La escritora de la DINA
¡®Letras torcidas¡¯ cuenta con brillantez la historia macabra de Mariana Callejas, una mujer que tuvo una vida acelerada, que alcanz¨® a tocar con las puntas de los dedos el reconocimiento de sus pares y que, por colaborar con la maquinaria de la represi¨®n, cay¨® en desgracia
Dos ni?os peque?os almuerzan en el comedor de diario de su casa con el t¨ªo Hermes, un hombre afable que les relata historias de alquimistas y magos en medio de la cotidianidad dom¨¦stica. El t¨ªo suele trabajar a puerta cerrada en una pieza exterior, fuera de la cual el jardinero ha tenido que recoger m¨¢s de una vez ratones o conejos muertos, pedazos de cables u otros residuos que, sin decir nada, mete en bolsas de basura y deja al lado de afuera de la reja. La residencia, enclavada en las faldas de Lo Curro, es grande y no tiene demasiada gracia. Adem¨¢s de los due?os de casa, una mujer menuda y un gringo alto y apuesto, y de los hijos del matrimonio, circulan por ella varios choferes y agentes de civil, incluido el hombre que los ni?os conocen como t¨ªo Hermes. Porque la casa no es una casa cualquiera, sino el cuartel Quetropill¨¢n de la DINA, la polic¨ªa secreta de Pinochet que a mediados de los setenta secuestr¨®, tortur¨® e hizo desaparecer a cientos de opositores a la dictadura. Pero fue m¨¢s que eso: por esa misma casa circularon novelistas, poetas y artistas, pues la propietaria, esa mujer propensa a la vida social y deseosa de pertenecer a la escena literaria, intercalaba su trabajo como agente de la DINA con su vocaci¨®n por la escritura, y durante un lustro congreg¨® en torno suyo a parte relevante del mundo de las letras.
Letras torcidas, del periodista Juan Crist¨®bal Pe?a, sigue los pasos de Mariana Callejas, esa escritora maldita sobre cuya figura han escrito importantes autores como Roberto Bola?o, Pedro Lemebel o Nona Fern¨¢ndez, adem¨¢s de cr¨®nicas y reportajes que se cuentan por montones. Este libro es, sin duda, el intento m¨¢s serio por asir una vida doble que transit¨® entre el crimen y la creaci¨®n. En cuanto a lo primero, fue condenada por la justicia chilena por el crimen de Carlos Prats y su esposa Sof¨ªa Cuthbert; lo segundo, empero, ha quedado cubierto por una capa de infamia que ella trat¨®, durante d¨¦cadas, de despercudirse.
La vida de Callejas estuvo repleta de aventuras. Nacida en Monte Patria, antes de la mayor¨ªa de edad se instala en Santiago, donde aflor¨® su car¨¢cter contestatario y arrojado. Se casa dos veces, vive en Israel y Estados Unidos. De vuelta en Chile, conoce a Michael Townley, un hombre mucho m¨¢s joven del que se enamora de un flechazo y con el que, por motivos macabros, se har¨¢ c¨¦lebre; mucho m¨¢s de lo que hubiese sido, probablemente, como una simple y pura escritora de cuentos. La vida con su nuevo marido fue vertiginosa. Pronto se ve a la pareja rondando Patria y Libertad, donde ¡°el gringo loco¡± se hace conocido por su arrojo e iniciativa. Sab¨ªa de mec¨¢nica y otros asuntos, por lo que r¨¢pidamente se hace un lugar en tareas clandestinas, como emisiones radiales y bombas en torres el¨¦ctricas. Tras el golpe, mientras los encargos a Townley aumentaban, ella escrib¨ªa y participaba de modo creciente en el mundo literario: en los talleres de Enrique Lafourcade ley¨® el cuento ¡°?Conoce usted a Bobby Ackermann?¡±, que llam¨® la atenci¨®n del maestro ¡ªel autor de Palomita blanca¡ª sobre el talento de esa figura menuda y de voz discreta.
El perfil de Pe?a dibuja con precisi¨®n el ambiente cultural de los a?os de dictadura, donde la sospecha arreciaba tras todas las esquinas. Callejas, sin embargo, cultivar¨¢ un perfil desafiante, atrevi¨¦ndose a escribir sobre guerrilleros y ejecutados cuando nadie lo hac¨ªa. El libro se atreve a plantear preguntas inc¨®modas alrededor de una figura que el mundo literario parece haber erradicado por completo: ?por qu¨¦ todos (jardineros, choferes, funcionarios) ve¨ªan cosas raras en la casa de Lo Curro, excepto los escritores que por all¨ª circulaban? ?Qu¨¦ hacer con una escritora que, a pesar de su ignominia, logr¨® empujar un taller literario que mostr¨® quiz¨¢s algunos frutos alrededor de la Nueva Narrativa? ?Por qu¨¦ no reeditar la obra de esta escritora que, al menos en lo que muestran los fragmentos que cita el autor, parece tener atributos que valen la pena?
El descubrimiento por parte de la justicia norteamericana de los culpables del crimen a Orlando Letelier ¡ªocurrido en Washington en 1976¡ª ser¨¢ la ca¨ªda en desgracia del matrimonio. Luego de que la foto de Townley apareciera en la portada de El Mercurio en marzo de 1978, las huellas no tardaron en seguir a Callejas, a quien todos sus antiguos amigos y colegas le dieron la espalda. Aunque el cuartel de Lo Curro hab¨ªa sido desmantelado meses antes, su vida se convirti¨® en un peregrinaje constante a tribunales y en un constante rechazo de las editoriales a publicar sus cuentos, los que vieron la luz en modestos vol¨²menes autoeditados.
Mientras el Chile de la transici¨®n observ¨® el ascenso de algunos de sus antiguos compa?eros de taller bajo el r¨®tulo de la Nueva Narrativa ¡ªen particular Gonzalo Contreras y Carlos Franz, pues ni a Carlos Iturra ni a Enrique Lafourcade el retorno de la democracia les fue demasiado favorable¡ª, para Mariana Callejas fue una temporada para intentar sortear la infamia de su pasado. No solo sucedi¨® que ni Sudamericana ni Zigzag ni Planeta quisieran publicar sus libros, sino que una cr¨®nica de Lemebel y un libro de Bola?o pusieron su historia en el centro de atenci¨®n del mundo literario y arrastraron consigo a la Nueva Narrativa, en la que quiz¨¢s es la disputa de antolog¨ªa m¨¢s reciente de nuestro campo literario local.
Letras torcidas cuenta con brillantez esa historia macabra de una mujer que tuvo una vida acelerada, que alcanz¨® a tocar con las puntas de los dedos el reconocimiento de sus pares y que, por colaborar con la maquinaria de la represi¨®n, cay¨® en desgracia sin todav¨ªa haber hecho lo que m¨¢s le entusiasmaba, que era dedicarse a elaborar una obra literaria s¨®lida que pudiera ser recordada en la posteridad.
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