Ninguna vida cabe en un libro
¡®La reina de espadas¡¯, de Jazmina Barrera, es un perfil agud¨ªsimo y profundo sobre Elena Garro, la autora de ¡®Los recuerdos del porvenir¡¯. No es, en ning¨²n sentido, una biograf¨ªa tradicional
Aunque su encuentro con la obra de Elena Garro fue tard¨ªo ¡ªla ley¨® por primera vez mientras cursaba un m¨¢ster de escritura en Nueva York¡ª, esa demora no ha impedido que la mexicana Jazmina Barrera nos entregue en La reina de espadas un perfil agud¨ªsimo y profundo sobre la autora de Los recuerdos del porvenir. No es, en ning¨²n sentido, una biograf¨ªa tradicional de quien, a pesar del valor de sus novelas y obras de teatro, suele definirse a partir de su relaci¨®n con figuras masculinas dominantes del campo literario: esposa de Octavio Paz, amante de Adolfo Bioy Casares, precursora del realismo m¨¢gico de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez. Sin embargo, el libro logra dibujar los contornos de la vida y figura de una creadora vivaz y pol¨¦mica, dejando en un plano secundario su obra propiamente literaria, que aparece solo en la medida que ilumina el relato de esta vida atormentada.
Elena Garro naci¨® en Puebla en 1916, y no fue sino hasta los 41 a?os cuando public¨® su primer libro, que reuni¨® tres piezas de teatro. Durante su juventud vivi¨® en M¨¦xico y Estados Unidos; quiso practicar teatro, pero su voz, siempre tenue, se lo impidi¨®; se cas¨® joven con el poeta Octavio Paz, aunque no ten¨ªa la edad que la ley exig¨ªa; viaj¨® a Espa?a al congreso de escritores antifascistas, episodio que, en medio de la guerra civil, marc¨® a fuego a toda una generaci¨®n. Aunque hab¨ªa sido educada en el catolicismo, su vida pareciera un listado de rebeld¨ªas contra esa cultura heredada: intentos de suicidio, relaciones extramaritales y abortos. M¨¢s que insubordinaciones, empero, esos episodios van a ser reflejo de una desdicha profunda, relacionada con un matrimonio mal avenido, en el cual Garro encontraba poca camarader¨ªa y proyecci¨®n.
¡°Tengo la sensaci¨®n que me da la literatura que m¨¢s me gusta: la de estar mirando a trav¨¦s de una ventana y ver de pronto sobre el cristal, como un espectro, mi propio reflejo¡±, afirma Barrera en un momento. En este perfil, la autora no se limita a consignar hechos o interpretar con distancia las distintas versiones de los episodios de una vida pol¨¦mica. Por el contrario, ella est¨¢ siempre presente a la hora de mostrar a su biografiada, sobre todo al realizar una estad¨ªa de investigaci¨®n en la Firestone Library de la Universidad de Princeton y encontrarse de primera fuente con su escritura manuscrita y sus textos in¨¦ditos. En contacto directo con aquellas cartas y diarios ¡ªy con la sensaci¨®n de ser una intrusa en territorios que no le pertenecen¡ª, Barrera se plantea preguntas que le permitan dilucidar los muchos misterios de esta mujer contradictoria y cambiante. Por ejemplo, ?por qu¨¦ se qued¨® con Paz, un hombre con quien era infeliz? ¡°Las cartas tienen buenos datos, me aclaran muchas cosas, pero no resuelven el misterio, solo lo empeoran¡±.
Aunque para muchos de nosotros sea conocida m¨¢s que nada por Los recuerdos del porvenir ¡ªesa novela escrita durante una convalecencia en Berna en 1952, publicada una d¨¦cada m¨¢s tarde y que, seg¨²n la cr¨ªtica, se adelantar¨ªa a la est¨¦tica tan c¨¦lebre de Cien a?os de soledad¡ª, La reina de espadas logra hacerle justicia a una autora que es mucho m¨¢s que ese libro, publicado en 1963 y ganadora del premio Villaurrutia ese mismo a?o, con Paz en el jurado. No solo porque Jazmina Barrera expone otras facetas de la escritora, especialmente la de dramaturga, sino tambi¨¦n porque intenta desmara?ar las pol¨¦micas en las que se vio envuelta a partir de la matanza de Tlatelolco, quiz¨¢s el gran hito de la pol¨ªtica mexicana durante la segunda mitad del siglo XX. En medio de las manifestaciones estudiantiles contra el gobierno de D¨ªaz Ordaz, Garro critic¨® duramente a los intelectuales por incitar a la protesta, en lo que ella consideraba una utilizaci¨®n de los estudiantes para los propios fines. La fuerte represi¨®n por parte del gobierno, que provoc¨® en octubre de 1968 el fallecimiento de un gran n¨²mero de estudiantes que se hab¨ªan reunido en la Plaza de las Tres Culturas ¡ªcerca de 200 muertos, aunque la cifra nunca se ha determinado con exactitud¡ª, salpic¨® tambi¨¦n a Elena Garro. Fue acusada de esp¨ªa, y las amenazas que recibi¨® la obligaron a huir del pa¨ªs y mantenerse en el exilio por tres lustros. Y no fue solamente un exilio geogr¨¢fico, sino tambi¨¦n del campo cultural, pues la dura cr¨ªtica que Garro dirigi¨® a los intelectuales aquel a?o hizo que fuera expulsada, seg¨²n Barrera, ¡°de la cumbre de las ¨¦lites¡±.
La dif¨ªcil personalidad de la creadora ha hecho que muchos de quienes la conocieron la tildaran de loca. Sin embargo, Barrera se aleja de dicha interpretaci¨®n: ¡°El problema con la palabra ¡®loca¡¯ es que ha sido por siglos un t¨¦rmino paraguas para referirse a cualquier mujer deprimida, asustada, protag¨®nica, enojada, extrovertida o rebelde. Una forma de descartarlas a todas, sin hacerse cargo de la complejidad de sus emociones, de su situaci¨®n y de la responsabilidad que la sociedad ha tenido de sus circunstancias¡±. As¨ª, buscando precisar su descripci¨®n, la personalidad de la escritora adquiere diversas manifestaciones: tormentosa en sus relaciones ¨ªntimas, p¨¦sima administrando dinero ¡ªal tiempo que pasaba pellejer¨ªas, gastaba montos excesivos en ropa elegante¡ª, dif¨ªcil en su relaci¨®n con los directores y guionistas que quer¨ªan llevar su obra literaria al cine, iracunda y ¨¢cida en sus interacciones¡ No es un retrato amable, pero s¨ª uno que logra hacerle justicia a una trayectoria vital plagada de complejidades y dificultades a la hora de relacionarse con los dem¨¢s.
Este perfil de Jazmina Barrera permite acercarse a una figura quiz¨¢s poco conocida fuera de M¨¦xico, sabiendo, como dice la autora, que ¡°ninguna vida cabe en un libro¡±. En un momento en que desde distintos lugares se rescatan plumas femeninas poco reconocidas o le¨ªdas, La reina de espadas aporta en ese movimiento. No se queda en lo puramente documental, pues al ponerse Barrera a s¨ª misma en escena, y al fragmentar su biograf¨ªa en breves cap¨ªtulos ¡ªalgunos de ellos sugerentes fogonazos de un solo p¨¢rrafo¡ª ilumina una trayectoria que hab¨ªa tenido, despu¨¦s de la muerte de Garro, ¡°una historia injusta y, hasta ahora, de mucho silencio¡±, pero cada vez con m¨¢s reediciones y lectores en el horizonte.
Como dijo alguna vez la misma Elena Garro, ¡°creo ser un ¨¢ngel aunque creo que fui un demonio¡±. La reina de espadas parece inclinarse por esta ¨²ltima alternativa, aunque la primera no queda suprimida, sino puesta en un segundo plano, donde la alcanzamos a ver siempre de reojo.
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