As¨ª funcionaba el centro de menores en el que muri¨® Ram¨®n Barrios
Ginso, que gestiona varias instituciones para j¨®venes infractores, acumula dos fallecimientos en sus instalaciones. Mientras la justicia investiga el segundo de ellos, acontecido en Almer¨ªa, la entidad contin¨²a present¨¢ndose a los concursos p¨²blicos de la Comunidad de Madrid
La Asociaci¨®n Ginso tiene dos tumbas en nuestro pa¨ªs. En ellas descansan Ram¨®n Barrios e Ilyas T, cuyos finales se precipitaron con un golpe seco en los centros de reforma gestionados por la entidad. Ninguno superaba la mayor¨ªa de edad. Entre sus desapariciones median ocho a?os y cientos de kil¨®metros, pero ambos fueron objeto de maniobras de contenci¨®n muy similares; arrojados contra la cama, boca abajo, las correas prietas les rodearon el t¨®rax y las extremidades. Hasta que dejaron de respirar.
La fatalidad les golpe¨® a los dos un mes de julio: Ram¨®n muri¨® en 2011 dentro del centro Teresa de Calcuta, ubicado en Brea del Tajo (Madrid), e Ilyas falleci¨® este a?o en Tierras de Oria, Almer¨ªa. La primera causa se archiv¨®, pues la autopsia no hall¨® signos de violencia, a pesar de que durante el sepelio la familia advirtiera moratones en el cuerpo sin vida del joven. El sumario de Ilyas, sin embargo, s¨ª ha prosperado, despu¨¦s de que el informe forense se?alara ¡°congesti¨®n y hemorragias agudas en todos los ¨®rganos¡±. Solo una condena firme en esta pieza puede excluir a Ginso de los concursos p¨²blicos, de acuerdo con los supuestos contemplados en la Ley de Contratos. Entretanto, la entidad, hasta ahora dedicada a los j¨®venes infractores, ampl¨ªa sus fronteras: ha obtenido la acreditaci¨®n de la Consejer¨ªa de Pol¨ªticas Sociales de la Comunidad de Madrid para prestar atenci¨®n a menores extranjeros no acompa?ados en un piso de diez plazas.
La concesi¨®n est¨¢ incluida en el acuerdo marco para el acogimiento residencial de ni?os y adolescentes migrantes, que el gobierno regional licita con el fin de paliar la saturaci¨®n de los centros. Si llegado el momento fuera necesario utilizar las dependencias que provee Ginso, por cada plaza cubierta la entidad recibir¨ªa 140,58 euros al d¨ªa. Dado que se trata de un piso en r¨¦gimen abierto, la financiaci¨®n es inferior a la percibida, por ejemplo, por las 120 camas del Teresa de Calcuta; el centro destinado al cumplimiento de medidas judiciales en el que falleci¨® Ram¨®n. All¨ª trabaj¨® durante cuatro meses, en el turno de fin de semana, Mar¨ªa Pulido, ahora una profesora de instituto de 40 a?os desenga?ada con el sistema de reinserci¨®n del menor: ¡°Sal¨ª de all¨ª corriendo. No pod¨ªa aguantarlo¡±.
¡°Hab¨ªa estudiado filosof¨ªa, no educaci¨®n social, pero trabaj¨¦ en varios campamentos de verano y eso les pareci¨® suficiente para contratarme. Me entregaron unas llaves y el reglamento. Mi labor all¨ª deb¨ªa reducirse a utilizar ambos¡±, recuerda Pulido. Corr¨ªa el a?o 2007 y el centro acababa de abrir sus puertas. Se buscaba personal y ella, que subsist¨ªa impartiendo clases particulares a domicilio, decidi¨® quedarse. All¨ª arranc¨® su idilio con la pedagog¨ªa, como una reacci¨®n a lo que pudo observar a su alrededor: ¡°La ense?anza debe ser lo contrario al control absoluto¡±.
Esta maestra, que llega a la cita con este diario cargada con ex¨¢menes pendientes de corregir, evoca aquel centro como un espacio as¨¦ptico, vac¨ªo y fr¨ªo, donde ¡°todos eran inspeccionados, no solo los menores internos¡±. Las c¨¢maras poblaban cada esquina en el interior. ¡°Cuando en los talleres de manualidades suced¨ªa una risa elevada, hab¨ªa conversaciones consideradas inapropiadas o alguien hablaba en alg¨²n idioma que no fuera el castellano, los coordinadores te llamaban la atenci¨®n en las reuniones. ¡®Has perdido el control¡¯, te dec¨ªan. Analizaban todas las grabaciones del d¨ªa¡±, relata.
¡°Los chavales se pasaban el d¨ªa haciendo pulseras con macarrones. Eso daba lugar a numerosos conflictos, porque se aburr¨ªan. Y yo ten¨ªa la sensaci¨®n constante de apagar fuegos que no hab¨ªa provocado¡±, dice la profesora. Algunos de los roces habituales, cuenta, se circunscrib¨ªan a los T¨¦cnicos Auxiliares de Intervenci¨®n (TAI), el personal de seguridad: ¡°Ten¨ªan una actitud chulesca y entraban en piques absurdos con los internos¡±. Aunque la contenci¨®n con cinchas (correas) debe estar sugerida por un educador, Pulido asegura que en muchas ocasiones la iniciativa surg¨ªa de estos empleados: ¡°Te sientes culpable por ser c¨®mplice de algo as¨ª y callas¡±.
Las dependencias del Teresa de Calcuta est¨¢n conformadas por varios m¨®dulos: doce de ellos en r¨¦gimen cerrado, cuatro con una pol¨ªtica de semiapertura y otros dos de car¨¢cter terap¨¦utico, destinados a los j¨®venes que requieren tratamiento psiqui¨¢trico. Marco Mar¨ªn ingres¨® en esa ¨²ltima ¨¢rea, cumpliendo a?o y medio de privaci¨®n de libertad por una pelea. Con 16 a?os, cada ma?ana tomaba de un vaso de pl¨¢stico la combinaci¨®n de dos neurol¨¦pticos y una benzodiacepina: ¡°Nadie te obliga, pero sin las pastillas no puedes dormir y las celdas cierran a las nueve de la noche. Al final, creas tolerancia, te acostumbras a ellas y las intercambias o consigues dosis m¨¢s altas. Nadie te advierte sobre su consumo y jugueteas como lo har¨ªas con el ¨¦xtasis en una discoteca¡±, explica.
La convivencia del centro se organiza en base a tres niveles de progreso, cuenta Mar¨ªn. El buen comportamiento, calificado as¨ª por el equipo directivo, se premia con aparatos tecnol¨®gicos, como la televisi¨®n o una Playstation. Pero en el primer estadio los internos carecen de beneficio alguno: ¡°Las habitaciones est¨¢n vac¨ªas y ni si quiera puedes llevarte un libro al cuarto¡±. Encerrados y rodeados de prohibiciones, las rencillas se magnifican. ¡°Todo se parec¨ªa terriblemente a las pel¨ªculas carcelarias que ha visto en casa: venganzas, trapicheos y hostias¡±.
Han pasado nueve a?os de aquello, pero Mar¨ªn desgrana poco a poco multitud de detalles. El deporte le ha ayudado a encontrar un equilibrio emocional y trabaja en un dispositivo para personas sin hogar. Sabe que la propia calma refleja mejor que nada el poder de su convicci¨®n: ¡°Aquel no era un lugar para ni?os¡±, pontifica. A¨²n guarda relaci¨®n con algunos de sus compa?eros de entonces, pero ninguno quiere rebuscar en el pasado. Su salida del Teresa de Calcuta sucedi¨® tan solo unos meses antes de la muerte de Ram¨®n Barrios, con quien ten¨ªa amigos en com¨²n. Marco recuerda lo que le espet¨® el ¨²ltimo d¨ªa en el centro, ya con el petate al hombro, a un educador: ¡°Alg¨²n d¨ªa vais a matar a alguien¡±, dijo. La frase, por prof¨¦tica, todav¨ªa le atormenta.
Sombras de corrupci¨®n
Ginso tiene otro flanco pendiente de resoluci¨®n: la justicia ha de dirimir si form¨® parte del entramado empresarial que financiaba ilegalmente al Partido Popular, como Ibadesa, Inypsa o Isolux, seg¨²n las pesquisas de la operaci¨®n P¨²nica y el caso Lezo. Unidas Podemos denunci¨® el a?o pasado ante la Fiscal¨ªa Anticorrupci¨®n que la entidad, tras firmar en 2005 un convenio de colaboraci¨®n con la Comunidad de Madrid para construir y gestionar el centro Teresa de Calcuta hasta 2021, podr¨ªa haber desviado fondos de manera irregular, a trav¨¦s del encargo de unos informes jam¨¢s publicados sobre delincuencia juvenil.
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