Entretiempo, crecedero, heredado
Menudas d¨¦cadas geniales, todos vestidos de raperos, queriendo o no, a miles de kil¨®metros de distancia de Nueva York, anticipando tendencias, calzando grande y vistiendo ancho
Estamos en un momento que ni pa ti ni pa m¨ª. El curso ya est¨¢ empezado, la rutina metida en vena y las vacaciones tan olvidadas que las fotos que hicimos, a estas alturas, ya est¨¢n en blanco y negro. Me da la sensaci¨®n y quiz¨¢ tenga que ver con que cuando era peque?a viv¨ªa todo de manera intensa, que antes las estaciones estaban m¨¢s diferenciadas. Yo sent¨ªa y no s¨¦ si es verdad, que el oto?o era m¨¢s oto?o y que no ten¨ªa que ver nada con el invierno ni con el verano; que en lugar de un suspiro, era una transici¨®n larga, h¨²meda y ocre; que los jardines estaban llenos de hojas que cruj¨ªan de color mostaza, granate y marr¨®n; que llov¨ªa a todo llover y llev¨¢bamos ropa de entretiempo porque cuadraba. Es un tiempo raro, el entretiempo, de sandalias y jerseys, de shortcon chubasquero, de prendas finas y largas que val¨ªan para las dos estaciones bisagra.
?Y d¨®nde las consegu¨ªamos? Pues no se crean que en los barrios dispon¨ªamos de muchos establecimientos para adquirirlas, ni esas ni ninguna, sin embargo, no resultaba un problema ya que no sol¨ªamos comprar demasiada ropa. Cont¨¢bamos con uno o dos ch¨¢ndals, habitualmente ¡°adornados¡± con sus buenos parches. Puede que tuvi¨¦ramos unos tres pantalones, en mi caso, un par de vestidos de los domingos, algunos jers¨¦is y cazadoras para el fr¨ªo y¡ de entretetiempo, claro. Si quer¨ªamos ampliar el fondo de armario aunque, en realidad, todo estaba en el fondo, ya que de ninguna manera lo rellen¨¢bamos, o ¨ªbamos al mercadillo, o a alguna boutique fina (si la ocasi¨®n lo merec¨ªa), tambi¨¦n se estilaba que lo cosieran las madres, las abuelas o las t¨ªas. Visita obligada era Cadena Q, un sitio donde vend¨ªan s¨¢banas, calzoncillos, baberos, pijamas, abrigos o camisetas a precios de barrio. Nada de lo que adquir¨ªamos era de nuestra talla. Iba una o dos por encima para que nos durara m¨¢s meses o, con suerte, a?os. Crecedero lo llamaban.
Menudas d¨¦cadas geniales, todos vestidos de raperos, queriendo o no, a miles de kil¨®metros de distancia de Nueva York, anticipando tendencias, calzando grande y vistiendo ancho, ?qu¨¦ digo ancho? ?Enorme! Ojo, no siempre era una cuesti¨®n de necesidad real, tambi¨¦n ten¨ªa que ver con una forma de consumo diferente, de entender que a lo mejor no necesit¨¢bamos mil cosas sino ¨²nicamente unas pocas para poder cubrirnos la piel y las verg¨¹enzas sin pasar calor ni helarnos. Para qu¨¦ m¨¢s.
El hit de lo crecedero no se pod¨ªa pagar con dinero puesto que no estaba en ninguna tienda. Sol¨ªa provenir de amigas, vecinas o parientes que, al pegar el estir¨®n, ced¨ªan su testigo textil a las de menor edad o tama?o. As¨ª era entonces, no s¨¦ si todav¨ªa es igual. Ten¨ªamos tan claras cu¨¢les eran nuestras fuentes de abastecimiento de moda que, en mi caso, ya me imaginaba c¨®mo me quedar¨ªan los vestidos de mi prima Ana cuando ella, que siempre fue mucho m¨¢s alta que yo, los estrenaba y esperaba paciente a que ella creciera para heredar.
He hablado del entretiempo, porque estamos en Oto?o y toca, pero lo de reestrenar prendas usadas era tendencia en cualquier temporal.
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