Soledad en tiempos de pandemia
Cada vez m¨¢s personas en las ¨²ltimas d¨¦cadas han sentido una creciente sensaci¨®n de aislamiento social
Ya antes de la pandemia, la soledad representaba una de las mayores amenazas al bienestar y la salud p¨²blica. A pesar de la tecnolog¨ªa, de las nuevas formas de comunicaci¨®n, de la industrializaci¨®n y de la mayor riqueza en ciertos pa¨ªses, cada vez m¨¢s personas en las ¨²ltimas d¨¦cadas han sentido una creciente sensaci¨®n de aislamiento social. Lamentablemente, la situaci¨®n que estamos atravesando ha llevado esto al extremo.
Los seres humanos somos b¨¢sicamente seres sociales. Nuestra necesidad de conexi¨®n con los dem¨¢s es m¨¢s que un simple sentimiento: es un imperativo biol¨®gico arraigado en miles de a?os de evoluci¨®n humana. Hemos sobrevivido como especie no porque tengamos ventajas f¨ªsicas, como la fuerza o la velocidad, sino por nuestra capacidad de conectarnos e interactuar en grupos. El cerebro humano es un ¨®rgano social. Esa es justamente la ventaja evolutiva como especie, lo que nos otorga capacidad para comunicarnos, razonar, planificar y colaborar unos con otros. A lo largo de la historia nuestra supervivencia y prosperidad dependi¨® de las habilidades colectivas y de agruparnos en parejas, familias, tribus para protegernos y asistirnos. Intercambiamos ideas, coordinamos objetivos, compartimos informaci¨®n y emociones. As¨ª, nos fue posible organizar cacer¨ªas, recolectar alimentos, crear refugios y aumentar la oportunidad de crear cultura, formar familias, fundar bibliotecas, inventar Internet, construir ciudades con rascacielos, organizar pa¨ªses.
Nuestra necesidad de conexi¨®n con los dem¨¢s es m¨¢s que un simple sentimiento: es un imperativo biol¨®gico arraigado en miles de a?os de evoluci¨®n humana.
Tenemos la necesidad de formar y mantener relaciones interpersonales duraderas y significativas. Los seres humanos contamos con diferentes maquinarias biol¨®gicas que capitalizan se?ales adversas que nos motivan a actuar para sobrevivir. Por ejemplo, la sensaci¨®n de hambre es motivada por bajos niveles de az¨²car y hace que busquemos algo para comer. La sed es otro sistema de alarma que nos lleva a tomar agua antes de que nos deshidratemos. Otro signo es el dolor, que nos avisa de un da?o potencial en el tejido para que nos preocupemos por nuestro cuerpo. Es en este mismo sentido que act¨²a el sentimiento de soledad. Percibirnos aislados, aun rodeados de gente, es tambi¨¦n un aviso de nuestro sistema biol¨®gico que nos alerta de las amenazas y el da?o a nuestro ser social.
La soledad no es un t¨¦rmino objetivo sino una sensaci¨®n de que los v¨ªnculos que necesitamos en la vida son mayores a las conexiones sociales que experimentamos. Nuestros cerebros, cuando se sienten solos o aislados, responden con un mecanismo de autopreservaci¨®n.
La soledad nos genera un estado de estr¨¦s que, cuando es temporario, puede aumentar nuestro rendimiento. El problema se da cuando se experimenta este estado por un largo per¨ªodo de tiempo. As¨ª, este estr¨¦s cr¨®nico puede impactar considerablemente en nuestra salud f¨ªsica y mental. Por eso la soledad cr¨®nica se asocia con reducci¨®n en la esperanza de vida, trastornos cognitivos, depresi¨®n, ansiedad, perjudica la funci¨®n cardiovascular, la respuesta inmune, el funcionamiento respiratorio y altera los patrones de sue?o. La soledad produce un impacto similar (o incluso mayor) a la obesidad, la poluci¨®n ambiental y el tabaquismo. Pese a esta gravedad, no solemos escuchar a mucha gente reconocer que se siente sola. Esto es porque la soledad est¨¢ estigmatizada. En consecuencia, somos propensos a negar sentirnos solos. Sin embargo, un cuarto de la poblaci¨®n mundial declara no tener con qui¨¦n hablar.
En este contexto de la pandemia, las personas estamos forzadas a actuar contra nuestra naturaleza social. El virus se pasa de persona a persona, somos sus vectores, y para protegernos de ¨¦l debemos acatar el aislamiento. As¨ª, el pilar del control epidemiol¨®gico potenci¨® los contextos que terminan afectando los v¨ªnculos sociales, aislando a las personas. Afortunadamente, muchas ciudades, e incluso pa¨ªses enteros, han podido empezar a salir del confinamiento, aunque todav¨ªa se necesita mantener cuidados y distanciamiento f¨ªsico.
Es necesario, en estos tiempos de aislamiento, que se inicien estrategias p¨²blicas de intervenci¨®n dirigidas a esta problem¨¢tica. Que aunque no podamos abrazarnos, o incluso reunirnos f¨ªsicamente, se promuevan v¨ªnculos significativos y satisfactorios entre las personas y as¨ª mejorar la calidad de vida de cada una
A medida que se envejece, muchas personas se sienten solas con m¨¢s frecuencia porque algunos han sufrido la p¨¦rdida de la pareja, viven lejos del resto de su familia y ya no tienen los v¨ªnculos laborales que brindan significado e identidad social. Asimismo, las personas mayores son particularmente vulnerables a infecciones graves o fatales derivadas del COVID-19 y por ello tienen que ser especialmente estrictos a la hora de cumplir con las recomendaciones de aislamiento. Las prevenciones sanitarias los han privado del contacto social indispensable que est¨¢ fuera del hogar, como en centros comunitarios, clubes y centros religiosos. Aquellos que no tienen familiares o amigos cercanos, y dependen del apoyo de servicios voluntarios o atenci¨®n social, podr¨ªan estar expuestos a un riesgo adicional.
La soledad es una experiencia emocional desagradable, que aparece ante la discrepancia entre las relaciones interpersonales que uno desea tener y aquellas que cree tener. Es un fen¨®meno multidimensional subjetivo, resultado de carencias afectivas, reales o percibidas, que impacta en la salud. Esto no quiere decir que una persona que est¨¢ socialmente aislada se sienta necesariamente sola. Podemos sentir la soledad rodeados de muchas personas y sentirnos conectados, satisfechos y felices con pocas personas a nuestro alrededor. No es la cantidad sino la calidad de nuestras relaciones las que importan. Pero s¨ª tenemos que estar m¨¢s atentos, porque en una situaci¨®n como esta existen mayores riegos y, seguramente, una persona que se sent¨ªa sola en un contexto m¨¢s o menos ¡°normal¡±, se sienta a¨²n m¨¢s sola en esta ¡°nueva normalidad¡±. As¨ª como descubrimos la importancia que tiene la comunidad para enfrentar eficazmente a la pandemia del COVID-19, del mismo modo debemos hacerle frente a esta pandemia de soledad.
Las relaciones cercanas y la interacci¨®n social se correlacionan con la expectativa de vida del ser humano. El contacto cara a cara libera una cascada de mensajeros qu¨ªmicos o neurotransmisores que nos protegen en el presente y el futuro, as¨ª como las vacunas. Esta interacci¨®n personal no se reemplaza con las ¡°amistades¡± que tenemos por Facebook o Instagram. Sin embargo, sobre todo las comunicaciones directas remotas, son mecanismos tecnol¨®gicos que permiten tender puentes en el mientras tanto. En diversos estudios, cuando se le ped¨ªa a hombres y mujeres de todas las edades describir las cosas que los hac¨ªan felices, la mayor¨ªa dec¨ªan valorar el amor rom¨¢ntico, la intimidad y los amigos y familiares, incluso por encima de otros valores supuestamente m¨¢s codiciados. Por todo esto, es necesario, en estos tiempos de aislamiento, que se inicien estrategias p¨²blicas de intervenci¨®n dirigidas a esta problem¨¢tica. Que aunque no podamos abrazarnos, o incluso reunirnos f¨ªsicamente, se promuevan v¨ªnculos significativos y satisfactorios entre las personas y as¨ª mejorar la calidad de vida de cada una. Cierta vez le preguntaron a Violeta Parra, la universal y polifac¨¦tica artista chilena, si le dieran a elegir entre ser m¨²sica, ser artista pl¨¢stica o ser poetisa, con qu¨¦ se quedar¨ªa. ¡°Yo me quedar¨ªa con la gente.¡±, respondi¨®. ¡°?Y renunciar¨ªas a todo esto?¡±, le preguntaron, otra vez, con cierta sorpresa. Y Violeta respondi¨® con naturalidad: ¡°Es la gente que me motiva a hacer todas estas cosas¡±.
Facundo Manes es doctor en Ciencias, en la Universidad de Cambridge, neur¨®logo y neurocient¨ªfico.
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