 3 de abril de 2019, ese mes y no otro?¡ªAbril es el mes m¨¢s cruel, dijo el poeta¡ª, ese d¨ªa y no otro, un mi¨¦rcoles para el que pronosticaban en Madrid sol y temperaturas algo m¨¢s frescas de lo normal, al comienzo de la primavera y las terrazas, cuando Pers¨¦fone escapa de su rapto y todo florece.
?ngel ayud¨® a morir por amor a su amor. Me conmueven profundamente esas im¨¢genes, me pregunto c¨®mo ser¨¢ ese sentimiento bifronte de tener que dejar marchar a lo que m¨¢s amas. La generosidad. Y me conmueven esas ¨²ltimas palabras de ?ngel: "A ver, dame la mano que quiero notar la ausencia definitiva de tu sufrimiento. Tranquila, ahora te dormir¨¢s enseguida". Mar¨ªa se fue desde un sill¨®n rojo, no se sabe a d¨®nde.
Qu¨¦ historias tan tristes y tremendas suceden en lugares tan normales, en un quinto piso m¨¢s con estanter¨ªas de madera llenas de libros, y fotos viejas, y recuerdos, en una calle m¨¢s de Valdezarza, un barrio m¨¢s de una ciudad m¨¢s, en el silencio que rodea la muerte por todos sus flancos.
?ngel es un h¨¦roe que ha bordeado ese neblinoso territorio que media entre la existencia y el abismo. Llam¨® a la polic¨ªa y, aunque los polic¨ªas empatizaron, le detuvieron por presunto homicidio. Es la ley la que no empatiza. Cuando ?ngel regres¨® a casa, la casa, la cama, ya estaban vac¨ªas. Ya que no nos dejan vivir la vida como queremos, al menos que nos dejen morir la muerte en paz.
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