Destierro y resurrecci¨®n de Chavela Vargas
Madrid, que la expuls¨® tras una desafortunada actuaci¨®n en 1973, fue la ciudad de su renacimiento art¨ªstico y humano veinte a?os despu¨¦s
¨CChavela, tiene usted que ir a Espa?a porque all¨ª s¨ª la quieren. Esta gente no se entera de qui¨¦n es usted. ¨CPues ll¨¦veme. ¨CEs que yo solo hago libros... ¨C?Entonces para qu¨¦ entra aqu¨ª? Me lo dijo con mucho desd¨¦n. Yo no sab¨ªa c¨®mo salir de aquello. Le dije bueno, quiz¨¢ pueda buscar a alguien que la lleve a Madrid.
As¨ª empez¨®: como un desaf¨ªo entre bravos de cantina. Era oto?o de 1992 en Cayoac¨¢n, M¨¦xico, y el editor espa?ol Manuel Arroyo Stephens arrastr¨® al novelista cubano Eliseo Alberto, en pleno derrumbe sentimental, a beberse y conjurar el llanto con las canciones de una septuagenaria que un d¨ªa hab¨ªa sido leyenda en Am¨¦rica, y que ahora bramaba en un escenario decr¨¦pito, tratando de hacerse o¨ªr por entre el esc¨¢ndalo de los borrachos.
¡°Hab¨ªa reaparecido el a?o anterior¡±, recuerda Arroyo, en un lugar llamado El H¨¢bito, adonde ¨¦l hab¨ªa ido a verla cada viernes. Pero ya en septiembre de 1992 ¡°el local estaba vac¨ªo. La gente no quer¨ªa saber nada de ella¡±. Para cuando hablaron, cantaba ¡°en una cantina horrorosa, La Bodega, en la calle ?msterdam. Estaba muy deprimida; no ten¨ªa para comer. Dorm¨ªa en un hotel de paso, es decir, de prostitutas. Hablaba obsesivamente de suicidio¡±.
Chavela Vargas, de cuyo nacimiento se cumplen ahora 100 a?os, ya hab¨ªa estado en Espa?a: exactamente al principio de su ca¨ªda, veinte a?os antes de aquello. La voz de las rancheras de Jos¨¦ Alfredo Jim¨¦nez hab¨ªa paseado su se?or¨ªo en Madrid, a principios de los a?os 70. Trat¨® a Roc¨ªo Jurado y Lola Flores, cant¨® con Serrat. Pero en 1973 una actuaci¨®n en TVE trunc¨® su camino: cant¨® muy bebida, y tuvo que repetir la canci¨®n varias veces. Una tonada que, adem¨¢s, a la censura franquista le pareci¨® ¡°obscena¡±: Macorina. ¡°Cancelaron la gira que ten¨ªa pendiente¡±, dice Arroyo. ¡°Volvi¨® a M¨¦xico y entr¨® en declive¡±. En el 78 hubo una devaluaci¨®n salvaje en M¨¦xico y perdi¨® el dinero y su casa de Cuernavaca: ¡°Se fue a vivir a un piso, al final de una calle que ella llamaba El bulevar de los sue?os rotos¡±.
¡°Yo hab¨ªa estado en 1980 en M¨¦xico y la gente dec¨ªa que hab¨ªa muerto¡±. Lo cual era mentira solo a medias: ¡°Era lo que llaman all¨ª un teporocho¡±, un desahuciado sin redenci¨®n. ¡°Pasaba la vida vestida de hombre en las cantinas, y tirada en medio de la calle. Fue Alicia Elena P¨¦rez Duarte, con quien tuvo una relaci¨®n amorosa, quien la sac¨® de ah¨ª. Cuando triunf¨® todos la quer¨ªan mucho, pero ten¨ªas que verla en La Bodega: era la cosa m¨¢s humillante del mundo, para salir llorando¡±.
Para Manuel Arroyo, que se hab¨ªa criado oyendo sus canciones, no era sin embargo un s¨ªmbolo personal. Pero algo m¨¢s all¨¢ de ¨¦l mismo le impuls¨® a recoger ese guante que Chavela Vargas, 73 a?os entonces, arroj¨® a sus pies aquella noche de 1992 en el camerino, con una mano que a Arroyo le impresion¨® por encontrarla ¡°helada¡±. Le impresion¨® a¨²n m¨¢s ¡°como ser humano. Realmente hab¨ªa estado en el infierno¡±, veinte a?os, ¡°y se notaba¡±. Arroyo era amigo de causas ¡°dif¨ªciles¡±: hab¨ªa apoderado a ¡°un torero medio cojo¡± (Rafael de Paula), y se centraba como editor en vindicar a autores para ¨¦l injustamente ignorados. ¡°Quer¨ªa ver a Chavela triunfando en Espa?a, y que se enterasen los mexicanos. Algunas que ahora aparecen en las pel¨ªculas hablando de ella son garrapatas que la despreciaron hasta que volvi¨® a cantar en el Teatro Bellas Artes¡± del D.F. Algo que tambi¨¦n consigui¨® Arroyo, con la ayuda de Carlos Monsiv¨¢is. Pero eso fue despu¨¦s de Madrid.
Arroyo acudi¨® a la ya desaparecida Sala Caracol. Habl¨® con las due?as: ¡°encantadoras¡±, pero que ¡°no sab¨ªan qui¨¦n era¡± Vargas. Adem¨¢s, solo programaban flamenco. Pero poco despu¨¦s pas¨® por all¨ª Pedro Almod¨®var. Las due?as le contaron la historia de Arroyo, y aqu¨¦l dijo: ¡°Que la traiga¡±. La programaron tres d¨ªas seguidos, un fin de semana despu¨¦s de Semana Santa, abril de 1993. La trajeron con dos guitarristas, y la alojaron en la Residencia de Estudiantes (¡°otro acierto¡±). ¡°La duda¡±, cuenta Arroyo, ¡°era qu¨¦ iba a pasar. A falta de una semana no hab¨ªa reservado nadie¡±. Entonces pidi¨® a Almod¨®var que la presentara. Despu¨¦s de la primera noche, llen¨® otras cinco m¨¢s. Legendarias.
¡°Fue una ceremonia absolutamente m¨ªstica¡±, recuerda ahora, con emoci¨®n id¨¦ntica, la cantante Martirio. ¡°Nos revole¨® completamente a todos¡±, aquella mujer que cantaba ¡°con una dignidad, valent¨ªa y verdad absolutas¡±. ¡°Abr¨ªa los brazos y dejaba que el alma tomara el mando. Llor¨¢bamos y re¨ªamos. Yo vi a gente traer rollos de papel higi¨¦nico y tirarlos para que lloraran todos a gusto. Sal¨ªamos de los conciertos con la cara trasmutada, con los ojos brillantes, porque no era un concierto sino una ceremonia lo que oficiaba. Por eso la nombraron chamana los mismos chamanes de San Luis de Potos¨ª, porque curaba con la voz¡±.
?Se esperaba aquel recibimiento? ¡°No lo creo. Pero la vida organiza las cosas muy bien cuando quiere. Imag¨ªnate que empez¨® a tocar en teatros aqu¨ª [el Lope de Vega de Sevilla fue el primero]. Luego el Col¨®n de Buenos Aires, el Olympia de Par¨ªs...¡±. Hubo esas noches en la Caracol ¡°muchas personas conocidas que pod¨ªan hablar luego de lo que hab¨ªan visto: Sabina, Almod¨®var, E. Benarroch...¡±. De todos se hizo ¨ªntima. Tambi¨¦n del espectro de Garc¨ªa Lorca, con quien aseguraba hablar en la Residencia de Estudiantes, sin bromear en absoluto.
¡°Aqu¨ª¡±, dice Arroyo, ¡°se encontr¨® con que la gente la escuchaba¡±. Reverencialmente. El editor tampoco sab¨ªa nada de grabar discos, pero consigui¨® alquilar un estudio ¡°por Garc¨ªa Noblejas¡±. ¡°T¨² me alquilas un estudio y yo me echo un disco en una tarde¡±, dijo ella. Se ech¨® cuatro, en varias tardes. ¡°El otro d¨ªa me los encontr¨¦ en una tienda de Berl¨ªn¡±, sonr¨ªe Arroyo. ¡°Ahora me parece como de cuento¡±.
¡°Estas cosas maravillosas no suceden m¨¢s que en Madrid¡±, declar¨® Chavela por esos d¨ªas. ¡°Dicen que uno vuelve siempre a los sitios donde am¨® la vida. Yo he vuelto. He vuelto por el amor que dej¨¦ aqu¨ª¡±. Madrid, que la hab¨ªa desterrado y se?alado el camino hacia el infierno, fue tambi¨¦n el lugar de su redenci¨®n, veinte a?os despu¨¦s. Aqu¨ª donde, dec¨ªa, ¡°est¨¢n las mujeres m¨¢s hermosas del mundo¡±.
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