Solo Madrid es corte
All¨¢ donde se instalaran los reyes se convocaban las Cortes, y ese lugar se consideraba la capital de la monarqu¨ªa
Hasta que Felipe II instal¨® la corte definitivamente en Madrid, la capitalidad del reino era itinerante. No solo se trataba de que el rey evitara mostrar demasiado favor por alguna de sus villas; mud¨¢ndose de una a otra tambi¨¦n asentaba su poder a lo largo de todo el territorio. Algo as¨ª como un¡ ¡°aqu¨ª estoy yo¡±. All¨¢ donde se instalaran los reyes se convocaban las Cortes, y ese lugar se consideraba la capital de la monarqu¨ªa hisp¨¢nica durante el tiempo en el que estuvieran en tal o cual sitio: Toro, Burgos, Valladolid, Carri¨®n de los Condes, Toledo¡ Esto, adem¨¢s de un aut¨¦ntico pe?azo, era terriblemente inc¨®modo, muy caro y poco pr¨¢ctico. Tanta ida y venida, tanto hacer y deshacer maletas, hizo que Felipe II decidiera fijar la corte en Madrid siguiendo el deseo de su padre, el emperador Carlos V, que vio a la primera la ventaja que supon¨ªa que este poblach¨®n castellano estuviera y est¨¦ en el centro de la pen¨ªnsula.
Antes de dar car¨¢cter definitivo a su decisi¨®n, Felipe II quiso comprobar si se confirmaban las bondades del lugar. El historiador del Siglo de Oro Luis Cabrera de C¨®rdoba escribi¨® que, si algo decidi¨® al rey, fue que la villa estaba ¡°bien prove¨ªda de mantenimientos por su comarca abundante, buenas aguas, admirable constelaci¨®n, aires saludables, alegre cielo y muchas y grandes calidades naturales¡± (aires saludables, se?ora D¨ªaz Ayuso; sa-lu-da-bles, se?or Mart¨ªnez Almeida).
Y hablando de gobernantes capaces¡ a Felipe II le sucedi¨® su hijo, el tercero de los Felipes, de inteligencia mediocre, floja voluntad y con menos luces que una patera.
Felipe III entr¨® en las enciclopedias con el sobrenombre de El Piadoso porque rezaba nueve rosarios al d¨ªa, uno por cada mes que supuestamente Jesucristo estuvo en el vientre de su madre. Con ¨¦l termin¨® la ¨¦poca de los gobiernos personalistas y se inici¨® la edad dorada de los validos, una forma eufem¨ªstica de decir que el rey no pegaba sello en beneficio de uno o varios subordinados que manejaban a su antojo el gobierno del reino y los cuartos. Tal fue el caso del favorito de Felipe III, el maligno Francisco G¨®mez de Sandoval-Rojas y Borja, el duque de Lerma, un tipo corrupto y malversador a m¨¢s no poder.
El rey de Espa?a hizo tal dejaci¨®n de funciones que era m¨¢s f¨¢cil acercarse a ¨¦l que al propio duque. Se le atribuye un sucedido en el que un soldado logr¨® acceder al rey para hacerle una petici¨®n y Felipe III le dijo: ¡°Acudid al duque¡±. El soldado respondi¨®: ¡°Si yo hubiera podido hablar con el duque, no vendr¨ªa a ver a Vuestra Majestad¡±.
Cuarenta a?os llevaba la corte quieta en la villa de Madrid, cuando el duque de Lerma decidi¨® en 1601 que a su cuenta corriente le vendr¨ªa bien trasladar de nuevo toda la maquinaria del Estado a Valladolid.
La mudanza ten¨ªa un doble inter¨¦s para el duque. Primero y fundamental, su personal enriquecimiento, y segundo y no menos importante, distraer a la plebe para que alejara de s¨ª la funesta man¨ªa de pensar.
Mientras la ciudad que desped¨ªa la corte lloraba amargamente su p¨¦rdida porque de inmediato sufr¨ªa un hundimiento econ¨®mico, la que la recib¨ªa lo celebraba con muchos y variados jolgorios. El de Lerma eligi¨® Valladolid porque le tiraba su tierra. Hab¨ªa nacido cerca, en Tordesillas, y ten¨ªa varias propiedades en la capital que fue ampliando con otras muchas antes de convencer a Felipe III para el traslado. El de Lerma adquiri¨® palacetes, inmuebles, solares... de tal forma que se hizo con la propiedad de medio Valladolid.
Cuando se trasladaba la corte, la familia real y la enorme maquinaria del Estado arrastraban a miles de personas que buscaban prosperar a su sombra: funcionarios, pelotas, jerarcas eclesi¨¢sticos y nobles¡ a los que siguieron, como perrillos sedientos, artistas, c¨®micos, m¨²sicos, libreros, impresores y escritores que buscaban su mecenazgo. Aquella marabunta administrativa y cultural provoc¨® un boom inmobiliario en Valladolid como no han vuelto a vivir otro.
El duque, propietario de casi todo lo construido o de los solares donde se pod¨ªa construir, se hizo de oro alquilando y vendiendo, mientras Madrid se hund¨ªa en una crisis econ¨®mica y cultural que provoc¨® una espectacular ca¨ªda de los precios de las viviendas. La defenestrada villa y excorte se despobl¨®, y a ella lleg¨® por aquella ¨¦poca el escritor Agust¨ªn de Rojas, que se lamentaba con estas palabras de la profunda soledad que reinaba: ¡°Pues en un lugar tan grande, apenas por calle alguna ve¨ªa gente¡ todo era tristeza y melancol¨ªa¡±. Y lo corrobor¨® el cronista Le¨®n Pinelo cuando recogi¨® en sus textos que las casas principales se daban gratis e incluso se pagaba a quienes morasen en ellas a fin de detener la desbandada general.
Ajeno a todo, salvo a sus fiestones, sus toros, sus rosarios y sus ocios, andaba Felipe III.
Pero la corte ten¨ªa los d¨ªas contados a orillas del Pisuerga. A principios de 1606 se decidi¨®¡ mejor dicho, el duque de Lerma decidi¨® que ya era hora de regresar a Madrid porque hab¨ªa que redondear el negocio. Gran parte de lo ganado con la especulaci¨®n inmobiliaria en Valladolid lo invirti¨® el duque en comprar en Madrid terrenos y palacios tirados de precio gracias a la depresi¨®n econ¨®mica que ¨¦l mismo hab¨ªa provocado con el traslado de la corte. Un maldito genio especulador.
En cuanto se supo que el valido hab¨ªa convencido al rey para que ordenara el regreso de la corte, todo lo comprado a precio de saldo en Madrid por el duque de Lerma se dispar¨® de precio. Vuelta a reorganizar la Administraci¨®n, vuelta a recolocarse socialmente, vuelta a trapichear con palacetes y terrenos¡ Se calcula que el de Lerma se llen¨® los bolsillos con m¨¢s de un mill¨®n de ducados, que al cambio son una exageraci¨®n de millones de euros.
Madrid volvi¨® a la vida con el regreso de la lumbrera de Felipe III, con parrandas en cada esquina, con la reactivaci¨®n de la vidilla cultural y la explosi¨®n urban¨ªstica. La poblaci¨®n se triplic¨®, y a partir del traslado qued¨® ya para siempre aquello de que ¡°solo Madrid es corte¡±.
Las corruptelas del duque de Lerma acabaron saliendo a la luz, aunque tuvo la suficiente habilidad para evitar las fatales consecuencias que le esperaban: se meti¨® a cardenal.
Para no morir ahorcado el mayor ladr¨®n de Espa?a se viste de colorado
Otra vuelta de tuerca
- ?Ni?a¡ no te comas el barro!. Las chicas bien de hace tres siglos com¨ªan barro para ir a la moda, mantener una tez blanquecina y gustar al mozo elegido.
- Biblioteca Nacional: 300 a?os dando tumbos. Sus fondos han sido culo de mal asiento y han conocido cinco lugares distintos hasta su ubicaci¨®n definitiva.
- ?Y los huevos de Atalanta? Uno de los leones del Congreso es chica. Mirando de frente la fachada, el de la izquierda representa a Hip¨®menes.
- El genio de Galileo en la Plaza de Oriente. Felipe IV fue un desenfrenado sexual pero tambi¨¦n un rey capaz, trabajador, pendiente de los asuntos de gobierno y protector de las artes y las letra.
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