Bichos raros
El escritor H.P Lovecraft no andaba muy lejos de la realidad cuando imagin¨® su deidad mitol¨®gica
Siguiendo la estela del Leviat¨¢n b¨ªblico, no ha habido regi¨®n mar¨ªtima en la que el diablo no se haya aparecido representado por una criatura fabulosa que emerge desde lo m¨¢s profundo de las aguas.
Hace unos d¨ªas se conmemoraba el nacimiento de H. P Lovecraft (20 de agosto de 1890), autor que reinvent¨® el g¨¦nero de terror con una serie de relatos situados en torno al monstruo marino bautizado como Cthulhu; una entidad c¨®smica cuya apariencia es lo m¨¢s cercano a un cruce de drag¨®n con pulpo gigante.
La inmensidad de lo desconocido localizada en el fondo de las aguas, ha ido alimentando el mito de Cthulhu a trav¨¦s de los tiempos desde que el monstruo marino apareciese por primera vez en el cuento La llamada de Cthulhu, publicado en 1928 en Weird Tales, una revista pulp norteamericana dedicada a la fantas¨ªa y el terror. A partir de entonces, para los seguidores del escritor de Providence, un secreto terror¨ªfico se oculta en lo m¨¢s profundo de los oc¨¦anos, mares y aguas pantanosas. El poder de la ficci¨®n es lo que tiene, que llega a dar la vuelta a la realidad entera.
Si echamos un vistazo a la fauna marina, nos encontramos con seres cercanos a los creados por Lovecraft. El diablo negro es un ejemplo
Con todo, Lovecraft no andaba muy lejos de la realidad cuando imagin¨® su deidad mitol¨®gica. Si echamos un vistazo a la fauna marina, nos encontramos con seres cercanos a los creados por Lovecraft. El diablo negro es un ejemplo. Se trata de un pez de la familia de los Lophiiformes que, en algunas ocasiones, llega al metro de largo, siendo las hembras las que alcanzan tal longitud. Los machos son much¨ªsimo m¨¢s peque?os, pongamos que diminutos; poco menos de tres cent¨ªmetros, y se comportan como par¨¢sitos pegados al cuerpo de las hembras, fusion¨¢ndose en ellas para ser fecundadas.
El aspecto de los diablos negros -o mejor diablas negras- resulta amenazador, con sus grandes y afilados dientes, y esa especie de ca?a de pescar que sale de la parte frontal de la cabeza, una antena luminosa que atrae a sus presas, peces que una vez prendidos son atravesados por el filo de unos dientes asesinos.
Pero si hablamos de dientes, no podemos dejar atr¨¢s al pez tigre o pez Goliat, una criatura que aterroriza los r¨ªos africanos y que bien puede alcanzar m¨¢s de dos metros de longitud. Es lo m¨¢s parecido a una pira?a gigante con unos dientes iguales a hojas de navaja. Seg¨²n se sabe, es el ¨²nico pez que no teme a los cocodrilos. Su agilidad y rapidez de movimientos no solo le sirven para coger desprevenidas a sus presas m¨¢s cercanas, sino que tambi¨¦n le sirven para cazar las aves que se acercan a mojar el pico en la superficie de las aguas de los r¨ªos africanos. Las caza al vuelo.
Pero lo que hoy nos trae hasta aqu¨ª es el horror c¨®smico de Lovecraft, representado en su creaci¨®n m¨¢s aterradora por el mito que habita en las profundidades marinas. Como si se tratase de una broma de las que se gasta el destino, el otro d¨ªa, coincidiendo con la conmemoraci¨®n del nacimiento de Lovecraft, dos vecinos de Ayamonte, Huelva, interrumpieron su paseo cuando encontraron los restos de un monstruo marino fosilizado.
Seg¨²n las primeras investigaciones, se trata de un reptil prehist¨®rico gigante y de aspecto imponente, un saurio del Tri¨¢sico Superior o Tard¨ªo, cuando lo que hoy es el sur de nuestra pen¨ªnsula se encontraba frente a Norteam¨¦rica; un bicharraco de los tiempos en los que el ¨²nico continente en la tierra era Pangea y lo habitaban criaturas excepcionales, cercanas a las f¨¢bulas que Lovecraft imagin¨® para abrirnos las puertas del inconsciente, el estrato ps¨ªquico m¨¢s profundo, donde solo la ficci¨®n es capaz de llegar para sanar los miedos que lo habitan.
El hacha de piedra es una secci¨®n donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad cient¨ªfica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.
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