Issa Watanabe: ¡°La ilustraci¨®n es una forma de elaborar y entender las cosas¡±
La ilustradora peruana, autora de ¡®Kintsugi¡¯, viajar¨¢ en abril a Italia para recibir el premio al mejor libro de ficci¨®n, otorgado por la Feria del Libro Infantil de Bolonia. En esta entrevista aborda el origen de su ¨²ltima obra y su relaci¨®n con el oficio. Es la tercera entrega sobre infancia de la escritora chilena Mar¨ªa Jos¨¦ Ferrada para EL PA?S
Issa es el nombre de un poeta japon¨¦s, del siglo XVIII, conocido por componer haikus alegres (minimalistas poemas japoneses, compuestos por tres versos de cinco, siete y cinco s¨ªlabas) ¡ªmuchos de ellos dedicados a insectos y peque?os animales¡ª en medio de dif¨ªciles situaciones biogr¨¢ficas. A ¨¦l debe su nombre la ilustradora peruana, Issa Watanabe (Lima, 1980), que ha elegido el dibujo como camino de expresi¨®n. Tambi¨¦n de aprendizaje, seg¨²n cuenta en esta entrevista con EL PA?S.
Tras su libro Migrantes, traducido a diecisiete idiomas y ganador del Premi Llibreter del Gremio de Libreros de Catalu?a, en Kintsugi (Libros del Zorro Rojo, 2023) vuelve a contar una historia silenciosa. Su protagonista es un conejo que atraviesa el mar de la p¨¦rdida para comprender que, siguiendo una antigua t¨¦cnica japonesa, aplicable a la cer¨¢mica y al coraz¨®n humano, lo que se rompe puede ser reparado. La obra fue elegida como el mejor libro de ficci¨®n por la Feria del Libro Infantil de Bolonia.
Pregunta. ?C¨®mo nace Kintsugi?
Respuesta. Nace de muchas cosas que se fueron sumando, hasta que lleg¨® un momento en que expresarlas fue una necesidad. Si tengo que buscar un punto de partida, creo que la historia comenz¨® con una caja que recib¨ª poco despu¨¦s de la muerte de mi pap¨¢. Yo estaba fuera de Per¨², en Mallorca, con una hija reci¨¦n nacida, as¨ª que no pude viajar. Pas¨® un tiempo y un d¨ªa tocaron a la puerta. El cartero me tra¨ªa una caja con cosas m¨ªas, que mi padre hab¨ªa ido guardando durante su vida: cartas que le escrib¨ªa de chiquita cuando estuvo enfermo en un hospital alem¨¢n, dibujos, poemas, las plantillas de unas sandalias qu¨¦ ¨¦l hizo para m¨ª. Nadie me dijo que eso llegar¨ªa, as¨ª que fue fuerte. Esos objetos que estaban en la caja tuvieron un nuevo valor. La contradicci¨®n de una presencia construida a partir de la ausencia.
P. En su libro aparece la necesidad de inventar un lenguaje para una realidad que cambia. ?C¨®mo es eso?
R. Entre las cosas que recib¨ª en esa caja estaba el reloj de mi padre. Pero ya no estaba, ni estar¨ªa m¨¢s, la mu?eca que siempre hab¨ªa sujetado ese reloj. En m¨ª y en ese objeto hab¨ªa un equilibrio roto. Kintsugi es el arte japon¨¦s de reparar las piezas de los objetos quebrados, concretamente de la cer¨¢mica, con una mezcla de resina y oro. Las grietas restauradas queden visibles porque despu¨¦s de una p¨¦rdida, de cualquier naturaleza, ya no vuelves a ser la misma persona.
P. En el libro hay un conejo que pierde a su amigo p¨¢jaro y, a partir de ah¨ª, su peque?o mundo se viene abajo. El conejo, en lugar de reparar inmediatamente los objetos rotos, emprende un viaje. ?En qu¨¦ consiste ese viaje?
R. El conejo parte en busca de algo, que ni siquiera ¨¦l sabe bien qu¨¦ es. Corre, atraviesa un bosque, se hunde en el mar, y hay un momento en que no tiene fuerza y parece que se va a quedar en el fondo. Pero entonces vuelve a encontrar una ramita que lo acompa?a desde el inicio, algo muy fr¨¢gil, y la lleva a la superficie. Vuelve a su casa y ah¨ª siguen estando las cosas rotas. Porque la realidad ya no ser¨¢ como era antes. No vendr¨¢ nadie a repararla.
P. Lo que describe se parece al viaje del h¨¦roe, pero libre de la creencia en que las dificultades tendr¨¢n una recompensa...
R. El conejo vuelve al mismo lugar del que sali¨®: su mesa, su casa. Y lo que hab¨ªa dejado, los objetos rotos, siguen ah¨ª. Entonces acepta que hay una silla que qued¨® vac¨ªa y debe ver que har¨¢ con eso. Comienza a reparar, pero uniendo pedazos de objetos diferentes. Una pieza del reloj queda unida al jarr¨®n, por ejemplo. Son objetos ¨²nicos y que le pertenecen, porque ha sido ¨¦l quien ha atravesado su sufrimiento. El lugar es el mismo, pero el conejo es diferente. La taza es lo ¨²nico que repara con un trozo de la suya y otro de la taza que pertenec¨ªa al que se fue. Y es ah¨ª donde deja la ramita.
P. Kintsugi, as¨ª como su libro anterior, Migrantes, son libros sin palabras. ?Conf¨ªa en esta comunicaci¨®n silenciosa con sus lectores?
R. Yo me comunico con im¨¢genes. Pero hago los dibujos sin pensar que tienen que contar una historia, dejo que aparezcan. No hago bocetos ni un plan para la historia. Sobre todo al principio, es un trabajo del inconsciente que luego, en el caso de estos dos libros, se transform¨® en una secuencia. Aunque me gusta hablar, necesito silencio. Un espacio sin ruido de esos que cada vez hay menos. Conf¨ªo en que en ese espacio mudo cada lector pueda contar su historia. Soy de una generaci¨®n marcada por los grupos terroristas y el abuso de los militares en Per¨², donde la voz de los poderosos estuvo a punto de instalarse como verdad absoluta. Pero a poco a poco, las peque?as voces se fueron haciendo escuchar. Alguien en un pueblo de la sierra contaba su historia y otro dec¨ªa: a m¨ª tambi¨¦n me pas¨® y entonces hablaba tambi¨¦n. La Comisi¨®n de la Verdad y Reconciliaci¨®n recogi¨® esas voces y Alberto Fujimori termin¨® preso. Entonces yo creo en la voz, que a pesar del dolor, ya sea de una p¨¦rdida o de la violencia que puede haber tras un proceso migratorio, decide aparecer y hacerse escuchar.
P. ?Cu¨¢l ha sido la reacci¨®n de sus lectores?
R. He hecho talleres, sobre todo con Migrantes, que se public¨® en el 2019. Y otras personas que han utilizado el libro en situaciones parecidas me han contado las reacciones de los ni?os y tambi¨¦n de los adultos. Hubo una ni?a muy peque?a, por ejemplo, que dijo que ella sab¨ªa qu¨¦ le hab¨ªa pasado a uno de los animalitos de Migrantes porque a su madre le hab¨ªa pasado lo mismo: hab¨ªa muerto tratando de cruzar el mar. Tambi¨¦n visit¨¦ una casa de acogida en Francia y los ni?os contaron su experiencia a otros ni?os, que estaban en la misma ciudad. Era en el tiempo de la pandemia, entonces fue a trav¨¦s de c¨¢maras. Pero esos ni?os iban a encontrarse en la escuela, porque era una ciudad peque?a, as¨ª que el libro sirvi¨® para que se conocieran. Hablaron de los pa¨ªses que hab¨ªan dejado, las casas que no ten¨ªan, pero tambi¨¦n de f¨²tbol y de esa alegr¨ªa que puede convivir con el dolor.
P. Su abuelo era japon¨¦s. Se trata de una cultura que ha profundizado especialmente en la relaci¨®n que establecemos con los objetos. El elogio de la sombra, de Junichiro Tanizaki, por ejemplo, habla de c¨®mo podemos observar en ellos el paso del tiempo. ?Hay una influencia japonesa en su trabajo?
R. El Jap¨®n que conoc¨ª fue un Jap¨®n contado, y a veces idealizado, por mi padre. Era una especie de cuento, que se contaba, principalmente, a trav¨¦s de la poes¨ªa, que fue el oficio de mi padre. Mi nombre, que significa taza de t¨¦, es un homenaje a un poeta de ese pa¨ªs. Mi abuelo era japon¨¦s y mi abuela era de un pueblo peruano. Me parece que hay cosas en com¨²n, entre esos dos mundos, que han sido interesantes para m¨ª, como la contenci¨®n. Intento que los animales que dibujo digan algo, en sus peque?os movimientos: la forma en que el conejo mueve las orejas, por ejemplo. Me interesa esa gestualidad contenida. Y claro, tambi¨¦n est¨¢ la influencia de mi madre que es ilustradora y ha sido fundamental para mi oficio.
P. Kintsugi termina con un poema de Emily Dickinson que habla de la esperanza. ?Por qu¨¦ eligi¨® ese poema?
R. La ilustraci¨®n ha sido para m¨ª una forma de elaborar y entender las cosas. En t¨¦rminos concretos, si quieres dibujar una oreja, por ejemplo, debes entender c¨®mo funciona. Y as¨ª vas entendiendo c¨®mo eres t¨² y c¨®mo son los dem¨¢s. Notas que hay cosas que son comunes. En momentos dolorosos yo siempre me top¨¦ con la esperanza. Y quise que el lector pensara tambi¨¦n en esa posibilidad.
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