El voto perplejo
Los electores de Chile deben decidir qu¨¦ texto prefieren, si el actual o el que propone la derecha extrema, sin entender qu¨¦ supone verdaderamente cada una de las opciones
El per¨ªodo de campa?a para las elecciones de este 17 de diciembre termin¨® formalmente, pero las redes sociales siguen llenas de mensajes de virulencia exacerbada. Los plebiscitos son as¨ª: tienen l¨®gicas adversativas dif¨ªciles de resolver, m¨¢s a¨²n cuando son elecciones binarias, como en este caso. El problema, m¨¢s que la confrontaci¨®n misma, es cuando la adversatividad es vac¨ªa y degrada la deliberaci¨®n democr¨¢tica misma. Cuando la elecci¨®n no tiene ya nada que ver con el objeto plebiscitado ¡ªen este caso, la Constituci¨®n¡ª, sino con un adversario odiado. ¡°Boric vota en contra, Chile vota a favor¡±, entona un jingle sin m¨¢s contenido que ese. La adversatividad es, parece, lo ¨²nico que hay.
Que las emociones dominan la pol¨ªtica es, a estas alturas, un lugar com¨²n. El problema es que, queriendo conectar con unas emociones, puede ocurrir que las campa?as despierten otras muy distintas. La campa?a de este plebiscito, como est¨¢ ocurriendo con la mayor¨ªa de las elecciones en el mundo, busca capitalizar la rabia y la impotencia ciudadanas contra el mundo pol¨ªtico. En el caso de la derecha, adem¨¢s, se ha buscado exacerbar el miedo a la delincuencia como movilizador, en campa?as sin sutileza alguna, como #ChileTieneMiedo, del Partido Republicano. El oficialismo ha buscado generar sospecha respecto del adversario y sus motivaciones. En ambos lados, un extenso prontuario de casos de corrupci¨®n ha sido expuesto como evidencia de que el adversario representa esas malas pr¨¢cticas, asimilando la opci¨®n contraria al delito. Mientras unos muestran a los imputados del caso Convenios, los otros muestran a los alcaldes de los municipios de Maip¨², Algarrobo o Vitacura formalizados por robar de las arcas p¨²blicas.
Ninguno de quienes usan estos argumentos est¨¢ al margen del juego pol¨ªtico partidista. A estas alturas, y con porcentajes de apoyo a los partidos de entre el 2% y el 3%, deber¨ªa ser claro que jugar a qui¨¦n tiene m¨¢s corruptos bajo la alfombra es una escalada de suma cero. A partir de este lunes 18, ya jugado el partido y clara la opci¨®n ganadora, el espectro pol¨ªtico completo pierde otro poco la confianza de la ciudadan¨ªa, en bloque. Frente a esa derrota transversal, las narrativas de los outsiders y los populismos de ¨²ltima hora se frotan las manos.
Por supuesto, no es solo una cuesti¨®n de mala fe. El problema es m¨¢s f¨¢cil de enunciar que de resolver, porque el que no juega este juego, pierde las elecciones. La viralizaci¨®n de los mensajes electorales depende cada vez m¨¢s de los algoritmos que premian la altisonancia; las narrativas y su sentido pierden espacio frente a los hitos sucesivos que exaltan los ¨¢nimos y se juzgan a los gritos, sin que esa superposici¨®n de hechos constituya historicidad alguna, advierte Byung-Chul Han.
Las reglas de la pol¨ªtica cambiaron: el que no golpea bajo el cintur¨®n pierde el round. Y en la l¨®gica del todo vale para ganar se pierde el objeto mismo en discusi¨®n. Este plebiscito, dicen unos, es sobre el Gobierno. Otros dicen que es sobre los mismos de siempre. La contingencia le gana la mano una y otra vez al largo plazo que deber¨ªa suponer una Constituci¨®n. No es nuevo: el plebiscito sobre el acuerdo de paz en Colombia termin¨® siendo un plebiscito entre Santos y Uribe y el Brexit termin¨® siendo una definici¨®n no sobre la Uni¨®n Europea, sino sobre la cuesti¨®n migratoria y sus efectos. Pero al menos en esos casos eran claras las implicancias de lo que se votaba. Hoy los electores de Chile deben decidir qu¨¦ texto prefieren, si el actual o el que propone la derecha extrema, sin entender qu¨¦ supone verdaderamente cada una de las opciones.
Hay una amplia gama de furias, miedos e incertidumbres en las piezas de campa?a, pero las emociones dominantes entre quienes van a votar son la apat¨ªa y la confusi¨®n. La ¨²nica claridad con la que Chile enfrenta este plebiscito es que la decisi¨®n no tendr¨¢ que ver con la Constituci¨®n y que la tomar¨¢n ciudadanos menos convencidos que perplejos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.