Uno de los nuestros
Las personas que piden en los vagones de metro ya forman parte del paisaje habitual, no se les presta demasiada atenci¨®n, son hasta pintorescos.
Vend¨ªa chicles, de fresa, de menta, de lo que fuera. Apareci¨® en el vag¨®n de metro, m¨¢s all¨¢ de la almendra central, en los subterr¨¢neos de Villaverde, en esos lugares donde ya no se coge bien Internet en el m¨®vil y a la gente no le queda otro remedio que mirarse aburrida la una a la otra.
Era un hombre con lo que podr¨ªamos definir un aspecto ¡°normal¡±, en la treintena, nuca rasurada, ropa deportiva. Utilizaba esa prosodia alambicada que muchas veces utilizan los que mendigan para sentirse respetables, tal vez porque las palabras son la ¨²nica cosa que les queda.
¡°Buenas tardes se?ores y se?oras, espero que est¨¦n teniendo ustedes un viaje agradable, me veo en la obligaci¨®n de molestarles porque me encuentro sin trabajo hace unos meses y tengo que pagar el colegio de mis hijas¡±. Para acabar otra vez como empezaron, como en un pal¨ªndromo: ¡°Buenas tardes se?ores y se?oras, espero tengan ustedes un viaje agradable, cualquier ayuda me ser¨ªa ¨²til, comida, un trabajo ¡¡±.
Se dispuso a recorrer el vag¨®n en busca de alguna mirada c¨®mplice que le comprara un chicle, de fresa, de menta, de lo que fuera. Entonces sucedi¨®: la mujer que iba sentada a mi lado le reconoci¨®: ¡°Carlos¡±. Not¨¦ c¨®mo Carlos se erizaba levemente y de pronto abandonaba el tono quejumbroso para aparentar normalidad. No s¨¦ muy bien de qu¨¦ se conoc¨ªan, pero al parecer de hace muchos a?os, ¡°como diez o as¨ª¡±, dijo ella, cuando las cosas deb¨ªan ser de otra manera. ¡°Cu¨¢nto tiempo¡±.
Carlos quit¨® hierro al asunto, ¡°ya ves, la vida¡±, se rasc¨® la nuca rasurada, inc¨®modo, aunque sin dejar de sonre¨ªr. Por lo visto, la vida, ya ves, hab¨ªa llevado a estos dos por derroteros muy distintos. ?l intent¨® regalarle chicles, de fresa, de menta, de lo que fuera, ella le dio diez euros pero no pidi¨® nada a cambio. ¡°Pero coge unos chicles¡±, dijo ¨¦l ¡°No, no hace falta, yo tengo trabajo¡±, dijo ella.
Para el metronauta las personas que piden en los vagones de metro ya forman parte del paisaje habitual, no les presta demasiada atenci¨®n, son hasta pintorescos: esto es Madrid. Es curioso que los que presentan un aspecto m¨¢s ¡°normal¡± generan m¨¢s comprensi¨®n, como si fueran ¡°uno de los nuestros¡± que ha ca¨ªdo en la desgracia fortuita, y no un pobre aleatorio, de los de toda la vida.
Como cuando nos contaban que la gente que ven¨ªa de Siria no eran pobres, que eran m¨¦dicos, abogados, gente ¡°como nosotros¡±, y como si eso les hiciera m¨¢s merecedores de empat¨ªa. Ver a este hombre encontrarse con una vieja amiga le hizo resaltar del paisaje, hacernos ver que todos son ¡°como nosotros¡±, que todos somos ¡°como nosotros¡±.
Ella se levant¨® por donde Villaverde Alto y ambos se bajaron en la misma parada. El segu¨ªa insistiendo mientras pisaba el and¨¦n: ¡°Pero, ?seguro que no quieres unos chicles? Los tengo de fresa, de menta, de lo que quieras¡±.
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