Sebasti¨¢n Pi?era: uno de nosotros
No fue extra?o que al acercarse el plebiscito de 1988, le pidiera a Sebasti¨¢n Pi?era y a un grupo no muy numeroso de j¨®venes empresarios (el miedo era cosa viva) que hicieran un esfuerzo por reunir fondos para las muy esmirriadas arcas del Comando por el NO. Lo hicieron.
Invitado a escribir sobre Sebasti¨¢n Pi?era, la primera idea que acude a mi mente es que fuimos muy cercanos no s¨®lo por el hecho f¨ªsico de haber vivido en un mismo pa¨ªs y pertenecer a una misma generaci¨®n, sino por haber conocido y sufrido las mismas inestabilidades y conflictos que marcaron nuestras vidas desde la adolescencia hasta avanzada nuestra adultez. Una relaci¨®n no f¨¢cil que, aunque a veces produjo incomprensiones, nunca impidi¨® hablar de nosotros.
Sebasti¨¢n Pi?era proven¨ªa de una familia de clase media, ilustrada, imbuida de los ideales socialcristianos que predominaban en Chile hacia fines de la d¨¦cada del 50. Como su padre, madre y varios de sus hermanos, crey¨® en la idea de una revoluci¨®n en libertad. Fue un alumno distinguido tanto en el colegio como en la universidad y luego en su doctorado en Harvard. Desde un inicio su condici¨®n de economista hizo que coexistieran en ¨¦l tanto la preocupaci¨®n por la injusticia (su colaboraci¨®n al trabajo de Sergio Molina sobre El Mapa de la Extrema Pobreza) como su inter¨¦s por la actividad empresarial. El equilibrio entre estas dos visiones, que nunca ha sido f¨¢cil, en el Chile de 1980 era imposible, como lo mostr¨® que el solo anuncio de votar en contra en la consulta con que Pinochet intentaba legitimar su proyecto constitucional en 1988, originara el despido Pi?era de un reci¨¦n conquistado cargo de gerente de un banco.
En los a?os siguientes nos vimos muchas veces. No fue extra?o, por tanto, que al acercarse el plebiscito de 1988, le pidiera a ¨¦l y a un grupo no muy numeroso de j¨®venes empresarios (el miedo era cosa viva) que hicieran un esfuerzo por reunir fondos para las muy esmirriadas arcas del Comando por el NO. Lo hicieron.
Pero, en 1989, los caminos de Pi?era y de quienes luchaban por crear la Concertaci¨®n de Partidos por la Democracia, se separaron. Me toc¨® presenciar de cerca ese quiebre. En esencia, Pi?era cre¨ªa que la alianza de socialistas y dem¨®cratas cristianos no ser¨ªa ni duradera ni una respuesta eficaz a la reconstrucci¨®n de la democracia. En ambas afirmaciones se equivoc¨®.
Pero hubo otra apuesta en que estuvo cerca de acertar. Pi?era pensaba que la estructura de los partidos de izquierda y centroizquierda no permitir¨ªa el surgimiento de liderazgos como los de ¨¦l y que hab¨ªa m¨¢s espacio en la recomposici¨®n de una derecha que, cre¨ªa, deb¨ªa sacudirse de su pesada carga pinochetista. Fiel a este designio reclam¨® y obtuvo ser candidato por Renovaci¨®n Nacional a senador por Santiago. Una apuesta arriesgada, como muchas de las que marcaron su vida. Jug¨® y triunf¨®. Es entonces cuando con Andr¨¦s Allamand y varios m¨¢s, crearan lo que se llam¨® La patrulla juvenil, un grupo que apostaba a crear una derecha distante de Pinochet, comprometida con la democracia liberal y que fuera una oposici¨®n no cerril a los gobiernos de Patricio Aylwin y Eduardo Frei Ruiz-Tagle. Aunque las aspiraciones de un cambio de la derecha no se materializaron, no tengo dudas que sin la presencia de esa fuerza moderadora, la vida de los gobiernos de Aylwin y Frei habr¨ªa sido m¨¢s dif¨ªcil.
De los muchos aspectos de la vida p¨²blica de Sebasti¨¢n Pi?era, hay dos sobre los que quiero llamar la atenci¨®n y que se refieren a asuntos que sus adversarios de izquierda intentar¨¢n levantar en su contra. Uno, su rechazo a la amnesia con que muchos quisieron encubrir su responsabilidad en las violaciones de los derechos humanos bajo el r¨¦gimen militar. Desafiando a parte de su sector, Pi?era acus¨® la responsabilidad de aquellos ¡°c¨®mplices pasivos¡± que, con sus silencios y una obediencia incre¨ªble, facilitaron que los abusos sucedieran. El otro, valorar su temple cuando a fines de 2019, en que como presidente rechaz¨® el reclamo de grupos de derecha de enfrentar la violencia ¨Cque era una amenaza mayor a la estabilidad del pa¨ªs¨C acudiendo a los militares para que coparan las calles y aplastaran la protesta. Frente a ese reclamo Pi?era opt¨® por la fuerza de la democracia y las instituciones, por lo que luego se conoci¨® como ¡°la vuelta larga¡± que, aunque tomar¨¢ m¨¢s tiempo y requiriera mayores talentos, era reestablecer el estado de derecho a trav¨¦s del di¨¢logo y la consulta popular.
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