El olor de Madrid
No s¨¦ a qu¨¦ huele, pero no se parece a nada que haya conocido antes
?Este olor?, le dije a Miranda el otro d¨ªa al salir de la terminal de llegadas del aeropuerto, ?c¨®mo lo echaba de menos?. No s¨¦ a qu¨¦ huele Madrid, pero no se parece a nada que haya conocido antes.
Hay ma?anas en las que huele a mis primeros d¨ªas en la capital. Viv¨ªa en Las Vistillas y por la ma?ana todo era verde. Me despertaba el ruido del cortac¨¦sped, pero no era una molestia. El olor, fresco y mojado, me llevaba a mi casa en Segovia, la cual echaba de menos sin darme cuenta porque quise alejarla durante un tiempo, hasta que volv¨ª a reconocer sus bondades. Todav¨ªa recupero ese olor, siete a?os despu¨¦s, y pienso en esa ¨²ltima hora en la que recib¨ª un ¨²ltimo beso que me merec¨ªa. Fue un tiempo de amores locos, emociones j¨®venes y personas cruzadas. Quiz¨¢ es cierto eso de que uno vive a los veinte lo mismo que el resto de su vida. Yo no me he sentido m¨¢s capaz y m¨¢s frustrada a la vez que entonces. Todo ol¨ªa a nuevo, hasta la tristeza. Y todo sab¨ªa, tambi¨¦n, a ¨²nica vez, aunque no fuera la primera.
Hay otros momentos en los que Madrid huele a la velocidad impar de Lavapi¨¦s, el barrio que ocup¨¦ cerca de cuatro a?os. Qu¨¦ cambio, qu¨¦ urgencia y cu¨¢n alto volaba el mundo mientras mi vida se calmaba. A veces sucede as¨ª: cuanto m¨¢s r¨¢pido pasa todo, menos prisa tiene una. Aquel fue un tiempo de reposo, de encontrar el lugar adecuado para colocar las cosas importantes, y tambi¨¦n de aceptar lo que es vivir echando de menos, no tanto como un castigo sino como una soluci¨®n. A¨²n no era yo, tard¨¦ tiempo en serlo, pero aprend¨ª poco a poco a cobijarme en esta ciudad de laberintos y escondrijos. Recuerdo un domingo blanco en la ma?ana que sal¨ª sola a primera hora. Camin¨¦ por otros barrios y observ¨¦ otras vidas. Aprend¨ª m¨¢s ese d¨ªa que las noches que lo precedieron.
El dolor me alej¨® de esas calles que cruj¨ªan bajo mis pies cada vez que las pisaba y as¨ª llegu¨¦ a este olor distinto que me despierta hoy: limpio, casi nuevo, donde a¨²n me cruzo de golpe con aromas de otros tiempos. Pero lo cuido, claro que lo cuido, porque no quiero todav¨ªa que llegu¨¦ el momento en el que este tambi¨¦n sea un recuerdo y ya s¨®lo me quede la melancol¨ªa para rescatarlo.
Porque para m¨ª la nostalgia es eso: un olor que uno recupera sin darse cuenta, de manera repentina, que le deja sostenido por encima del suelo unos instantes, escasos pero suficientes, para irse a un sitio tan lejano que nada le alcanza. Quedarse ah¨ª, un breve momento. Y volver. Seguir caminando. Y respirar un olor que ya nada se le parece.
Madrid me mata.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.