Viaje con mi padre
Elvira Lindo cumple en Madrid un a?o escenificando con m¨²sica la historia de Manolo
Va vestida de negro, con dibujos rojos; durante minutos en los que en el Teatro Fern¨¢n G¨®mez no se oyen ni sus suspiros, ella guarda silencio. Es Elvira Lindo; se dispone a contar la historia de su padre, que a los nueve a?os llega al Madrid devastado de 1939. Nadie lo recibe en Atocha, y ¨¦l busca a su t¨ªa, que no ha ido a encontrarle.
Empieza la autora contando el ¨²ltimo adi¨®s de aquel muchacho. Ella observa; siempre observa, en la vida real, en este mon¨®logo de setenta minutos siempre se fija, como se fijaba su padre, en la mirada de los otros. En eso, en fijarse, en el im¨¢n de su mirada, se basa su literatura, y en su recuento de los ¨²ltimos momentos de su padre ella est¨¢ ah¨ª, fij¨¢ndose, ¡°Mi mano dentro de su mano febril¡ El olor a f¨¢rmaco¡. El aliento agitado de los que burlan por esta vez la muerte¡ La inminencia del adi¨®s¡±.
Lleva un a?o, desde su estreno en Berl¨ªn, contando esa historia de su vida. En el escenario, acompa?¨¢ndola, la orquesta que viene de Alemania la ayuda a cantar La violetera o Mar¨ªa de la O. Ella cuenta el drama de la guerra, la Bestia que se prolonga con su bufido de hambre y de miseria; pero, como escribi¨® Bertolt Brecht, tambi¨¦n se cant¨® en los tiempos oscuros. Y el padre, Manolo, ¡°padre m¨ªo¡±, hace su ¡°viaje por el tiempo¡±, ¡°ni?o que se queda solo, aprieta el trozo de papel¡± donde est¨¢ la direcci¨®n de la t¨ªa, y se arriesga en la ciudad como si la conociera.
La m¨²sica es fundamental en la dicci¨®n sentimental de su relato. No solo por los sonidos, sino por un s¨ªmbolo que se llama Mar¨ªa Lindo y es la biznieta de quienes acogieron a Manolo en Aranjuez cuando ¨¦l se hart¨® de la t¨ªa y de Madrid. Mar¨ªa toca el corno ingl¨¦s y es la directora del espect¨¢culo. Por raz¨®n de la m¨²sica y por la met¨¢fora que subraya su historia. ¡°Aranjuez fue el lugar en el que mi padre fue feliz¡±. Los bisabuelos de Mar¨ªa fueron los generaron aquella alegr¨ªa. ¡°Me pareci¨®¡±, dice Elvira en el programa de mano, ¡°que entregarle [a Mar¨ªa] precisamente esta historia era cerrar un c¨ªrculo sentimental que rinde homenaje tanto a mi padre como a sus abuelos¡±.
Aquel Manolo que luego ser¨ªa un hombre alto y bien plantado, un ba¨²l humano de historias y de simpat¨ªa, lleg¨® con una caja de cart¨®n a la que ¡°pomposamente¡± llamaba maleta, dispuesto a ¡°huir del silencio y de la soledad¡±. En aquel Madrid de 1939 estaba ¡°el aliento de los muertos por la calle, de los fusilados, de los muertos de hambre, de los muertos, de los muertos¡¡± El hijo de Elvira Lindo, Miguel S¨¢nchez Lindo, artista, nieto de Manolo, ha hecho la ilustraci¨®n escenogr¨¢fica del montaje. El relato de Elvira fue atrayendo al escenario aquella terrible ciudad del mill¨®n de cad¨¢veres que describ¨ªa D¨¢maso Alonso.
Pero ella atrae tambi¨¦n la alegr¨ªa de su padre. Cuando la m¨²sica la acompa?a ella se hace acompa?ar por el ritmo de sus zapatos oscuros, cuando acaba de contar la decisi¨®n feliz o arriesgada de aquel ni?o convencido de que ¡°lo mejor para combatir la locura es lanzarse a la calle¡± ?l se hab¨ªa imaginado ¡°un camino a la escuela, un maestro¡ Pero su t¨ªa no le dijo nada de la escuela¡±. ?l era el ni?o, la guerra era la bestia. ¡°Manolo caminaba como si fuera un hombre rodeado de heridos de la guerra, sin miedo a las palizas sino a estar solo¡ La guerra no ha terminado¡±.
Un d¨ªa dej¨® aquel Madrid ¡°de hambre y golosina¡±, y se lanz¨® a la b¨²squeda de sus t¨ªos. Hab¨ªa brotado en ¨¦l ¡°un rencor desconocido¡, echa de menos con furia a su hermano peque?o, va a llorar pero se contiene; le aterra volver a casa como un fracasado¡±. Hab¨ªa aprendido, en este viaje de Madrid, ¡°el mero acto de fijarse en los dem¨¢s¡±, va otra vez a Atocha, compra el billete, duerme en el regazo de una mujer mayor que se interesa por ¨¦l, y ya en Aranjuez ensaya otro destino. ¡°Y all¨ª se qued¨® nuestro peque?o h¨¦roe¡ Desear¨ªa dejarte aqu¨ª para siempre, padre m¨ªo¡±. Pero despu¨¦s vendr¨ªan, en serio, la vida y el final. ¡°Te beso el dorso de la mano, y te digo adi¨®s¡±.
El 15 de diciembre acaba el espect¨¢culo. En la noche del martes hab¨ªa lleno absoluto. Junto al marido de la autora, el tambi¨¦n escritor Antonio Mu?oz Molina, estaba en el p¨²blico quiz¨¢ la ¨²nica persona que, entre los espectadores, pod¨ªa recordar ahora aquella bestia que hizo tan triste aquel Madrid de 1939. Esa persona es el fil¨®sofo Emilio Lled¨®, que vivi¨® en Boc¨¢ngel y que comparti¨® tiempo y horrores, y olores, de la ciudad a la que vino Manolo a encontrarse con la Bestia.
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