Rosal¨ªa se instala en la hip¨¦rbole ante la multitud del Mad Cool
El fen¨®meno catal¨¢n concita las miradas pero en el festival m¨¢s grande de Madrid no justific¨® la dimensi¨®n del terremoto que ha generado
?ramos pocos en el Mad Cool y a alguien se le ocurri¨® un ¡°d¨ªa 0¡±. El festival m¨¢s mastod¨®ntico de la capital hab¨ªa repartido hasta ahora sus contenidos a lo largo de tres jornadas maratonianas, de esas que ponen a prueba la resistencia del aparato digestivo, la buena salud podol¨®gica, la cautela sistem¨¢tica respecto a nuestra hidrataci¨®n, la paciencia ante las aglomeraciones, la seducci¨®n p¨²blica en el arte del hashtag, el vac¨ªo existencial que dejan los cacharros m¨®viles cuando se les muere la bater¨ªa y el poder de la inspiraci¨®n profunda para sobrellevar los rigores de la agorafobia.
As¨ª ven¨ªa sucediendo desde 2016, en sesiones de jueves, viernes y s¨¢bado, pero esta vez ha habido que sumar una jornada previa de bienvenida, que parece cosa m¨¢s sustanciosa si se la denomina Welcome Party. Y aunque la fiestuqui comprend¨ªa hasta 16 bandas, todo estaba dise?ado para que le prest¨¢ramos atenci¨®n a un solo nombre. Cuatro s¨ªlabas cuya sola menci¨®n multiplica las expectativas y revoluciona las frecuencias cardiacas. Siete letras que cualquier d¨ªa de estos acabar¨¢n cotizando en el Nasdaq. Porque lo de la muchacha en cuesti¨®n hace mucho que dej¨® de ser normal.
Pero, ?es para tanto lo de Rosal¨ªa? Hemos resistido dos p¨¢rrafos enteros sin mencionarla expl¨ªcitamente, pero hay que rendirse a la evidencia: nadie acudi¨® este mi¨¦rcoles a la explanada de Valdebebas a otra cosa que no fuera comprobar c¨®mo se las gasta la de Sant Esteve Sesrovires, una mujer que ha logrado convertir en hip¨¦rbole todo lo que la rodea. Que desembarcaba en el Mad Cool el mismo d¨ªa en que The New York Times se hab¨ªa sumado a la avalancha mundial de parabienes y la consideraba m¨¢xima responsable del ¡°nuevo orden¡± mundial del pop en castellano. Y que obtiene cifras de reproducciones tan mareantes que parecen pret¨¦ritas de un d¨ªa para otro. Rosal¨ªa lleg¨®, mand¨®, embruj¨®, suscit¨® un entusiasmo tan ecl¨¦ctico como ins¨®lito, congreg¨® a ni?os muy ni?os, a modernos y mayores; a devotos y agn¨®sticos, a alg¨²n flamenc¨®logo y a muchos reci¨¦n llegados a la fe de la palma y el quej¨ªo. Y se march¨® a los 65 minutos exactos, dejando, de hecho, la sensaci¨®n de que el espect¨¢culo se le desinflar¨ªa con un minutaje m¨¢s generoso. Quiz¨¢ porque todo parece pensado para un momento hist¨®rico propenso a las atenciones fugaces y las fascinaciones vol¨¢tiles. Al efectismo m¨¢s que al efecto.
Vivimos en la era de las stories, a las que la propia catalana hace referencia en la letra de Brillo. Todo deslumbra tan r¨¢pido como se desvanece. Deja Rosal¨ªa la sensaci¨®n de que cuanto acontece sobre las tablas est¨¢ calculado al mil¨ªmetro, entre otras cosas porque mucha de la m¨²sica es pregrabada y gran parte de la puesta en escena se basa en coreograf¨ªas minuciosas.
Hay talento a raudales concentrado en esa hora y poco, porque la muchacha cuenta con una voz realmente hermosa y nunca desorbitada, y ha sido capaz de desarrollar junto a El Guincho (discret¨ªsimo, al fondo a la derecha) un concepto propio, h¨ªbrido, desprejuiciado, reconocible y muy est¨¦tico. Pero, como sucede con los fen¨®menos de dimensiones descomunales, queda el temor de si no se nos estar¨¢ yendo a todos la mano con los ep¨ªtetos.
Rosal¨ªa Vila es poder¨ªo y orgullo, es racial y (a las pruebas nos remitimos) desconocedora de las fronteras, simboliza una inaplazable feminizaci¨®n del negocio musical, se rodea de seis bailarinas muy visuales y coordinadas y se esmera en todo, tambi¨¦n en el vestuario: anoche, blusa azul celeste y shorts verdes. Pero incurre ya en alguna redundancia estil¨ªstica y en f¨®rmulas recurrentes de adulaci¨®n al espectador. En una artista que cuida tanto las formas, podr¨ªamos esperar un discurso m¨¢s elaborado que los golpecitos en el pecho y las frases de cat¨¢logo, desde ¡°Mucho amor, mucho amor¡± a ¡°Madrid, sois incre¨ªbles¡± y ¡°Os quiero mucho¡±, por no hablar de la visita a la primera fila para pasar el micr¨®fono entre los m¨¢s fans. Y como la m¨²sica no es ejecutada, sino disparada, tampoco hay ocasi¨®n de improvisar o sorprender; solo de que todos coreemos.
Lo m¨¢s emocionante, quiz¨¢ lo ¨²nico genuinamente emocionante, fue escuchar a Rosal¨ªa cantando a capella Milion¨¤ria, el sencillo m¨¢s reciente y primera incursi¨®n en su lengua madre. De paso, pudo comprobar c¨®mo la multitud hab¨ªa interiorizado la letra con acento razonable, una contribuci¨®n ling¨¹¨ªstica mucho m¨¢s eficaz que la de tanto torpe de la cosa p¨²blica. Por lo dem¨¢s, divertido el homenaje a Las Grecas, euf¨®rico el final (Con altura, Aute cuture y Malamente) y desproporcionado, de momento, el terremoto rosaliesco. Pero seguiremos pendientes de los sism¨®grafos.
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