Mercados de basura
Se montan por las calles mercadillos informales de cosas raras, donde los m¨¢s vulnerables practican la compraventa
Lo que para unos es basura para otros es un tesoro, por eso vemos por las calles a gente rebuscando en las papeleras, en los contenedores de reciclaje, en los puntos limpios, como si quisieran conocernos a nosotros, a los vecinos, como si fueran soci¨®logos lumpen, porque a uno le define su basura y su biblioteca, que en algunos casos son la misma cosa.
Se montan a veces mercadillos informales de basura por la ciudad, a m¨ª me suele pillar uno por la glorieta de Atocha donde decenas de personas extienden s¨¢banas en el suelo y venden viejos candelabros, cubiertos oxidados, mu?ecas rotas, monta?as de trapos, chanclas, peines, pilas usadas, radiocasetes vintage, es decir, viejos. Es la otra cara de la opulencia, la evidencia de la hiperproducci¨®n, la marea de cosas que se usan y se tiran cada d¨ªa mientras el planeta se da cabezazos contra sus propias fronteras. Entiendo que haya gente que trate de vender estos art¨ªculos aparentemente in¨²tiles, estos naufragios del capitalismo, lo que no se entiende tanto es que haya quien los quiera comprar, pero alguien los querr¨¢: la oferta y la demanda, dice la econom¨ªa, tienen que ir de la mano.
Se monta un buen atasco ciudadano en Atocha entre los que quieren pasar y los que quieren curiosear, se monta un buen l¨ªo en Atocha cuando se monta el mercadillo de basura. Los vendedores son pobres, gente callejera que se busca la vida como buenamente puede y que mediante esta actividad puede disfrutar de la performance de la compraventa, la que hoy nos diferencia como ciudadanos de pleno derecho. Quiz¨¢s por eso lo hacen, quiz¨¢s por eso se compra y se vende la basura en los mercadillos, porque la gente quiere sentirse incluida en un sistema que se basa simplemente en eso: comprar barato y vender caro.
El consumo es ese proceso m¨¢gico por el que uno compra un bien en una tienda (un candelabro, una mu?eca, un radiocasete) y al cabo de un rato lo tira al cubo metamorfoseado en desecho. Luego viene alguien, lo recoge de entre la mierda, y vuelve a convertirlo en mercanc¨ªa. La vez que con m¨¢s claridad asist¨ª a este sortilegio fue en la plaza El¨ªptica, entre Usera y Carabanchel, punto tradicional de recogida de jornaleros inmigrantes y tambi¨¦n lugar habitual de mercadillos informales de bienes degenerados.
Llego la polic¨ªa municipal, disolvi¨® el mercado (no todos los mercados son libres y sagrados) y orden¨® a los barrenderos que se llevaran todo aquello. Mediante ese simple hecho hab¨ªan obrado el milagro y convertido las mercanc¨ªas otra vez en basura. Lo mismo pasar¨ªa si uno se presenta con los operarios de limpieza en una de las exclusivas boutiques de la Milla de Oro del barrio de Salamanca y les encargase que se llevaran todo aquello al vertedero de Valdeming¨®mez. Solo que esto es m¨¢s raro que ocurra.
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