A la emoci¨®n por el rigor
El Tr¨ªo Ludovicus celebra un concierto de gran solidez conceptual y estil¨ªstica, con Beethoven y Dvo?¨¢k en sus atriles
La Sociedad Filarm¨®nica de A Coru?a ha celebrado el segundo concierto de la temporada en el Teatro Rosal¨ªa Castro. El acto ha sido protagonizado por el Tr¨ªo Ludovicus, formado por Ludwig D¨¹richen, viol¨ªn, Ruslana Prokopenko, violonchelo, y Paulo Brasil, piano. En programa, el trio de piano en mi bemol mayor, ¡°Gran tr¨ªo¡±. op. 38 de Ludwig van Beethoven (1770¨C1827), y el Tr¨ªo de piano en mi menor n? 4, ¡°Dumky¡±, op. 90 de Antonin Dvo?¨¢k (1841-1904).
El Tr¨ªo Ludovicus mostr¨® en este concierto su versatilidad estil¨ªstica. La obra de Beethoven es una transcripci¨®n del propio autor de la obra que le vali¨® su primer gran ¨¦xito en Viena, hasta el punto de presentarse a s¨ª mismo durante bastante tiempo como ¡°el autor del Septimino¡± [para cuarteto de cuerda, clarinete, fagot y trompa, op. 20]. La interpretaci¨®n de Ludovicus ten¨ªa sus ra¨ªces en el m¨¢s acrisolado clasicismo y del escenario del Rosal¨ªa emanaron a la platea -en fraseo, tempi, din¨¢micas y texturas- los impolutos ecos dieciochescos de aquella Viena finisecular.
El sonido de cada instrumento dio una nueva perspectiva a su escucha desde los mil y un colores del viol¨ªn de D¨¹rrichen en el Allegro con brio al recuerdo dorado de una trompa desde el violonchelo de Prokopenko en el Minueto, pasando por la delicadeza del conjunto en el Adagio cantabile. Con este material sonoro y gran solidez conceptual hicieron brillar los di¨¢logos del Andante con variaciones (qu¨¦ emoci¨®n desprendi¨® la armon¨ªa del acorde inicial de su coda) y el poder¨ªo y gracia del Scherzo. Fue puro clasicismo en ruta hacia el s. XIX. O sea, Beethoven.
En la segunda parte, el Tr¨ªo Ludovicus interpret¨® el Tr¨ªo Dumky, una de las obras de c¨¢mara m¨¢s caracter¨ªsticas de Dvo?¨¢k, junto a su Cuarteto americano. En la introducci¨®n, Lento maestoso, del primer movimiento el viol¨ªn y el chelo entraron en una sinergia que fue mucho m¨¢s all¨¢ de la mera suma de posibilidades de cada instrumento.
Fue como una rampa de lanzamiento, la mirada entre Prokopenko y D¨¹richen fue la chispa que encendi¨® el combustible -el l¨ªquido perlado del piano de Brasil- y la m¨²sica fue impulsada a las alturas. La sucesi¨®n de tempi t¨ªpica de la dumka y su expresividad l¨ªrica y danzante fueron expresados por el Tr¨ªo Ludovicus con un sonido perfectamente empastado. De ¨¦l irradiaron aqu¨ª y all¨¢ la variedad de timbres y colores de los ataques de cada instrumento, siempre al servicio de la partitura y del personal car¨¢cter de la m¨²sica del compositor bohemio.
La emoci¨®n de la m¨²sica volvi¨® a imperar y a su fin las palmas y los bravos saltaron pronto de las gargantas de los filarm¨®nicos coru?eses, correspondiendo el tr¨ªo con la miniatura Marcha vienesa de Fritz Kreisler (1875-1962). Lpo mismo que sucedi¨® en el concierto inaugural de la temporada con el Cuarteto de Zagreb, el Teatro Rosal¨ªa tuvo una entrada m¨¢s bien floja. Esta escasa asistencia a conciertos de tanta calidad da l¨¢stima por los que se los perdieron; pero tambi¨¦n causa preocupaci¨®n por la marcha de una sociedad de tanto prestigio y arraigo en la ciudad. Esperemos que sea algo solo transitorio.
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