La controversia del nuevo bolo
El boloencierro anual en Mataelpino se realiza este a?o con una bola m¨¢s ligera
¡°?Que viene el boloooooo!¡±. En el pueblo de Mataelpino los seres humanos libran una ¨¦pica batalla con las fuerzas de la naturaleza. Se trata de un encierro, pero en este caso la fuerza natural no es la de los animales bravos como arietes, sino la fuerza de la gravedad que arrastra por las calles¡ una gran pelota hinchable. Es cierto que as¨ª no suena tan dram¨¢tico, pero el boloencierro, creado hace diez a?os debido a la falta de presupuesto para astados, ha hecho de la necesidad virtud y puesto a este pueblo en el mapa atrayendo a medios de comunicaci¨®n, curiosos y aventureros amateur.
¡°Es como una peli de Indiana Jones¡±, dice el alcalde Javier de los Nietos. La novedad este a?o es que la bola, de tres metros de di¨¢metro, ha perdido peso radicalmente: de 200 kilos a 30, para evitar los accidentes que se dieron en a?os anteriores (el a?o pasado hubo un herido muy grave). ¡°Esta vez, adem¨¢s, es necesario usar casco¡±, advierte el alcalde de esta localidad madrile?a de 1.800 habitantes en la falda de la sierra de Guadarrama.
La noticia ha causado cierta pol¨¦mica en las fiestas de San Bartolom¨¦. ¡°A m¨ª me parece muy bien, no se trata de jugarse la vida, sino de pasarlo bien corriendo el encierro¡±, dec¨ªa este viernes una vecina con un pa?uelo rojo atado al cuello. ¡°Pues a m¨ª as¨ª no me interesa nada: no hay peligro¡±, replicaba otro vecino tras sus gafas de sol. Estos son los dos?Mataelpinos?en torno a una bola que luce el dibujo de un gran toro furioso y resoplante. Sin venir a cuento aparece un ni?o con una inusitada visi¨®n comercial para su edad: ¡°Deber¨ªan ponerle publicidad a la bola, adem¨¢s del dibujo¡±, apunta. Cada vez se emprende antes.
Suena un petardo y se crea cierta expectaci¨®n. Aparece un ni?o corriendo calle abajo. Dos ni?os. Tres ni?os. Cien ni?os con la misma palabra en la boca: ¡°?Uaaaaargggg!¡±. Se trata del boloencierro infantil, que en vez de una bola grande usa cuatro peque?as (¡°pastoreadas¡± por adultos, no se vaya la cosa a ir de madre) y que no por eso deja de ser trepidante. ¡°Yo me he ca¨ªdo¡±, dice un chaval muy orgulloso, ¡°pero no porque me haya ca¨ªdo yo, sino porque se ha ca¨ªdo un ni?o delante y me ha hecho tropezar¡±. En su mirada relampaguean los atascos que ha visto por la tele en los encierros de San Ferm¨ªn.
¡°El boloencierro ya est¨¢ siendo replicado por varios pueblos, muchas veces sin avisarnos siquiera, por eso hemos decidido registrarlo¡±, apunta el alcalde. Ser¨ªa una gran iniciativa para difundir la idea de que no es necesario usar animales en festejos populares, si no fuera por el peque?o detalle de que en este mismo pueblo, al anochecer, se celebran encierros con toros y vaquillas de verdad. No es animalismo todo lo que reluce.
Ahora la cosa se pone seria porque llega el boloencierro para adultos. Tal es la expectaci¨®n que la resuelta reportera de Antena 3 logra atrasar la salida diez minutos para poder retransmitirla en directo. Nadie sabe a ciencia cierta c¨®mo se va a comportar la nueva bola bajando la calle del Transformador, como ca¨ªan los objetos por las rampas de Galileo Galilei. Abajo esperan dos ambulancias de Protecci¨®n Civil. Y la bola empieza a caer y¡ ¡°buuu¡±, ¡°vaya ful¡±, ¡°?si parece un bal¨®n de playa!¡± profieren los espectadores tras la barrera.
La nueva y esperada bola ha ca¨ªdo lenta y chuchurr¨ªa. ¡°No he sentido la adrenalina, la sensaci¨®n de que pon¨ªa mi vida en peligro¡±, afirma un joven corredor de 19 a?os con una fuerte pulsi¨®n freudiana de muerte. Tanatos en la sierra. Por lo dem¨¢s solo una veintena de corredores ha asistido a la convocatoria, tal vez porque era viernes por la ma?ana, tal vez por los cambios en el reglamento. ¡°Si no hay riesgo la gente no viene¡±, opina un viejo del lugar, con deje de sabidur¨ªa antigua. Algunos de ellos llevan cencerros colgando, para darle una sensaci¨®n sonora m¨¢s fiel al original con animales.
En el segundo encierro la cosa se anima, la bola sale m¨¢s marchosa, pel¨ªn m¨¢s fren¨¦tica, y los corredores llegan un poco atacados a la plaza de toros. Se oyen los latidos de los corazones. Dicen desde la Asociaci¨®n del Boloencierro que le van a pillar el truco para el domingo, cuando se celebra el pr¨®ximo. ¡°Y se va a abarrotar¡±, concluyen. Al final no hay corrida de toros en la plaza, sino selfis vecinales con las bolas ya en reposo. Cosa a celebrar.
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