La sociedad del bienestar, ?una utop¨ªa realista?
Mari¨¢tegui se imaginaba la pol¨ªtica, y en particular al socialismo, como una m¨¢quina capaz de traducir esa mezcolanza de malestares y anhelo
¡°Es m¨¢s f¨¢cil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo¡±, reza una lapidaria consigna cuya autor¨ªa se debate entre Slavoj ?i?ek y Fredric Jameson. Para referirse a este mismo fen¨®meno, el cr¨ªtico cultural brit¨¢nico Marc Fisher acu?¨® el concepto ¡°realismo capitalista¡±. ¡°Entiendo por realismo capitalista ¡ªsosten¨ªa¡ª la idea muy difundida de que el capitalismo no solo es el ¨²nico sistema econ¨®mico viable, sino que es imposible incluso imaginarle una alternativa¡±.
Sorprendentemente, un siglo antes de que Fisher chocara contra el muro del fin de la historia, desde un rinc¨®n de Am¨¦rica del Sur, Jos¨¦ Carlos Mari¨¢tegui ¡ªjoven peruano que se convertir¨ªa en una de las principales figuras del socialismo de nuestro continente¡ª, arribaba a conclusiones similares. Sin imaginaci¨®n ¡ªafirmaba¡ª no hay progreso ni revoluci¨®n posible. Recordemos, para entender sus palabras, que por esos a?os la llama de la Revoluci¨®n Rusa todav¨ªa encend¨ªa esperanzas en distintos puntos del globo. Su reflexi¨®n, hay que aclararlo de inmediato, no es un devaneo diletante ni un juego ret¨®rico. Estamos hablando del fundador del Partido Socialista del Per¨², de un hombre que exprimi¨® su imaginaci¨®n para elaborar una salida democr¨¢tica en un periodo de aguda crisis y conflictividad social y que, en ese contexto y al fragor de esas luchas, se pregunta c¨®mo se podr¨ªa en el Per¨² crear una modernidad nacional, mestiza e ind¨ªgena al mismo tiempo. Desde su ¨®ptica, el mayor ejemplo de imaginaci¨®n latinoamericana hab¨ªa sido la gesta independentista. ¡°Los libertadores ¡ªdec¨ªa a prop¨®sito del centenario de la batalla de Ayachucho¡ª fueron grandes porque fueron, ante todo, imaginativos. Insurgieron contra la realidad limitada, contra la realidad imperfecta de su tiempo. Trabajaron por crear una realidad nueva. Bol¨ªvar ¡ªconcluye¡ª tuvo sue?os futuristas¡±. Inspirado en la historia de la independencia, se representaba el desaf¨ªo de su generaci¨®n como una tarea an¨¢loga en t¨¦rminos de capacidad de imaginar y de actuar.
Pero la imaginaci¨®n, para volver al presente, goza de mala fama entre nosotros. La derrota del 4 de septiembre de 2022 contribuy¨® en buena medida a ese descr¨¦dito. Como si ese resultado confirmara una asentada aversi¨®n al cambio o una adhesi¨®n entusiasta al orden establecido; interpretaciones reforzadas, adem¨¢s, por la preponderancia que adquiere hoy el problema de la seguridad y el crimen organizado. Si bien ser¨ªa m¨¢s honesto reconocer que la profundidad de la crisis que se expres¨® en octubre de 2019 torna imposible la hip¨®tesis de que las demandas sociales que la engendraron hayan sido reemplazadas por otras m¨¢s urgentes, parece haberse instalado ¡ªy no solo en la derecha¡ª la convicci¨®n de que los chilenos ya no quiere saber nada de cambios. Sin embargo, para quienes estamos convencidos de que el malestar que hoy se expresa como inseguridad, desagrado con experiencias cotidianas de agresividad e incivilidades, no desplaza la preocupaci¨®n respecto de la vejez, la salud, la posibilidad de adquirir una vivienda propia o de alcanzar un nivel de vida proporcional al esfuerzo y a las expectativas generadas por la promesa meritocr¨¢tica, el problema sigue abierto.
La crisis que atraviesa el pa¨ªs, lo estamos viendo, abre paso a posibilidades muy distintas, que coexisten y compiten: a una nostalgia por lo perdido que podr¨ªa resumirse en el lamento ¡°Chile ya no es lo que era¡±; a la b¨²squeda de culpables y canallas (los migrantes, los pol¨ªticos o las feministas); a la tentaci¨®n de soluciones dr¨¢sticas y autoritarias del estilo ¡°necesitamos un Bukele chileno¡±; y, tambi¨¦n, a cambios que habiliten nuevas formas de convivencia entre las personas y de relaciones entre el Estado y la sociedad. Esto ocurri¨®, por ejemplo, cuando las estudiantes que protestaron en 2018 contra el acoso sexual nos permitieron aspirar a una vida libre de violencias y al establecimiento de v¨ªnculos interpersonales m¨¢s sanos o cuando los ping¨¹inos, hace ya casi 20 a?os, nos convencieron de que todos los ni?os y j¨®venes de Chile merec¨ªan tener una educaci¨®n p¨²blica digna y de excelencia.
Mari¨¢tegui se imaginaba la pol¨ªtica, y en particular al socialismo, como una m¨¢quina capaz de traducir esa mezcolanza de malestares y anhelos, de indignaciones y deseos populares, en un proyecto coherente, y, tambi¨¦n, de acumular la fuerza necesaria para hacer avanzar la historia en esa direcci¨®n. Las ¡°utop¨ªas realistas¡±, as¨ª llamaba a esta suerte de s¨ªntesis, deb¨ªan estar ancladas en intereses y grupos sociales, si no, no ten¨ªan futuro. ¡°Los idealistas ¡ªapuntaba sobre este punto central¡ª necesitan apoyarse sobre el inter¨¦s concreto de una extensa y consciente capa social¡±, porque ¡°el ideal no prospera sino cuando representa un vasto inter¨¦s¡±. Favorablemente, para que no se nos acuse de vendedores de humo, la historia de las izquierdas y de los proyectos populares que caracterizaron al Chile del segundo tercio del siglo XX, as¨ª como de los movimientos que empujaron los progresos sociales y pol¨ªticos m¨¢s significativos del periodo, abunda en ejemplos de ¡°utop¨ªas realistas¡±. Mencionemos algunas: el Servicio Nacional de Salud, la ley de instrucci¨®n primaria obligatoria, la jornada laboral de ocho horas, la Corporaci¨®n de Fomento de la Producci¨®n, el voto femenino, la reforma agraria, la nacionalizaci¨®n del cobre. Nada de eso exist¨ªa. Todo tuvo que ser imaginado y concretado. Poderosos sectores se opusieron a cada una de estas propuestas. Conquistarlas cost¨® mucho trabajo, muchos a?os ¡ªen algunos casos d¨¦cadas¡ª y, ciertamente, mucha imaginaci¨®n.
Si la pol¨ªtica se trata de convertir intereses en utop¨ªas realistas, las izquierdas chilenas tenemos mucho trabajo. El agotamiento del modelo ¡ªsobra evidencia¡ª y la certeza de que las recetas del siglo XX no pueden replicarse, nos obliga a crear. Construir una sociedad del bienestar, en la que podamos realizar trabajos m¨¢s satisfactorios, en la que recibamos los cuidados necesarios en cada etapa de la vida y en la que gocemos de m¨¢s tiempo, m¨¢s libertad, m¨¢s autonom¨ªa, m¨¢s protecci¨®n y m¨¢s seguridad puede ser la utop¨ªa realista que nos toque imaginar y, esperemos, realizar.
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